Me recomienda Bombardier que lea La ciudad que fue Barcelona, años 70, un libro de Federico Jiménez Losantos.
“Le he escuchado durante meses, y lo he dejado porque me altera los nervios. Ese hombre es un agitador”, arguyo.
“Pues si puedes aguantar su retórica un poquito más, aprenderás muchas cosas con su libro. Está escrito en los mismos términos en los que habla, con fluidez y contundencia.”
“¿Así que me aportará información e ideas?”, le pregunto amostazado.
“Completará el cuadro que conoces. Lo que tú y yo vivimos en Madrid, él lo pasó en Barcelona.”
“Yo frecuenté Barcelona en el año 1973. Iba muchos fines de semana desde Lérida, donde trabajaba”, le recuerdo a Bombardier. “La ciudad me fascinaba. Y algunas gentes, también. Menos los comunistas, que, sin embargo, deberían ser mis camaradas habituales. Recuerdo haber acudido a una cita, montada por el Partido desde Madrid, a un café de las Ramblas, para entrar en contacto con el PSUC, y contribuir allí a mi militancia. Me recibió un tipo muy circunspecto. Noté en seguida una gran desconfianza. Pensé que no se fiaba, que temía que yo fuera un infiltrado o algo así. Pasados los años, me di cuenta de que lo que le desagradaba de mí es que ni fuera catalán ni hablara su lengua. No era de los suyos.”
“Exactamente es la misma experiencia de Jiménez Losantos.”
“Pero no sé si aguantaré su discurso. Estoy saturado de él. Tiene una certeza tan grande en sus convicciones y sus opiniones, que impone miedo. Para él el liberalismo es una doctrina inflexible, en lugar de una manera de hacer las cosas o de verlas. Desconfío de los liberales ricos. Son tan poco de fiar como los progres que viven en una urbanización de lujo. No conozco a ningún liberal asalariado.”
“La mayoría de los asalariados no son ni liberales ni socialistas ni nada. No les interesan las disquisiciones ideológicas. Y no me digas que tú tienes trato y relación con asalariados, porque no me lo creo. Tu medio natural son las personas letradas, como tú y como yo, los intelectuales.”
“Oye, que yo no soy un intelectual. Le reservo el título a Jiménez Losantos y a los creadores de opinión vocacionales como él, sea cual sea su ideología.”
“Si lees La ciudad que fue Barcelona, años 70, conocerás mejor a Federico Jiménez Losantos y también a ti mismo.”
“¿Cómo puede ser eso?”, replico.
“Porque todos los intelectuales somos semejantes.”
“Menos mal que no has dicho iguales.”
Bombardier se encoge de hombros.
“Necesitamos fundamentar nuestras convicciones. Un intelectual sin principios no es un intelectual. Puede ser un pillo ingenioso, un erudito hueco, un cínico.”
“O un político.”
“Exactamente. Ser hoy político y tener convicciones es tan poco frecuente como los eclipses de sol. Un político es un individuo que tiene todos los derechos, pero ninguna obligación. Los ingleses le llaman a eso accountability, es una de las bases de su sistema democrático. El político debe responder de sus compromisos y de sus actos. Si no lo hace, se tiene que ir. Aquí es casi lo contrario, cuanto más inconsecuente, falso o arrogante sea un político, más se mantiene.”
“Así que Jiménez Losantos no es un político, sino un intelectual. Pues da la impresión de ser un agitador profesional.”
“Porque lo es. Pero por convencimiento. Y no se casa con nadie, si has podido observar. En su libro se ve por qué es como es. Se formó intelectualmente en la caldera en ebullición de la Transición, con todos los ingredientes hirviendo al mismo tiempo e intentando imponer sus sabores y potencias al caldo resultante.”
“Como nosotros.”
“Como nosotros. Pero en Barcelona, ese caldo no era natural. El sabor más fuerte se lo daban las pastillas de glutamato nacionalista. Eso es lo que describe con pelos y señales Losantos. A través de su experiencia personal.”
“Desde luego, a alguien a quien los nacionalistas fraccionarios han dejado cojo, no se le puede pedir objetividad hacia sus agresores.”
“Te equivocas. Losantos la tiene. Aporta materiales, textos propios y ajenos. Y sobre todo, descubre al lector la gran jugada de los nacionalistas, haciendo creer a los izquierdosos e izquierdistas no nacionalistas que la esencia de la razón progre la poseían ellos.”
“Pero debe ser un rollo, leer tanto material indigesto.”
“Te lo puedes saltar, o leer a trancos. Como ya te lo sabes… Lo interesante del libro son las maniobras que describe minuciosamente Losantos. En ese sentido es un libro inapreciable. Y difícilmente rebatible con argumentos sólidos. Lo más que se puede decir contra sus reflexiones es que no son nacionalistas o que son antinacionalistas. Pero eso, que yo sepa, es algo tan lícito como lo contrario.”
“No sé qué hacer... Empezaré a leerlo.”
“Enseguida verás que Losantos siempre ha sido una persona con opiniones propias, que no se dejaba influir mucho tiempo por un molde impuesto.”
“Eso ya se nota. Pero él tiene el suyo. El liberalismo militante.”
“Te lo he dicho. Es un intelectual. Necesita creer en algo.”
“Está bien. Leeré La ciudad que fue Barcelona, años 70 para ver lo que encuentro en ella de mí mismo.”
“Será una estación más en nuestro viaje terapéutico hacia lo desconocido”, sentencia Bombardier.
“Le he escuchado durante meses, y lo he dejado porque me altera los nervios. Ese hombre es un agitador”, arguyo.
