Confieso que me acabado de enterar. Pero en Internet las noticias se documentan muy deprisa.
Ha dirigido durante veinte años la Fundación Guggenheim, y la semana pasada anunció su dimisión. Ya no decidirá más lo que se exhiba en los museos que la institución tiene en Nueva York, Berlín, Venecia, Las Vegas y Bilbao.
Para algunos, será una merma en el itinerario renovador del arte moderno. Para otros, el fin de una pesadilla.
He traducido algunos comentarios colgados en el magazine de Artnet.
Helos aquí.
Un hombre internacional de misterio
Por Charlie Finch
Como Jay Gatsby or charles Foster Kane, Thomas Krens, que lleva veinte años reinando en la Fundación Guggenheim y su variedad de satélites, era una figura de ficción adicta a los grandes gestos que le mantenían a corta distancia del público al que servía. Más que ningún otro Krens ha manufacturado el mundo del arte global, cuyo botín continua enriqueciendo a la plutocracia contemporánea del arte.
Esta pequeña elite se pegaba por tocar el dobladillo dorado de su pantalón, mientras el transformista Krens concedía bendiciones a la vez que saqueaba sus bolsillos de dinero y de prestigio. Muchas de las convenciones extremas que hoy aparecen tan normales en el arte de hoy fueron invenciones de Tomas Krens: la conexión de la moda resumida en su controvertida exposición de Armani como arte elevado; la fetichización de los llamados arquitectos estrella (starchitecsts) iniciada con la fantasmagoría de Frank Gehry en el Guggenheim de Bilbao; el poder de los sueños de las máquinas, realizado en la caravana de motocicletas de Nueva york a las Vegas, ida y vuelta.
Thomas Krens creó las reglas de la lucha entre los ricos del mundo del arte por adquirir estatus y prestigio, creando todo tipo de consejos y sistemas de subvenciones a los que ellos mismos contribuían. Gastando liberalmente este dinero, mantenía la presión sobre sus contribuyentes hasta que, como Peter Lewis y Ronald Perelman, se arruinaban por el peso de sus exigencias. La solución de Krens fue apuntar todavía más alto, a los palacios de los Emiratos Árabes, un movimiento de gran previsión, porque este capital dirige los bancos internacionales que han sufrido la crisis de las
hipotecas.
Como comisario, el territorio de Krens evocaba el carnaval y el circo. Ya fuera exhibiendo gemas españolas pintadas, muñecos de guerra aztecas,vestidos o bicicletas, la visión de Krens incluía los senos de cocina, el bidet dorado y todo lo que queda entre medias. Este dominio comisarial modeló las ferias de arte, las casas de subastas y las megagalerías, transformándolo todo en arte, que era a la vez contemporáneo e intercambiable en un incremento constante de valor.El artículo de Finch no tiene desperdicio.
Y si uno quiere más, le aconsejo el firmado por Jerry Saltz, “Our long cultural nightmare will son be over”.
Me temo que de final nada, la pesadilla ha traspasado los límites de la fantasía y el sueño y se ha hecho tan realidad como los delirios de algunos de nuestros gobernantes.
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