El abrazo interminable
Madrid es un disco duro de millones de gigas, y la calle de Alcalá es su interface protodigital más larga y brillante. Una lustrosa piel de asfalto cubre chips, adoquines, circuitos integrados, túneles y alcantarillas.
La calle de Alcalá extiende su hermosura entre la Puerta del Sol y Ventas, e incluso más allá, abierta a la exploración del turista, y del viajero.
De todo ese recorrido, el tramo más elocuente está entre la Plaza de la Independencia o Puerta de Alcalá, y la del Sol.
Sitúese el viajero en el arranque de Velázquez, y eche a andar hacia el oeste. A un lado, el Retiro, protegido del tráfago por una verja de forjado antiguo, emitiendo fresca humedad, anunciando la primavera. Al otro, la iglesia de San Manuel y San Benito, evocando el orden bizantino, y una fachada de casas decimonónicas, cuajadas de balcones galdosianos. Y casi en la esquina de la plaza de al Independencia, la oficina de turismo y embajada de Andorra, una ironía, una broma o una anticipación ominosa de lo que nos espera.
Hasta hace poco, en el número 4 de la plaza, se hallaba la librería catalana Blanquerna, un negocio con alma de legación. Ahora se ha mudado más allá de Cibeles, y en su lugar han abierto un espacio que se llama “Ramsés. Life & Food.”
Una gran confusión se apropia de nosotros al pasar por delante. En la puerta vemos a un hombre metido en un traje cortado a medida. Su porte es el de un accionista mayoritario seguro de su cartera. Conversa con un colega a través del móvil. Puede que sea catalán, puede que no. Sin embargo, de pronto descubrimos que es el portero. En el interior, de diseño rigurosamente post-post, a través de las cristaleras descafeinadas, observamos a un par de hombres jóvenes con el mismo atuendo que el portero, pero aún más a medida: verdaderos ejecutivos, seres inalcanzables, estratosféricos. Uno de ellos tiene el perfil cortado a hachazos del presidente de la república Francesa. Es clavado a Sarkozi. Pero no es Sarkozí, ¿verdad?
La curiosidad nos impulsa a entrar en el local. Pero algo nos retiene. Primero, que no llevamos corbata y nos mirarían como a bichos. Luego que, una vez dentro, un vulgar café nos puede costar un transplante de hígado. No lo sabemos. Preferimos no averiguarlo.
Ramsés. $$$$$$$$$. Life & Food. $$$$$$$$$$
¡Qué regalía!
Damos la vuelta entera a la plaza, y desde la puerta del Retiro que se abre a la avenida de México, nos quedamos mirando a la de Alcalá, pasmados, sobrecogidos. De pronto tenemos la impresión de estar observando una performance arquitectónica. Los edificios trazan un círculo incompleto, porque le falta el trozo del Real Jardín. En mitad, los solemnes arcos de piedra, los florones, las heridas de metralla. Como si fueran dos extremidades, vemos el abrazo interminable, o dicho con más propiedad, inacabado, de las que otrora fueran viviendas al monumento que mucho antes cerraba y abría el paso a la urbe.
Impre$$$ionante
Bajamos después hacia Cibeles. Saboreando la excelencia de la ciudad cosmopolita, con un borboteo de turistas tirando fotos a discreción. La tarde es tibia. El sol se derrama como champán de una copa rebosante colgada del cielo. Sobre él se perfilan las atalayas postales del nuevo ayuntamiento de Madrid. Ansorena, lonja de arte, transformada en café. La Equitativa, permanente, irreductible, en los tejados de enfrente. El Café de Correos, fenecido, y a continuación el palacio de Linares.
Y en medio de la plaza, la Cibeles se ducha en su bañera de leones inofensivos, eshibiéndose al tráfago de transeúntes y automóviles.
Giramos hacia el sur, camino de Atocha. El paseo de Recoletos se resiente de la huelga de autobuses. En sus jardines descansan visitantes y mendigos. Vistos de lejos, parecen ir o venir del mismo país remoto.
