La frescura del minimalismo
Regresa Bombardier de Madrid y me agradece la matraca que le di para que visitara la capital y sus atracciones culturales. Para el forastero, una ciudad desconocida (o poco frecuentada) es una feria. Visitarla equivale a meterse en ella y tomarse una manzanilla aquí, una cañita allá, acompañadas siempre de tapas, que en Madrid forman parte del servicio.
Las tapas culturales de la capital de España son tan variadas como las de París o Berlín, pero con sabor ibérico que, como el auténtico jamón, sólo se produce al sur de los Pirineos.
Bombardier ha dedicado su atención a dos exposiciones concebidas para instruir. Una, dedicada a Modigliani. La otra, al arte minimalista, que tuvo una variante más conocida por Op-Art, arte óptico.
"La exposición sobre minimalismo en la Fundación Juan March", subraya Bombardier, "me ha fascinado, porque ha sido un antídoto a cierto prejuicio estético mío. El arte minimalista es uno de los que menos interés han despertado en mí. Me dejaba tan indiferente que ni siquiera estimulaba mi imaginación crítica."
"Y después de ver la exposición de la Fundación March, te ha cautivado..."
"No. Sigue sin atraerme. Pero gracias a esa exposición he llegado a comprenderlo y he encontrado su valor estético. Sea lo que sea eso del valor estético."
La exposición tiene por título MAXImini. Tendencias de máxima minimalización en el arte contemporáneo, abierta en la FJM hasta el 25 de mayo.
"¿Tan buena es la exposición?", le pregunto.
"Excelente. Aunque, a decir verdad, no sé si será buena o mala. No conozco ese movimiento artístico, y no puedo juzgar el trabajo de los organizadores con conocimiento de causa. Pero la selección de obras, el orden de la muestra, y el folleto-catálogo que regalan a la entrada tienen un valor instructivo altísimo. Uno sale con la sensación de haber aprendido algo interesante e importante."
"¿Fue importante el Op-Art? Yo lo tenía por un estilo menor, formalista, propio del pragmatismo norteamericano, sin posibilidades de evolución."
"Algo de fundamento hay en esos prejuicios. Pero si visitas la exposición observarás en ella una dimensión intercontinental que, al menos en el organigrama del folleto-catálogo, parece impresionante. La exposición es en realidad una colección de arte recopilada por una serie de académicos a sueldo de la empresa pionera del automovilismo Daimler de Sttutgart."
"El complejo del arte."
"Exacto. La creación sin las grandes empresas multinacionales como sustento, patrocinio y refugio de artistas sería hoy algo diferente. Me gusta pensar que sería mejor, pero eso es un enigma insoluble... A lo que iba. Esta exposición de MAXIminim asegura que el minismalismo está presente en el arte moderno desde la aparicición de las vanguardias hasta hace nada. Dura un siglo, y a lo largo de esos cien años atraviesa los anillos estelares del abstracto originario (según los organizadores, el inventor del minismalismo fue Adolf Hölzel, un académico de Stuttgart converso tempranamente al abstracto, aunque a mí me suena un poco a concesión localista y empresarial), el dadá y el cubismo. Y luego deriva en una serie de círculos artísticos en Zurich, Washington DC, Sydney, Londres, Düsseldorf y también París, claro."
Bombardier asegura que lo que más le ha llamado la atención de la exposición ha sido el Movimiento Zero, un grupo de rebeldes muy educados (en todos los sentidos) que se formó en Düsseldorf. Un estupendo documental de la televisión alemana, realizado en 1960, lo explica muy bien en uno de los monitores instalados en MAXImini.Se titula Kunst Maler ohne Farbe und Pinsel, Pintores artistas sin color ni pinceles, de un tal Gerd Winkler. Bombardier califica a ese documental de "fresco y fragante".
