En Quebec están actualizando el plan de estudios en la educación no universitaria, y entre las propuestas está introducir una asignatura que en español de España se podría traducir por Educación para la Ciudadanía. No obstante, los políticos quebecuás que postulan la asignatura no son tan provocadores como sus pares españoles y le llaman Ethics and Religious Culture. Según el portal del que he tomado la información, Mercatornet, declaradamente católico, Its avowed purpose is to teach children an ideology – the ideology of so-called "normative pluralism", whereby they will be told that religious faith and practice are all right as long as people don’t take these matters too seriously.
Su propósito declarado es enseñar a los niños una ideología, la ideología del llamado "pluralismo normativo", donde se les asegura que la fe religiosa y su práctica son buenos mientras la gente no se las tome en serio.
El artículo de Mercatornet denuncia esta medida y se opone a ella con argumentos parecidos a los que hemos escuchado aquí. Obviamente son argumentos interesados, pero expuestos con gran inteligencia.
The emergence of secularism and moral and cultural relativism as the dominant Canadian ethos in recent decades raises concerns about the very future of Canada. When people are no longer inspired by an interior life and a living faith, they seek satisfaction in outer things like material comfort, drugs, sex or political and social activism.
The end result is that the old public culture based on the Christian tradition disintegrates, which in turn requires that some other agent take responsibility for maintaining a minimum of cultural and social cohesion. The State thus ceases to be responsible solely for temporal matters and takes on a moral and spiritual role, which means that it in effect becomes totalitarian. And the only thing that prevents it from indulging in hard totalitarianism – as opposed to soft totalitarianism – is the residual portion of the Christian tradition that has not yet been eliminated.
La aparición del relativismo cultural y moral y del secularismo como el ethos dominante en Canadá en las últimas décadas, provoca dudas sobre el mismo futuro de Canadá. Cuando las personas ya no se inspiran en su vida interior y en una fe viviente buscan satisfacción en otras cosas como el confort material, las drogas, el sexo o el activismo social y político. El resultado final es que la antigua cultura pública basada en la tradición cristiana se desintegra, lo que a la vez precisa que otros agentes adquieran esa responsabilidad de mantener un mínimo de cohesión social y cultural. El Estado deja de ser responsable únicamente de las materias temporales y adopta un papel moral y espiritual, lo cual significa que de hecho se vuelve totalitario. Y lo único que puede impedir que se transforme en totalitarismo duro (como opuesto al totalitarismo suave) es la porción residual de la tradición cristiana que no ha sido eliminada.
El asunto tiene mucha miga, y merece la pena un debate. Ni más nimenos que el Estado y sus formas políticas. Algo que lejos de perder importancia desde el derrumbe del socialismo realmente existente, ha adquirido mucha más trascendencia. Da la impresión de que en Canadá están debatiendo, algo que en España se obvió, al aprobar la ley por la coalición del PSOE con los nacionalistas, entusiasmados en tener un instrumento emitido por el Estado Centralista para defender sus atroces fantasías pedagógicas independentistas, esas sí, verdaderamente totalitarias. Pero la mitad del Parlamento se opuso. Todo el debate organizado ha sido a posteriori, según una política de hechos consumados, muy querida por Zapatero y los suyos.
El debate podría haber sacado a la luz temas formidables, como los intereses establecidos y arraigados durante siglos por la Iglesia Católica, y defendidos por muchos de sus fieles. ¿Por cuántos y hasta qué límite? Ese es el tema candente. Pero también se habría visto el plumero de la hipocresía del gobierno llamado socialista, a quien la educación de los ciudadanos le importa un rábano o una hoja de perejil. Si no fuera así, habría buscado un acuerdo con todas las fuerzas políticas dominantes para reformar o realizar una ley de educación positiva, práctica y con futuro, en lugar de dedicarse a la demagogia barata.
Ya sé que todo esto se ha puesto en evidencia. Pero a toro pasado, cuando la eliminación o modificación de la asignatura de marras se ha convertido en un asunto político de primer orden, cuando debía haberse planteado como un acuerdo válido entre todos o casi todos, e intocable, si no median unas elecciones que alteren la "aritmética parlamentaria".
Para mí, el debate fundamental sobre el que se sustentan los demás, es el modelo de democracia. Algo que los partidos, ninguno, está interesado en abrir porque los más perjudicados serían ellos, sus elites dirigentes, comprometidas hasta las cejas en trampas, trampitas, chanchullos, chanchullitos, benefidios, privilegios etc.
La mejor manera de educar a los ciudadanos es permitirles que se expresen. Y de momento, sólo podemos hacerlos unos cuantos, a ciegas, sin conocer la repercusión de nuestras reflexiones, desde esta tribuna digital, virtual, e imprevisible. Un debate político organizado desorganizadamente, de modo que cada uno pueda decir lo que realmente piensa (que es muy distinto a decir lo que le dé la gana) y ser escuchado por todos los que lo deseen hacer.
En fin. No sigo porque me estoy deprimiendo de rabia y frustración.
Agradeceré comentarios.
Sensaciones, ideas y fantasías
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2 comentarios:
Creo que enfocas bien el asunto. Con este tema se ha hecho categoría de la anécdota para desviar la atención. El debate sobre la EPC es puramente político, falso e interesado. Los dos grandes partidos utilizaron la asignatura en su particular guerra electoral. El PP acusó al Gobierno de querer colar una ideología por la puerta de atrás (exagerado, máxime cuando esta asignatura se imparte en varios países miembros de la UE y es una recomendación del Consejo de Europa). Y el PSOE utilizó la EPC para fomentar el estereotipo supuestamente carca y retrógado del PP. También exagerado y falso de toda falsedad. Pero lo cierto es que a ninguno de los dos le preocupaba una higa la educación, como demuestra el hecho de que en las últimas décadas hayan sido incapaces de consensuar un sistema educativo estable y de calidad. (de todas formas, en el tema educativo me identifico más con la línea del PP, que apuesta por el mérito y el esfuerzo. La cultura que subyace en la LOGSE y sus derivados, relajación de contenidos y pérdida de la autoridad del profesor, es nefasta y está teniendo consecuencias gravísimas)
Hoy he leído en un blog que España dedica menos de la mitad de la media europea (ojo, la mitad de la media) al gasto en educación. Creo que con eso está todo dicho.
En cuanto a la asignatura de EPC, siempre preferiré la digna y vetusta Etica y Filosofía. A los chavales hay que enseñarles a pensar, no decirles lo que tienen que pensar. De todas formas, sigo pensando que la EPC no es peligrosa.
Y por último, no creo que vivamos una era de "relativismo moral". Los valores éticos o morales siguen estando claros. Lo que antes estaba mal ahora sigue estando mal. Y lo que estaba bien ahora también está bien. Se han relajado, es cierto, las formas, pero eso tiene también su parte buena. En fin, son otros tiempos, yo creo que mejores Fernando. Peores desde luego no son.
O sí. Bueno, depende. Pues eso, otros tiempos.
Sí, Angel, creo que nuestros tiempos son mejores, mucho mejores que los de nuestros padres y abuelos. La disconformidad es una muestra de vida. Pero en nuestros buenos tiempos, la disconformidad tiene menos mérito que en los de hace medio siglo.
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