Termino de leer La reina de los sueños, novela de la que es autora la hindú Chitra Banerjee Divakaruni, que vive en los Estados Unidos.
Divakaruni es autora de La señora de las especias, otra novela que compré al azar en una librería de viejo, y que me fascinó. En ella hay un personaje principal y todos los demás son secundarios, ninguno de los cuales tiene un relieve especial. La anciana propietaria de una tienda donde se preparan y venden especies hindúes, situada en una ciudad de California, rememora su formación en una remota isla de la India, en una suerte de convento regido por sabias ancianas, y vive las contradicciones de la forma de ser y actuar norteamericana.
La reina de los sueños tiene, por el contrario, varios personajes principales, y los secundarios intervienen en la primera línea de frente en casi todas las ocasiones. Se trata de una mujer norteamericana de mediana edad, hija de una familia hindú emigrada, de su madre, una persona formada también en un convento remoto de la India para capturar los sueños de las personas, interpretarlos y ayudarlas, el marido de esta mujer, y al menos tres personajes más que explícita o implícitamente suelen estar presentes en la acción.
La reina de los sueños describe los conflictos afectivos de la madre soñadora y la hija norteamericana, pero que no sabe qué hacer con sus raíces hindúes. Esto se manifiesta en la tensión que la hija ha mantenido con la madre y en el fracaso del matrimonio de la joven con su marido hindú, del que tiene una niña que al final de la novela dará sentido a todo lo que se ha descrito.
La narrativa discurre por tres carriles.
La voz de la madre, que cuenta los desgarramientos de su vida y rememora sus años de formación, en una línea muy parecida a la de la protagonista de La señora de las especias. Hacia la mitad de la novela, la voz de la madre se escucha a través de unos apasionantes “Diarios oníricos”.
El segundo carril narrativo es la propia hija de la soñadora, que plantea con una intensidad literaria formidable sus numerosos conflictos, de identidad, afectivos, artísticos (es pintora).
Y el tercer carril es la voz del narrador (o narradora) omnisciente, que sigue en paralelo a la hija de la soñadora, y nos permite verla desde un punto de vista externo, lo cual no lo hace más objetivo, sino simplemente más rico.
Uno de los escenarios más sorprendentes de la novela es el 11 S, que los protagonistas viven desde San Francisco. Está hacia el final de la historia, en el momento adecuado, y dándole un sentido a todo lo que hemos ido conociendo, los problemas de una sociedad compuesta de numerosas culturas muy diferentes entre sí.
Sin embargo, lo esencial de La reina de los sueños es la atmósfera onírica y mágica. No tiene que ver nada con el realismo mágico, y mucho menos con la fantasía de mundos inventados, tan querida del mundo anglosajón. Aquí, el terreno que pisa el lector es hindú, nada de genios, magos, monstruos o enanos, ni de hadas rubias y héroes todavía más angelicales.
La naturalidad con la que los hindúes de La reina de los sueños viven su cultura y sus creencias viene a ser el equivalente al catolicismo de los italianos o los irlandeses norteamericanos. Pero para quienes no estén familiarizados con el hinduismo, como es mi caso, la novela de Divakaruni es rica, hermosa, entretenida y fascinante.
La reina de los sueños está editada por Ediciones B, del grupo Z, en 2005. La excelente traducción del inglés es de Sonia Tapia.
Sensaciones, ideas y fantasías
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