Mi amigo Bombardier lo anticipó.
Hoy, entro al trapo.
Alguien me ha enviado un mensaje incitándome a votar.
ELLOS VAN A VOTAR..........
TU TAMBIEN DEBES DE IR, NO TE QUEDES EN CASA.
No me dicen a quién tengo que votar. No es necesario. Se da por supuesto, se da por seguro.
A la verdad indiscutible. Amén.
Al progreso en continuo avance. Amén.
A la luz deslumbradora. Amén
A la paz universal. Amén
A la libertad en expansión. Amén. Amén. Amén.
¿Quién puede elegir otra cosa mejor? ¿Quién puede negar su voto a la justicia inapelable, a la fraternidad irresistible, a la igualdad rasante?
ELLOS. Sólo ELLOS.
Pero, ¿quién demonios son ELLOS?
Ha quedado dicho de esa manera implícita, sinuosa, pérfida.
ELLOS, los abominables, los inicuos, los réprobos.
Muchos ELLOS, tantos, que ponen en peligro el reino de la bondad y la buena voluntad.
¡Cómo es posible, por Zeus, que se les permita votar! ¡Por qué nuestra bondad nos lleva al extremo de permitirles hacer algo que puede ser letal para el Bien Eterno!
¿No sería mejor acabar con ELLOS?
¡A por ELLOS!
De pronto me entra un sudor frío. ¿Mira que si yo soy uno de ELLOS?
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