Pasamos el museo Tita Cervera, la plaza de Neptuno, la de la Lealtad, dejamos atrás el Museo del Prado asediado por colas de turistas. Y llegamos al destino de nuestro paseo inerte: Caixa Forum Madrid, recién inaugurada. Han cogido (literalmente) un viejo edifico de ladrillo, feo como él solo, y lo han levantado sobre una pirámide invertida de cemento. El resultado es colosal, incluso bello.
Impre$$$ionante. Impre$$$ionante.
Y además se han inventado un jardín vertical, porque la burguesía catalana lo puede hacer todo (¡serà per diners!): desequilibrar el orden histórico, invertir las coordenadas y las abscisas, inventarse una nación, construir en el aire.
Las cosas como son, el edifico de CaixaForum Madrid es una maravilla. Impre$$$ionante por fuera, y más todavía por dentro. En una vieja industria de dos plantas han metido una escalera que tiene lo menos cinco pisos, del sótano a la terraza. La gente se vuelve loca haciendo fotos. La gente, no, la multitud. Una muchedumbre entra, se pasea por las fabulosas entrañas del edificio y sale haciéndose cruces del ingenio y la potencia catalanas. Al fin y al cabo es gratis. (¡Serà per diners!)
En dos salones inmensos se exhibe una selección de la Colección La Caixa de Arte Contemporáneo.
¿Qué vemos allí? Cuadros inmensos, bellos, conmovedores: Richard Long, Anselm Kiefer, Ferran García Sevilla. E instalaciones descomunales de escombros desempolvados.
¡A lo grande, a lo grande! Que se note lo que poseemos. Y eso que sólo enseñamos la punta del iceberg. Oculto en segurísimas cajas de caudales en el subsuelo patrio permanece nuestrrrrro tesoooorrro, se escucha el susurro de Golum.
Pero los cuadrazos y los cachos de mármol puestos en círculos concéntricos, y los instrumentos de aire chafados y colgados como fotografías recortadas no están solos. Cartelitos explicativos les acompañan.
Es excepcional ver junto a obras de arte modernas unas glosas. ¿Son necesarias? ¿Es necesario explicar el arte? La verdad es que no viene mal conocer algunos detalles sobre la obra expuesta, cuándo se hizo, en qué circunstancias, quién la pagaba, qué pretendía reflejar el poeta…
Pero lo que encontramos en las glosas de CaixaForum no son explicaciones, son sonoridades vacías. Si dijeran lo contrario, valdrían igual. Flatulencias.
La cosa no tiene por qué extrañar. Porque, ¿qué demonios se puede decir de un montón de periódicos entre pantallas de cristal, formando un camino impracticable que cruza una choza hecha de lajas de mármol y un andamiaje de hierro, para que la ocurrencia no se venga abajo? Pues enrollarse como una persiana y esperar que la gente no lo lea mucho.
Impre$$$ionante. Impre$$$ionante.
Sensaciones, ideas y fantasías
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2 comentarios:
Hola Fernando,
Ya he visto el comentario que has puesto en mi blog. Mira que si somos familia lejana...Pues no te extrañe, porque si tu padre era de Totana. Yo soy de Lorca. No tenemos, que yo sepa, familia en Totana. Los Guirao de mi padre (en Murcia hay muchos) son de Lorca y Pulpí. José Guirao, el actual director de la Casa Encendida y durante muchos años del Reina Sofía, es mi primo hermano, aunque tenemos poco contacto porque él vive desde hace muchos en Madrid. Nosotros vivimos entre Cartagena y Lorca. De momento no tenemos ningún viaje previsto a Madrid. En cualquier caso, muchas gracias por ofrecerte para con la exposición de Paco Campos. Lo que sí haré será hacer un seguimiento virtual a su obra a través de tu blog.
Por cierto, qué agradable paseo me he dado desde Alcalá hasta Atocha pasando por EL PRADO y Recoletos. Ese paseo debe ser muy bonito en primavera.
Bueno, espero seguir la primavera cultural madrileña desde la Calle Oliver.
Saludos
Serà per diners? Tratándose de la Caixa...
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