Amigos y amigas, acaba de colgarse en la red el número 73 de El Catoblepas, revista crítica del presente.
A todos aquellos interesados en las ideas argumentadas y auténticas (en el sentido de que no son derivadas de ningún discurso ni doctrina adocenada o dominante), les recomiendo vivamente la lectura de estas páginas. En ellas encontrará de todo, desde reflexiones sobre el cine hasta una debatible (pero interesante) visión sobre lo que está pasando en el Tíbet.
Pero por encima de todo, lo que recomiendo, pues es lo primero que yo leo cuando entro en la revista, es la sección Rasguños, escrita por el profesor Gustavo Bueno.
El de este número de marzo se titula "La Ley Electoral, ¿un déficit de la democracia española de 1978?"
El título parece referirse a un aspecto técnico de relativo interés, aunque se ha convertido en polémico como consecuencia de las dispares o disparatadas atribuciones de escaños en relación con los votos obtenidos por depende qué formación política. Sin embargo, el desarrollo de don Gustavo, además de hacer referencia a los aspectos técnicos, ilumina de un modo casi deslumbrante un panorama que la mayoría de los votantes españoles ha construido deliberada y voluntariamente, y que a algunos nos parece inquietante.
Son en particular estremecedores los dos últimos párrafos del ensayo de don Gustavo, en el que aventura el triste futuro que nos espera a los españoles demócratas, en especial a los que viven en Cataluña y en las Vascongadas. Me permito reproducir el primero de los dos párrafos por si sirve de anzuelo y estimula la lectura a quien lo lea aquí.
Si, por ejemplo, el partido victorioso, en coalición con partidos nacionalistas, logra avanzar pasos significativos en el proyecto del mantenimiento de la unidad de España entendida como unidad propia de un estado federal, compuesto de 17, 12 o 7 Estados; si estos pasos nos llevan a una situación tal en la que algunos de los Estados federados, como puedan serlo Cataluña o el País Vasco, deciden, en virtud de su derecho de autodeterminación, confederarse con Francia o con Inglaterra y consumar la fractura real de la unidad de España, no podrá decirse que ellos habrán atentado contra la democracia, puesto que tan demócratas serán los futuros Estado vasco confederado con Irlanda, como lo será el Estado catalán confederado con Francia. Atentarán no contra la democracia, sino contra España y contra la democracia española (como también atentarían contra la aristocracia española). Y si la situación se consolida, ella se hará irreversible durante décadas o siglos.
Sensaciones, ideas y fantasías
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lunes, 31 de marzo de 2008
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