Sensaciones, ideas y fantasías

miércoles, 5 de marzo de 2008

Perplejidades en torno a Erró

Dice un folleto de una exposición de Erró:
Erró, pintor islandés (1932) residente en París, es uno de los principales protagonistas de la figuración narrativa francesa que apareció en 1964 como reacción al informalismo imperante.
El uso de las tintas planas y una iconografía interesada por los temas sociales distingue a Erró y a otros pintores coetáneos tanto del pop inglés como del norteamericano.
Erró es un maestro narrador, empapado de las sagas de sus ancestros vikingos, solo que sus historias arrancan del collage que utiliza como procedimiento de composición para sus pinturas.
Pintor del exceso, devorador de imágenes procedentes de periódicos, revistas, folletos publicitarios, libros infantiles…, y que manipula mediante el choque de dos de ellas completamente heterogéneas o mediante la acumulación por estratos y duras y rígidas compartimentaciones, que retratan un mundo desigual, barroco y carente de sentido que el espectador es invitado a descifrar con placer e inteligencia.
Dice Erró:
El pintor ya no es el intérprete de un estado del mundo o del pensamiento. Es una especie de cronista de los hechos cotidianos… En última instancia, puede ser un vidente.

Las telas de este pintor son grandes, algunas de más de tres metros de ancho y probablemente más de dos de alto.
¿Cuál es la aportación de Erró al arte?
A mi entender, sólo la combinación llamativa (impactante, provocadora) de los elementos mencionados en el folleto. Es una combinación ordenada, equilibrada e imaginativa. La diferencia entre el pop clásico y Erró es el barroquismo del islandés.
Por barroquismo entiendo movimiento, aglomeración, mezcla. Pero fuera de su “valor” decorativo no encuentro yo ninguna virtud estética a estos trabajos, que están realizados con un rigor profesional (académico, artesanal) muy preciso. No sé por qué se exponen en un museo como si se tratara de obras de mérito, equivalentes a Rembrandt o a Velázquez.
Busco un marco de referencia objetivo para situar a Erró en el océano del arte contemporáneo y no encuentro ninguno, como no sea el pop llevado a su extremo más demencial.
La “gracia” de Warhol fue sacar de su contexto las imágenes de la publicidad y transformarlas en cuadros. A parte de lo que él quisiera “decirnos” con ello y de lo que quisieron “entender” los pedantes de su época, el pop no es otra cosa que un juego de niños hecho por mayores, lo que le da un tono burlón. Erró va más allá de la burla y del sarcasmo, para entrar en el terreno del mal gusto como instrumento artístico.
En cuanto a la pretensión de ser un reportero de nuestro mundo es o desmesurada o rechazable de plano. Es como si consideráramos que la información que proporcionan los panfletos (da igual si son de okupas, de neonazis o de ecologistas radicales) fuera la más parecida a la realidad.
Y desde luego, no es en absoluto un vidente.
Cuando Heartfield, Hausmann, Grotz o Renau tomaron una selección intencionada de las imágenes de un mundo que ellos consideraban execrable y las manipularon, retocaron, combinaron y recrearon, lo hacían con un propósito inequívocamente político. Muchos creadores plásticos de aquel estilo eran militantes izquierdistas. Tal hecho, el explícito compromiso político, da un valor a sus trabajos, a parte del estético.
A mí, los trabajos de Erró no me parecen políticos ni encuentro en ellos un especial valor estético, fuera del decorativo (el mal gusto decorativo). Son tan efímeros como los panfletos y carteles de los grupos radicales y alternativos, algunos de ellos de una calidad plástica o literaria muy encomiable.
Parece como si Erró se hubiera dedicado a recortar los mejores dibujos de este tipo de revistas y carteles, tal y como hacían los fotomontadores, que vaciaban las revistas ilustradas de su época de anuncios y fotografías publicitarias o de actualidad. Una vez amasada una colección de calidad, ha puesto en marcha su imaginación, su formación, su experiencia artesanal, su gusto (o su mal gusto, hoy quieren valer por igual uno y otro), y ha realizado esas telas gigantescas que repugnan, interesan o hacen gracia, pero que ni conmueven ni aportan un ápice al deseo de emociones estéticas que tiene hoy, como siempre, el ser humano.

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