EXIT es una de las 14 revistas de arte censadas que se publican con diversa periodicidad en papel. En total, y según este censo que se puede encontrar en la página Revistas Culturales, se editan 110 revistas culturales en España.
El número 29 de EXIT, publicación trimestral de Olivares y Asociados S.L., se dedica a la pornografía. En portada, el reclamo es “Peepshow. El espectáculo del sexo”, sin ninguna obscenidad visible.
Siento muy poco interés por la pornografía en su relación con el arte, que no niego que la tiene. Como dicen algunos de los implicados en este número de EXIT, el sexo y la muerte son dos temas universales en la representación artística desde el principio de los tiempos.
No es que menosprecie o directamente desprecie la pornografía. Simplemente prefiero la belleza. Y también lo que se insinúa o se propone a la imaginación, antes que lo que se ve. El naturalismo descarnado, vulgar, ha tenido predicamento y vuelo cortos. Al final, se ha acabado imponiendo un aspecto perverso de la vida natural: la crueldad, el dolor, el daño colateral, el suplicio, la desesperación, el berrido.
Lo curioso de este número de EXIT es que la pornografía no está por ninguna parte, ni siquiera en términos académicos, como fenómeno digno de estudio. Así que el anuncio es engañoso.
La editora de la revista, Rosa Olivares, finaliza su editorial, “Un lugar sin límites”, con una serie de afirmaciones a mi juicio inapropiadas.
Esta revista [quiere decir el número de esta revista] está dedicada a todos los que miran, a todos los que saben mirar sin dejarse llevar por prejuicios o convencionalismos sociales estereotipados. A aquellos que no temen a sus propios deseos, que conviven con sus miedos y que habitan un territorio sin límites, un lugar peligroso pero tal vez el único en el que pueden vivir.Da la impresión que ha compuesto el número para consumo de enfermos mentales, de individuos de mente patológica. Pero no es así. Sin duda al escribir estas palabras se ha dejado llevar por el espíritu de la publicidad, porque aventurar que no conocía el contenido de su revista al redactar el editorial, sería un insulto.
Sírvase el lector de este repaso del número en cuestión, que es interesante, aunque le veo muy centrado en los “porno-artistas” (es una broma) extranjeros. También echo en falta una referencia al cine, que es el medio mejor se ha expresado la pornografía. Y en España tenemos una buena representación de erotómanos, desde Berlanga a los “pompier” del cine erótico, Bigas Lunas y Vicente Aranda.
“Visiones eróticas. El cuerpo expuesto”, artículo documentado e interesante de Marina Wallace sobre la fotografía y el erotismo a lo largo de la historia de este arte. Subraya la idea de que la fotografía se tomaba, no se hacía, porque esto último correspondía más a la pintura; pero esto fue sólo al principio.
Entrevista a Kohei Yoshiyuki, un experimentado fotógrafo japonés, que en la década de los setenta se dedicó a tomar fotos de mirones en los parques de Tokio, haciéndose pasar por uno de ellos. Los mirones miraban la práctica del sexo al aire libre, cosa que los practicantes deberían conocer. Curiosos estos detalles de ciertas costumbres japonesas.
Entrevista a Susan Meiselas, fotógrafa que dedicó tres veranos (hacia 1990) a acompañar a estripteuses de ferias ambulantes en los EUA. El resultado fue un libro titulado Carnival Strippers. Para realizar su trabajo, se disfrazó de hombre, uno más de la concurrencia, pero con cámara. Centró el objetivo de ésta básicamente en el público que observaba a las artistas. Fuera (incluidos púberes que los padres llevaban a este rito iniciático), y dentro de las carpas, esto último con la complicidad de las estripteuses. Dice Meiselas:
“La mayoría eran mujeres de pueblos pequeños, de comunidades muy aisladas en las que se presionaba a las chicas que no se conformaban. Tenían ideas diferentes sobre ellas mismas. Si no querían trabajar en la fábrica o ser amas de casa, no había muchas posibilidades en aquellas comunidades, así que decidían coger la carretera. Era una aventura, algo romántico. Les guiaba un espíritu de búsqueda, el ser más independientes.”
Meiselas hizo después Pandora’s Box, un libro con textos y fotografías de un prostíbulo de Boston o NY, no recuerdo, para clientes masoquistas. Contó con el permiso de los implicados. Hay algunas instantáneas en las páginas de EXIT, y desde luego no avergonzarían a un niño de los que ven diariamente la televisión en horario infantil.
Información de Big Sister, de Hanna Jakrlova. Es también un libro, en el que se retrata un prostíbulo abierto en Praga con este nombre, para internautas. Las habitaciones disponen de un circuito de cámaras. Se puede mirar desde cualquier parte del mundo pagando una cuota. Los clientes del prostíbulo, sin embargo, no pagan, porque saben que los están observando.
Entrevista a Larry Sultan, fotógrafo norteamericano. Fotos sobre sexo en una urbanización. Dice el autor:
“Las zonas residenciales forman un importante telón de fondo para determinados temas que son oscuros y escapan a nuestro control”… “las casas se vuelven siniestras, se convierten en lo que son. Aquellas casas en las que crecí eran casas profundamente inestables; inestables por mi experiencia de las peleas familiares que tuvieron lugar en su interior, inestables por mis propias fantasías masturbatorias y por las cosas horrendamente despreciables que mi hermano hizo en casa”.
Este proyecto le ocupó un montón de años, y discurrió de la inocencia inicial al vacío final. “Para mí, las fotos menos interesantes de ese libro son las de sexo. Nadie las mira, son aburridas. El tema está agotado. La primera versión del libro trataba principalmente de muebles y habitaciones… A lo largo de los años cambió para convertirse en más humano”. Y entonces se echó a perder, por lo del sexo explícito.
La lectura de esta entrevista provoca la idea de que Sultan no está nada contento con su trabajo. No es de extrañar, por el tema morboso y doliente en el que se centró. La vida en una urbanización, como la vida en un piso de viviendas, o en una casa de campo tiene de todo. Momentos agradables, sensaciones para el recuerdo, y momentos que merece la pena olvidar. Pero el arte moderno ha decidido que esos momentos desechables son los que representan la existencia, y se ceba en ellos.
¡Qué le vamos a hacer! Entramos y salimos. Nos apasionamos, nos aburrimos. Nos abrumamos, nos deprimimos. La vida es todo. El arte es todo.
1 comentario:
La pornografía y el arte son, bajo mi punto de vista, radicalmente incompatibles. Lo pornográfico es obsceno y zafio por definición. Y el arte, también por definición, no es obsceno ni zafio, salvo que se tenga un concepto tan amplio de arte que se pierda la perspectiva y se acabe desnaturalizando el término hasta el punto de hacerle perder su sentido. Si arte es todo, nada es arte.
Conste que no habla un moralista o un anticuado señor de Murcia. Simplemente alguien que trata de distinguir entre el sexo, con o sin amor (en su amplia gama de acepciones), con el porno: exhibición impúdica de las intimidades ajenas. Pornografía sexual, gastronómica o sentimental son, a mi parecer, la misma degradación. Se vistan de arte, de vanguardia o de lo que mejor se lo ocurra al cantamñanas de turno.
Por descontado que, como apuntas, en algunas secuencias de ese mago de la sugestión que era Buñuel, hay sexo de más intensidad, rango y perversión que en las ingentes masas de cochambre que contienen esos modernos receptáculos de basura conocidos como películas porno.
Un saludo
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