"Y lo más curioso es que esa frescura no es sólo original, se ha multiplicado con el tiempo. El documental describe las técnicas creativas de los artista del grupo Zero, que nacio en la RFA a finales de los años cincuenta, y tuvo una réplica en Holanda (grupo Nul) y versiones y tendencias en otras ciudades europeas, entre las que se encuentra, invitablemente, París. Ante la cámara actúan una serie de jóvenes dinamiteros de la estética tradicional entonces, que era fundamentalmente vanguardista. Unas actuaciones desenfadadas e ingenuas. Estos jóvenes me recordaban a la precedente generación de existencialistas, con la visible diferencia de que los pintores estaban rasurados, vestían con aseo y compostura y no fumaban en pipa, sino cigarrillos. Además, no hacían ostentación de promiscuidad, sino de lo contrario, de sus familias, porque en varias secuencias los protagonistas de la creación son los hijos de los propios pintores. Aparece una especie de performance callejero en Düsseldorf, en el que un grupo de atildados artistas reparte panfletos a una multitud muy civilizada, proclamando la vigencia de su arte anticonvencional, anticromático y antirreflexivo. Y en otra secuencia, un grupo de chicos y chicas sonrientes exhiben unas pancartas con afirmaciones antiartísticas de fragancia dadá. Y la escena más fresca es la de una pareja, él, pintor, ella, cómplice de la acción ilegal de su marido o compañero, porque vigila la aparición de la policía, mientras su chico arranca cartelones pegados en las paredes de una calle parisina, para utilizarlos como material de trabajo en su estudio."
"Sí. Eso parece muy fresco."
"Y lo es, en sí mismo. Pero más todavía desde nuestra sofisticada perspectiva actual, en la que predomina la osadía agresiva y vulgar, el montaje publicitario diseñado en Nueva York y la pedantería intelectual. Comparado con todo esto de hoy, aquellas actividades de hace más de medio siglo eran de una ingenuidad conmovedora. Y eso que en su época eran de un radicalismo sospechoso, en un escenario de guerra fría inquietante."
Los alquimistas bohemios
"Bueno, ¿y qué me dices de la exposición sobre Modigliani?"
"También estupenda. En ella he visto la desolación psicológica de la vanguardia original. Las vidas de perro y las muertes románticas de aquellos individuos singulares que, al lado de los artistas emergentes de hoy, eran alquimistas bohemios, porque trasnformaron la escoria en oro, aunque casi ninguno lo pudo aprovechar. El pobre Modigliani murio tísico en plena juventud. Y su mujer se suicidó una semana después, embarazada de su segundo hijo. La exposición merece la pena en todos los sentidos, en especial en el didáctico. Aunque yo creo que la mayoría de los visitantes, personas mayores que hace una década no habrían osado entrar en un salón de pintura, tenían una actitud de veneración ante aquellos paisajes, aquellos desnudos, aquellos retratos. Es como las iglesias de hace siglos, donde las personas acudían en busca de consuelo espiritual y a instruirse en las vidas de los santos, pintados en paisajes, retratados y algunos de ellos y ellas decentemente desnudos. Es cierto eso de que la religión de los paganos del siglo XX es el arte."
"Vuelve a serlo."
"¡Ah, sí! ¿Por qué?"
"Porque el clasicismo griego y romano se refería a la religión de los paganos de entonces."
"Vaya. Tienes razón. No había caído en eso. Será que regresamos al paganismo."
"O al clasicismo."
Sensaciones, ideas y fantasías
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1 comentario:
Qué envidia tu excursión cultural a la capital.
Me quedo con ganas de ver la exposición de Modigliani, cuya obra me interesa más que su oscura y desgraciada vida. Pensar que este hombre llegó a tirar, en pleno rapto de locura, varias obras suyas al Sena... Me sobrecoge la biografía de Modigliani, cuyas últimas fotografías revelan la decadencia física y psicológica a que le condujo una vida marcada por los excesos.
Pero me gustaría más poder ver sus cuadros: esos cuerpos alargados, deformados por una mente enferma, los ojos sin vida de sus personajes.. Y sobre todo el color, un aspecto quizá no demasiado comentado de Modigliani. Estoy deseando echarme a la cara sus cuadros para apreciar realmente cómo es esa luz anaranjada que emiten sus lienzos.
En fin, más adelante seguro que hay ocasión.
Saludos y gracias por el paseo cultural
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