Sant Jordi, Beethoven y Mozart
El auténtico espíritu de las Fallas.
Unas cañitas antes de la paella
Conocí a algunos yugoslavos refugiados durante la primera fase de la violenta descomposición de aquel país, de esto hace más de diez años. A los asistentes sociales que les ayudaban les había sorprendido la reacción de aquellas personas ante las mascletás de las fiestas valencianas. Les producían un pánico incontenible, y a los niños les volvía histéricos. La razón era la huella que había dejado en ellos la guerra de la que habían escapado. No identificaban las explosiones con algo lúdico, sino con algo terrible y peligroso.
Por fortuna, yo no he estado en ninguna guerra. Lo más parecido que he vivido son unas maniobras de artillería en las que participé durante mi servicio militar. Pero como no había ningún riesgo en ellas, me resultaron lo más parecido a las Fallas.
Pues bien, esta tarde, día de San José, entre las dos y las tres de la tarde, desde mi terraza en lo más alto de Burjassot, con toda la huerta y la ciudad de Valencia extendiéndose hasta el mar, un marciano habría deducido que había estallado una guerra indiscriminada en todos los barrios a la vez. Disparos de fusil, cañonazos, ráfagas de ametralladora, explosiones antiaéreas... Pero ni una sola víctima... gracias a Dios.
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