Sensaciones, ideas y fantasías

miércoles, 12 de marzo de 2008

Jeremiadas transelectorales

Felicito a Bombardier por el éxito de su maquiavélica estrategia electoral, y se defiende.
“No te burles de mí.”
Intento convencerle de que la burla es inapreciable, y queda anulada por el resultado: exactamente el que él consideraba (con ironía, pero con intención) el deseable para que el Brujo de la Z cavara su propia tumba.
“El futuro es más enigmático que nunca, después de las elecciones”, sentencia.
“¿Cuál es tu pronóstico? ¿No vale el que hiciste para el caso de victoria de los progres?”
“Es que no han ganado los progres. Ha ganado el Brujo de la Z. Y ahora le puede dar por hacer lo contrario de lo que emprendió. Sería una jugada maestra. Realizar el programa de los defensores de la unidad de España, machacar a Eta, enderezar la economía. Quitarse el disfraz de brujo y convertirse en un hombre de Estado.”
“Es posible. Aunque dudo que sea probable.”
“Sí. Pero ese hombre ha demostrado ser un tipo sin principios. Si llega al convencimiento de que le conviene asumir el programa de la oposición, la oposición podría diluirse. Conseguiría por las buenas, dosificando un ingenio que no le falta, lo que no logró a lo bruto en la pasada legislatura, desarbolar a la oposición de derecha.”
“Confieso mi perplejidad”, le digo. “Estas elecciones son para volver loco a los analistas. Y todos somos analistas, igual que todos somos entrenadores de fútbol o de baloncesto o de atletismo. Gana la izquierda divagante, pero la derecha no pierde. Las dos se consolidan. Retroceden los nacionalistas fraccionarios, pero siguen siendo la clave para la gobernación. “
“Y Rosa Díez se convierte en una náufraga, que es lo único que podía ser. Esa mujer me cae bien, de hecho le di mi voto. Pero no sé qué imaginaba yo que pudiera hacer de bueno en ese mar lleno de arrecifes del parlamento… ¿Y qué me dices del Buey Gallego? Tozudo, ¿no?”
Tomo aire y me dispongo a largar mi razonamiento, que he madurado durante estos últimos días.
“Verás, durante una época me tomé la vida política igual que la Liga de fútbol. Pero no tardé en comprender que el fútbol, además de un sucedáneo de la liturgia religiosa, no son más que millones al horno, que corren de un bolsillo a otro, haciendo paradas en los de individuos con el único mérito de ser hábiles con la pelota. Mientras que la política es el poder de decisión que se toman unos individuos iguales a nosotros. Sin embargo, en este caso el dinero es nuestro (el que nos sustrae el Estado) y las decisiones nos afectan. No nos lo podemos tomar a la ligera. El problema es cómo nos lo podemos tomar para no caer en una de estas posturas: la apatía producto del desengaño, el nihilismo producto de la cólera, o la depresión producto de la desesperación.”
Bombardier aprovecha que tomo aire para hacer una intervención lacónica.
“La cuarta postura es la indiferencia producto del hastío. La practican la mayoría de los ciudadanos.”
“Tienes razón. Y a la larga es la más peligrosa, porque un periodo de inestabilidad política o económica, como el que parece sobrevenir en todo Occidente, puede acabar como el rosario de la aurora. Vuelta a los conflictos sociales. Los nacionalistas fraccionarios intentarán separarse. Los que se queden sin trabajo, si además se quedan sin subsidio, empezarán a movilizarse. Los militares echarán mano de la Constitución para intentar intervenir. Los que posean algo, lo defenderán con uñas y dientes. Surgirán demagogos debajo de las piedras, intentando convencer a los que no posean nada o muy poco de que se subleven contra un sistema que habrá dejado de ser de mercado pletórico. Las personas del mundo atrasado no podrán emigrar ni sus dirigentes tendrán dinero fresco procedente de las cajas fuertes europeas y norteamericanas, y los demagogos de sus países les querrán convencer de que deben arrasar el mundo de los ricos.”
“Pero todo eso es una película de catástrofes, hombre. Todavía no me has respondido qué te parece la posición del Buey Gallego.”
Vuelvo a tomar aire, y continúo.
“Ahí me dirigía. Fíjate la reacción que ha tenido él y su corte de intrigantes. Primero, convocar un congreso. Luego, anunciar que se presenta para sucederse a sí mismo. Esto es una insensatez. El mercado de la política acabará destruyéndola. Puede que ese hombre no sea un tigre de Bengala, pero ha demostrado tener capacidad sobrada para dirigir una organización que amenazaba con naufragar, y que ha sido torpedeada varias veces a lo largo de estos cuatro años. ¿Qué necesidad tiene de convocar un congreso para confirmarle? Porque si es necesario un plebiscito, que no lo disfrace de acto supuestamente democrático. Los políticos están escenificando una tragicomedia ante el público, de momento, impertérrito pero también desconcertado, de los ciudadanos. Lo malo es que los políticos acaban creyendo que no son más que intérpretes (según el marxismo clásico, lo son de los plutócratas), personas sin responsabilidad, sin la obligación de rendir cuentas. Se limitan a representar su papel ante nuestras narices. Eso es lo que me parece peligroso. Mientras a la gente que está en el patio de butacas le hagan gracia sus payasadas, bien. Pero en cuanto el patio de butacas empiece a vaciarse porque la gente esté muy ocupada y preocupada con sus problemas sin resolver… Pues eso.”
“Me parece que la realidad va por otro camino al que tú describes, Jeremías.”
Bombardier me observa con leve socarronería, por no ofenderme.
“Puede que los políticos sean unos ambiciosos, unos egoístas y unos asnos. Pero el aparato que ellos creen dirigir tiene una velocidad inerte muy ajena a sus promesas, a sus discursos y a sus grescas. Como muy bien has dicho, la mayoría de los políticos son intérpretes, no autores. Los autores están en la sombra, son los burócratas, millones de ellos. Los engranajes del sistema. Y hoy en día, por lo general, los burócratas están bastante bien preparados. Gracias a ellos, el sistema sigue rodando en la dirección marcada por una combinación internacional de burócratas y plutócratas. Desengáñate. Todavía no ha llegado el tiempo de las catástrofes y de las revoluciones globales. Hay tanto peligro de un desgobierno universal como de que se deshielen los polos. Jeremiadas.”

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