O una novela que pudo haber cambiado mi vidaDe tarde en tarde sobreviene algo que te produce una sensación de vuelco vital. A veces es un encuentro, otras, un viaje, una visita a un museo, una película, un libro…
Un grueso volumen en el estante de un VIPs de Madrid me llamó la atención hará pocas semanas. No puedo precisar qué, el grosor del libro, la ilustración de la portada, el título,
Crónica del pájaro-que-da-cuerda-al-mundo. No sabía nada del autor, Haruki Murakami. Leí por encima la información de la cubierta, y me pareció que se trataba de una novela del género detectivesco o de intriga. Mi mujer me animó a comprarlo.
Lo empecé a leer de inmediato, movido por el mismo impulso vehemente. Me capturó enseguida. Y cuando, hacia la mitad del libro (que tiene más de 900 páginas) hace su aparición algo oscuro (misterioso), informe (de perfil confusamente humano), plástico y pringoso, comprendí que ese algo que había atraído al protagonista, el joven Tooru Okada, al fondo de un pozo, también me había pescado a mí.
Sin embargo, no tardé en descubrir que la
Crónica del pájaro… no es una novela de intriga.
Tooru Okada es un joven de Tokio, administrativo en paro voluntario, casado con una mujer que le supera en ambición, redactora de una revista especializada. La vida que nos describe Tooru, la suya propia, pues es una novela narrada en primera persona, es anodina, mediocre, de un tipo casi asocial, aunque no parece faltarle ningún tornillo.
El conflicto arranca con la desaparición del gato de la pareja. Tal es el empeño por encontrarlo que la esposa de Tooru, Kumiko, contrata a una especie de vidente que pide reunirse con el administrativo en paro voluntario.
A partir de aquí entran en la narración los singulares personajes que utilizará el autor para construir la acción. Ésta es lineal, progresiva, pero se hunde en el pasado, aunque sólo el de ciertos personajes mayores, que se remontan a su juventud o su infancia en el escenario de la guerra chino-japonesa, la ruso-japonesa y los últimos meses de la guerra mundial. También evoca Tooru Okada su noviazgo con Kumiko, y narra la misteriosa relación de ésta con un hermano mayor, un tipo siniestro, Noboru Wataya, y la soledad y casi la angustia en la que creció Kumiko, hasta encontrar a Tooru.
Al poco de desaparecer el gato, la propia Kumiko hace lo propio, con lo cual Tooru tiene ya dos búsquedas que realizar. Ambas constituyen la espina dorsal de la narración en términos formales, con una serie de costillas que son las peripecias de los personajes contemporáneos y los extemporáneos.
Yo esperaba encontrar en esta novela una descripción directa de la sociedad japonesa, que desconozco por completo. Lo que fui descubriendo fue una visión de Japón reducida al sofocante ámbito de unos personajes inusuales (por raros). Sin embargo, no me sentí decepcionado, lo que leía me ilustraba al efecto esperado. Tenía la impresión de que el autor había escogido a unos tipos excéntricos que el lector japonés sin duda reconocería como símbolos o estereotipos bien trazados de su sociedad, al estilo de los de las novelas de Thomas Mann o incluso de Goethe para el lector europeo. He aquí los nombres, mezcla de japoneses y occientales: las hermanas Malta y Creta Kanoo, May Kasahara, la señora Nutmeng Akasaka y su hijo Cinnamon, el señor Honda, el teniente Mamiya.
El joven Tooru es un japonés anodino, pero muy buen conocedor de la cultura occidental, algo que a la mayoría de los occidentales, incluso a los algo leídos, no nos sucede en relación con los pueblos orientales.
Los personajes excéntricos de la
Crónica del pájaro… urden el bastidor de una acción muy poco agitada, pero preñada de enigmas. El mérito de Haruki Murakami es mantener un intenso clima de intriga sin los recursos habituales de la novela de género. Su fórmula es la excentricidad de los personajes, y su comportamiento, que calificaría de anticonvencional o inesperado. Videntes de apariencia y hábitos surrealistas, una vecina de Tooru que juega a ser Lolita (el autor fija deliberadamente el juego, no es que le salga por descuido una Lolita nipona), pero que está sugiriendo a cada instante que es una persona de genio y cordura excepcionales. Una curandera de lujo y su hijo mudo pero superdotado...
La novela se estructura en tres partes. La primera corresponde al planteamiento. La segunda y un buen trozo de la tercera, al nudo. Y más o menos desde la mitad de la tercera parte, se precipita el desenlace.
Haruki Murakami, trenza con gran habilidad, varios cursos narrativos. Al principio son sólo relatos inconexos, pero interesantes y tensos. Poco a poco se va viendo la relación entre ellos. Murakami administra muy bien la ambigüedad, y crea en el lector una curiosidad impaciente por llegar al desenlace. Estamos deseando desembocar en la conclusión para averiguar si las causas de las sorpresas que vamos descubriendo son naturales o sobrenaturales.
Si he titulado este texto “Una novela que pudo haber cambiado mi vida” es porque todas las expectativas que Murakami crea con ingenio, perseverancia y solidez a lo largo de su novela, se diluyen al final. No es que se derrumbe la novela. Simplemente, se desinfla.
Es una pena. Pero es casi inevitable, porque la coherencia con todo el esfuerzo desplegado era dificilísima. Si Murakami se hubiera inclinado por la solución sobrenatural, la
Crónica del pájaro… no encajaría en el esquema del género Harry Potter o El Señor de los Anillos, y sí podríamos hablar de fracaso. Y si hubiera optado por la explicación natural, lógica, tampoco habría encajado su construcción novelesca en ningún género conocido.
Al no decantarse ni por uno ni por otro, sino por la ambigüedad, Murakami pierde la apuesta en la que se ha comprometido. Porque si la
Crónica del pájaro… es inclasificable, tampoco crea las bases de una fórmula nueva.
Sin duda por eso he perdido las ganas de leer otras novelas de ese excelente autor japonés. Temo que me vuelva a decepcionar después de unos cientos de páginas de agradable y atenta lectura.
Un estrambote dedicado a la editorial, Tusquets. La bibliografía que aparece en la última página del libro ¿es una tomadura de pelo final o es una pedantería? He aquí los dos primeros títulos: Chuurei Kenshoo-kai, Nomoban Bidan Roku, Manshu Tosho Kabushiki Shinkyoo, 1942. Borojeikin (traducido por K. Hayashi y T. Oota), Nomonhan Kuu-senki-soren Kuushoo no kaisoo, Koobundoo, 1964. Y así , ocho más. El último es una biografía de Beria en inglés.
¿A qué viene poner una bibliografía en japonés transcrito en caracteres latinos? Si era para lucirse, podían haberla dejado en caracteres japoneses, como el título de la
Crónica del pájaro…, que no sabemos como suena en su idioma original.
¡Qué pedantería editorial!