Sensaciones, ideas y fantasías

domingo, 8 de junio de 2008

Correo de Lhasa

Salud, gasóleo y pesetas

Dejo para otra correspondencia los detalles que prometía en la última sobre el cartero yugoeslavo que me trae noticias de allende el Tíbet. Necesito interrogarte ahora sobre uno de los detalles más inquietantes.
Los medios de comunicación españoles (aportados por este cartero yugoeslavo) me están transmitiendo una imagen de España que presagia caos y hasta catástrofes.
¿Qué está pasando por ahí, amigo F.? Cuando me retiré al Tíbet, dejé una nación de naciones al borde de la paz perpetua, con un presidente de gobierno confirmado por millones de españoles (incluidos los fraccionalistas) y un Partido Popular en vías de descomposición. Esto suponía una paradoja enigmática, insoportable para mis limitadas mientes. Resulta que los que aseguraban que no había peligro de que el país se despellejara, así que se le podía despellejar sin miedo, habían sido premiados por el pueblo. Y los que se habían empeñado en mantener la piel intacta, de pronto empezaban a tirarse de las greñas.
De súbito, parece haberse desplomado el sólido edificio de la economía que construyó el gobierno Zapatero en su discurso electoral.
Y no sólo eso, no sólo los perversos muñidores de la maldita globalización se han puesto de acuerdo con perfidia y reserva para subir los precios de las materias primas con el único e inconfesable propósito de jorobar la paz universal instaurada por los habitantes de la Moncloa, sino que a Zapatero le ha salido una huelga de transportistas, de pescadores y de otros elementos de la extrema derecha económica.
El caso es que no se trata de aquella clase de junkers, aristócratas ricos e industriales belicistas que colaboraron a la elevación y sostenimiento de Hítler y su partido Nacionalsocialista. Se trata de miserables trabajadores autónomos, de cooperativistas, de pequeños empresarios agobiados por los costes de producción. Pequeño burgueses, enemigos del progreso, egoístas, mezquinos.
¡Pero que está pasando por ahí!
Me dice mi cartero yugoeslavo: “El gobierno de Allende empezó a tambalearse a causa de una huelga de camioneros. Y al final apareció Tiburón Pinochet.”
Es una errada comparación, arguyo. Ni las circunstancias políticas nacionales, ni las internacionales, ni los intereses en juego dentro y fuera de España se parecen.
“Pero, ¿qué puede pasar?”, me interroga el cartero yugoeslavo.
Le tranquilizo. Me figuro que nada grave, aunque puede que alarmante. El talante zapateril será puesto a prueba. Igual resulta que el vallisoletano-leonés es un genio, además de un taimado de la política. Aunque también es posible que intente una de sus jugadas de distracción y enturbiamiento, y le salga el tiro por la culata, porque no es lo mismo pasarle la mano por el lomo a un político en ejercicio (llámese Mas, Carod, Maragall, Ibarreche, etc) que a un bronco camionero, a un fornido pescador acostumbrado a tempestades de verdad. A eso no se les gana con buenas palabras.
Lo más probable, estimo yo desde la distancia tibetana, es que hacia el miércoles o el jueves, agobiados los mercados, los supermercados y las gasolineras, y acogotado el personal ante un panorama de falta de vituallas, los burócratas del gobierno ofrezcan una solución de emergencia a su jefe (primero tienen que explicársela, luego que disfrazarla de retórica, y finalmente, hacer que se la aprenda para que no suelte alguna patochada de esas de España no tiene suficiente agua para enfriar las centrales nucleares), éste la negocie con los cabreados, y se escape del desasosiego. También es muy posible que, a la vez, los forjadores de mitos y opiniones a sueldo del gobierno deslicen a los medios de comunicación algún escándalo llamativo, que de momento duerme en el cajón de los recursos in extremis, con el objeto de distraer al personal.
Enseguida lo veréis. Y enseguida me enteraré, gracias a mi eficiente cartero yugoeslavo.
Salud, gasóleo barato y pesetas desde el Tíbet. (Sí, lo demás son puñetas)
Bombardier

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