“Pues si puedes aguantar su retórica un poquito más, aprenderás muchas cosas con su libro. Está escrito en los mismos términos en los que habla, con fluidez y contundencia.”
“¿Así que me aportará información e ideas?”, le pregunto amostazado.
“Completará el cuadro que conoces. Lo que tú y yo vivimos en Madrid, él lo pasó en Barcelona.”
“Yo frecuenté Barcelona en el año 1973. Iba muchos fines de semana desde Lérida, donde trabajaba”, le recuerdo a Bombardier. “La ciudad me fascinaba. Y algunas gentes, también. Menos los comunistas, que, sin embargo, deberían ser mis camaradas habituales. Recuerdo haber acudido a una cita, montada por el Partido desde Madrid, a un café de las Ramblas, para entrar en contacto con el PSUC, y contribuir allí a mi militancia. Me recibió un tipo muy circunspecto. Noté en seguida una gran desconfianza. Pensé que no se fiaba, que temía que yo fuera un infiltrado o algo así. Pasados los años, me di cuenta de que lo que le desagradaba de mí es que ni fuera catalán ni hablara su lengua. No era de los suyos.”
“Exactamente es la misma experiencia de Jiménez Losantos.”
“Pero no sé si aguantaré su discurso. Estoy saturado de él. Tiene una certeza tan grande en sus convicciones y sus opiniones, que impone miedo. Para él el liberalismo es una doctrina inflexible, en lugar de una manera de hacer las cosas o de verlas. Desconfío de los liberales ricos. Son tan poco de fiar como los progres que viven en una urbanización de lujo. No conozco a ningún liberal asalariado.”
“La mayoría de los asalariados no son ni liberales ni socialistas ni nada. No les interesan las disquisiciones ideológicas. Y no me digas que tú tienes trato y relación con asalariados, porque no me lo creo. Tu medio natural son las personas letradas, como tú y como yo, los intelectuales.”
“Oye, que yo no soy un intelectual. Le reservo el título a Jiménez Losantos y a los creadores de opinión vocacionales como él, sea cual sea su ideología.”
“Si lees La ciudad que fue Barcelona, años 70, conocerás mejor a Federico Jiménez Losantos y también a ti mismo.”
“¿Cómo puede ser eso?”, replico.
“Porque todos los intelectuales somos semejantes.”
“Menos mal que no has dicho iguales.”
Bombardier se encoge de hombros.
“Necesitamos fundamentar nuestras convicciones. Un intelectual sin principios no es un intelectual. Puede ser un pillo ingenioso, un erudito hueco, un cínico.”
“O un político.”
“Exactamente. Ser hoy político y tener convicciones es tan poco frecuente como los eclipses de sol. Un político es un individuo que tiene todos los derechos, pero ninguna obligación. Los ingleses le llaman a eso accountability, es una de las bases de su sistema democrático. El político debe responder de sus compromisos y de sus actos. Si no lo hace, se tiene que ir. Aquí es casi lo contrario, cuanto más inconsecuente, falso o arrogante sea un político, más se mantiene.”
“Así que Jiménez Losantos no es un político, sino un intelectual. Pues da la impresión de ser un agitador profesional.”
“Porque lo es. Pero por convencimiento. Y no se casa con nadie, si has podido observar. En su libro se ve por qué es como es. Se formó intelectualmente en la caldera en ebullición de la Transición, con todos los ingredientes hirviendo al mismo tiempo e intentando imponer sus sabores y potencias al caldo resultante.”
“Como nosotros.”
“Como nosotros. Pero en Barcelona, ese caldo no era natural. El sabor más fuerte se lo daban las pastillas de glutamato nacionalista. Eso es lo que describe con pelos y señales Losantos. A través de su experiencia personal.”
“Desde luego, a alguien a quien los nacionalistas fraccionarios han dejado cojo, no se le puede pedir objetividad hacia sus agresores.”
“Te equivocas. Losantos la tiene. Aporta materiales, textos propios y ajenos. Y sobre todo, descubre al lector la gran jugada de los nacionalistas, haciendo creer a los izquierdosos e izquierdistas no nacionalistas que la esencia de la razón progre la poseían ellos.”
“Pero debe ser un rollo, leer tanto material indigesto.”
“Te lo puedes saltar, o leer a trancos. Como ya te lo sabes… Lo interesante del libro son las maniobras que describe minuciosamente Losantos. En ese sentido es un libro inapreciable. Y difícilmente rebatible con argumentos sólidos. Lo más que se puede decir contra sus reflexiones es que no son nacionalistas o que son antinacionalistas. Pero eso, que yo sepa, es algo tan lícito como lo contrario.”
“No sé qué hacer... Empezaré a leerlo.”
“Enseguida verás que Losantos siempre ha sido una persona con opiniones propias, que no se dejaba influir mucho tiempo por un molde impuesto.”
“Eso ya se nota. Pero él tiene el suyo. El liberalismo militante.”
“Te lo he dicho. Es un intelectual. Necesita creer en algo.”
“Está bien. Leeré La ciudad que fue Barcelona, años 70 para ver lo que encuentro en ella de mí mismo.”
“Será una estación más en nuestro viaje terapéutico hacia lo desconocido”, sentencia Bombardier.
2 comentarios:
Fernando, he puesto un enlace en mi blog a tu artículo porque, aunque no soy seguidor de Losantos, en La Carretera sí hay varios lectores que son oyentes habituales suyos. He pensado que a ellos les interesará conocer la siempre sugerente opinión de Bombardier.
Saludos
Conociendo a Bombardier... siempre acabarás capitulando... Me gusta mucho, me gusta cada día más este blog.
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