La última vez que escuché a Luis Aragonés en un acto informativo fue con motivo de su nombramiento como seleccionador nacional. Recuerdo su aparición en la barandilla del último piso de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. Los cámaras levantaron sus ópticas hacia arriba, y los plumillas elevamos nuestros perfiles en busca del nuevo Júpiter. Luis descendió como un Deux ex Machina y se dejó asaltar complacido por la patrulla de informadores, micrófonos en ristre, en busca de unas palabras de El Elegido.
Luego, a raíz del naufragio de la selección en el Mundial de Alemania de 2006, Luis se convirtió en el enemigo de sí mismo. Nos dejó a todos pasmados con su memoria selectiva. Después de haber anunciado que dejaría la selección si no pasábamos de cuartos, olvidó lo dicho.
Todo el mundo se resignó a aguantar a Luis unos años más, incluidos Guti y Raúl. Pero nadie daba un duro por la selección. Yo creo que el inicio de este Europeo ha sido uno de los menos eufóricos de los últimos lustros en España. Con fatalismo ibérico esperábamos la debacle.
Sin embargo, la sucesión de victorias nos ha dejado a todos perplejos. El Mago de Hortaleza, le llamaban a Luis Aragonés. Más que magia es desconcierto. Luis era un entrenador acabado. La selección, una pandilla de funambulistas del balón. El Campeonato Europeo, un escenario de villanías. ¿Qué demonios ha pasado? ¿Qué ha cambiado? ¿La actitud? Debe ser eso, la actitud. Pero, ¿cómo un hombre al borde de la senectud logra que una banda de pollospera se convierta en un equipo de fútbol?
No se sabe. Pero lo ha conseguido.
Los misterios de la vida son, por fortuna, insondables. Los sociólogos harán sociología con la selección. Los psicólogos, psicología con Luis Aragonés. Los políticos… esos hacen su agosto siempre, gane quien gane en la cancha. (Pero, por favor, que no vaya Zapatero a Viena, por favor, amigo Zapatero, buen rollito, mejor talante, ponte malo o algo así, cualquier excusa la daremos por buena.)
Una vez entrevisté a solas a Luis Aragones. Fue cosa de un cuarto de hora. Tiempo insuficiente para conocer a un personaje. Entrenaba entonces al Atlético de Madrid, en época infausta para él y para su equipo. Habíamos quedado en las gradas de uno de los campos de entrenamiento del Cerro del Espino, en Majadahonda. Empezamos a grabar, pero tuvimos que parar enseguida porque había tres curritos a unos metros de distancia que hacían comentarios en voz alta con el evidente propósito de fastidiarnos. Luis se levantó, se encaró con ellos y les dijo algo así como, “¡Quieren hacer ustedes el puto favor de callarse, maleducados! ¡Estamos trabajando!” Genio y figura.
No quiero especular sobre el resultado del domingo. Me gustaría que ganara España. Pero si gana Alemania, no pasa nada. Yo no saldré perdiendo. Todo gracias a mi nieto, que en estos momentos sigue repantingado en la barriga de su madre, mi hija Waleska. El tipo está demostrando ser una persona inteligente, antes incluso de nacer. Ha esperado a que la final enfrentara a España y a Alemania. De esta forma, gane quien gane, él se asomará al mundo con la copa en una de sus manos. Será un nieto histórico, en todos los significados del término. Padre alemán, Hauke, hija española, Waleska (qué le vamos a hacer, el nombrecito no es muy español, pero en aquellos años les poníamos a los niños unos nombres raritos), española. Y él, una mezcla perfecta de luz mediterránea y contundencia nórdica.
¡Que gane el mejor, diantres!
Luego, a raíz del naufragio de la selección en el Mundial de Alemania de 2006, Luis se convirtió en el enemigo de sí mismo. Nos dejó a todos pasmados con su memoria selectiva. Después de haber anunciado que dejaría la selección si no pasábamos de cuartos, olvidó lo dicho.
Todo el mundo se resignó a aguantar a Luis unos años más, incluidos Guti y Raúl. Pero nadie daba un duro por la selección. Yo creo que el inicio de este Europeo ha sido uno de los menos eufóricos de los últimos lustros en España. Con fatalismo ibérico esperábamos la debacle.
Sin embargo, la sucesión de victorias nos ha dejado a todos perplejos. El Mago de Hortaleza, le llamaban a Luis Aragonés. Más que magia es desconcierto. Luis era un entrenador acabado. La selección, una pandilla de funambulistas del balón. El Campeonato Europeo, un escenario de villanías. ¿Qué demonios ha pasado? ¿Qué ha cambiado? ¿La actitud? Debe ser eso, la actitud. Pero, ¿cómo un hombre al borde de la senectud logra que una banda de pollospera se convierta en un equipo de fútbol?
No se sabe. Pero lo ha conseguido.
Los misterios de la vida son, por fortuna, insondables. Los sociólogos harán sociología con la selección. Los psicólogos, psicología con Luis Aragonés. Los políticos… esos hacen su agosto siempre, gane quien gane en la cancha. (Pero, por favor, que no vaya Zapatero a Viena, por favor, amigo Zapatero, buen rollito, mejor talante, ponte malo o algo así, cualquier excusa la daremos por buena.)
Una vez entrevisté a solas a Luis Aragones. Fue cosa de un cuarto de hora. Tiempo insuficiente para conocer a un personaje. Entrenaba entonces al Atlético de Madrid, en época infausta para él y para su equipo. Habíamos quedado en las gradas de uno de los campos de entrenamiento del Cerro del Espino, en Majadahonda. Empezamos a grabar, pero tuvimos que parar enseguida porque había tres curritos a unos metros de distancia que hacían comentarios en voz alta con el evidente propósito de fastidiarnos. Luis se levantó, se encaró con ellos y les dijo algo así como, “¡Quieren hacer ustedes el puto favor de callarse, maleducados! ¡Estamos trabajando!” Genio y figura.
No quiero especular sobre el resultado del domingo. Me gustaría que ganara España. Pero si gana Alemania, no pasa nada. Yo no saldré perdiendo. Todo gracias a mi nieto, que en estos momentos sigue repantingado en la barriga de su madre, mi hija Waleska. El tipo está demostrando ser una persona inteligente, antes incluso de nacer. Ha esperado a que la final enfrentara a España y a Alemania. De esta forma, gane quien gane, él se asomará al mundo con la copa en una de sus manos. Será un nieto histórico, en todos los significados del término. Padre alemán, Hauke, hija española, Waleska (qué le vamos a hacer, el nombrecito no es muy español, pero en aquellos años les poníamos a los niños unos nombres raritos), española. Y él, una mezcla perfecta de luz mediterránea y contundencia nórdica.
¡Que gane el mejor, diantres!
2 comentarios:
Que gane España, Fernando, que Alemania tiene muchos títulos y nosotros estamos muy necesitados.
El misterio de la selección es que no hay misterio. España ha jugado muy bien durante los últimos años. Era cuestión de tiempo que tenían que llegar los resultados. Lo que pasa es que la prensa, la deportiva española es muy sensacionalista, se echó encima de Luis cuando nos eliminaron en el Mundial de Alemania. Luego el propio Aragonés les ha dado mucho juego al no convocar a Raúl.
Lo que más me alegra del éxito de España es, sin duda, el reconocimiento internacional a Luis. Ha trabajado mucho. Se lo merece.
Pues ya tengo ganas de que te hagan abuelete... ¿contarás batallitas? (sin acritud eh!).
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