Sensaciones, ideas y fantasías

lunes, 7 de abril de 2008

Bombardier se echa al monte

Aparece Bombardier a la hora del café y me suelta sin prólogo ni advertencia:
“Los políticos occidentales se han propuesto acabar con la democracia realmente existente, y no tardarán más de una generación en conseguirlo. Ya veremos qué tipo de gobierno cristaliza en la ancianidad de nuestros nietos.”
Bombardier ha pasado el fin de semana en el monte con una partida de guerrilleros. Eso y un telediario venenoso que acaba de ver, le han debido sulfurar.
“¿Pero no estabas de viaje astral, en busca del equilibrio perdido?”, le recrimino.
“Por eso me he echado al monte.”
“¿Con una partida de guerrilleros?... ¿Jueguecitos de rol?”
“Dos partidas. Y no eran guerrilleros. Es una sociedad de cazadores de la Vall d’Albaida. Pero con todo el aspecto de una partida de bandoleros o de revolucionarios.”
El valle de Albaida está al sur de la provincia de Valencia, lindando con la de Alicante. Es una larga sucesión de huertos de vid, frutales, algo de cereal, naranjos y barbechos, escoltado todo de montañas que llegan al mar a la altura de Gandía. Como diría un libro de texto de los de antes, allí conviven la industria y la agricultura en próspera armonía.
“Tengo un amigo yugoslavo que hace de cartero en un pueblo de aquella comarca. Tiene experiencia guerrillera y es cazador, y se ha sumado a una partida de la Pobla del Duc que se dedica los fines de semana a exterminar conejos. Me invitó, y acepté. ”
“Pero si estamos en temporada de veda.”
“No para ellos. Tienen bula administrativa. Una plaga de conejos está destruyendo vides, frutales y hortalizas. La agricultura de la zona está en peligro. Y tienen que defenderse.”
“¿Y la administración no hace nada?”
“La administración es un laberinto de burócratas que se lavan las manos. Los del negociado de agricultura responsabilizan al negociado de medio ambiente, y los dos se hacen los tontos para que los agricultores resuelvan el problema como puedan siempre que no empleen el veneno.”
“A tiros.”
“A tiro limpio. Uno de los agricultores-cazadores…”
“Suena a categoría paleolítica”, le interrumpo.
“Pues los rifles que tienen son automáticos, de cinco disparos, aunque les obligan a modificarlos a tres… Bueno, pues este hombre me comentaba que cada vez que se reúne con un burócrata se le alteran los nervios. Una vez, me dijo, enviaron unas máquinas a desbrozar un barranco, y llamaron a todos los medios de comunicación, que grabaron el evento. A los cien metros, pararon. Los periodistas se marcharon. Las máquinas, también.”
“Una medida acción mediática.”
“Un cachondeo. Por eso han decidido formar partidas y dedicarse a matar conejos a mansalva. Se gastan una fortuna en cartuchos. Pero lo cierto es que se lo pasan bien. Estuve almorzando con ellos en un bar del pueblo, y me sentí libre de ataduras intelectuales. Estas personas, estos agricultores armados, son el armazón del orden social.”
“¿Esos guerrilleros?”
“Exacto. Imagínate un caos, un desorden inaceptable. Saldrían personajes como esos, risueños, imperturbables, con sus armas en bandolera, a defender lo suyo.”
“Te estás yendo otra vez hacia el Apocalipsis, Bombardier.”
“¿El Apocalipsis? Te aseguro que al ver a esos tíos sin afeitar, con sus cananas y sus escopetas, me estaba imaginando lo que sería un conflicto armado consecuencia de la voracidad disolvente de ciertos políticos. Enseguida saldría gente con rifles de caza o deportivos y se liaría la gorda. Sólo sería necesaria una campaña aplastante de propaganda. No haría falta ni crear odio, sólo la idea de que los que pensaran distinto eran los conejos de ahora, los enemigos de las cosechas, los que quieren acabar con lo nuestro.”
“Pero, ¿qué eran?, ¿tipos brutos y sin educación?”
“¡Qué va! Hombres como tú y como yo. Mucho más interesantes, con un sentido del compañerismo y del humor insuperables. Y bastante inteligentes, sin esa ambición mediocre de los urbanitas. Ya te digo que me sentí tan a gusto con ellos que se me borró la pátina intelectual que llevamos como un lastre los que tenemos carrera universitaria. Por cierto, me dijeron que a los jóvenes es muy difícil hacerlos cazadores. Que prefieren la juerga, la discoteca, la moto… Las armas les importan un rábano.”
“A mí también. Sólo he disparado media docena de veces. Todas en la mili. Y todas fuera de la diana.”
“Sí, pero tú no eres de familia de cazadores ni vives en un pueblo.”
“Se está acabando el pueblo.Ya no hay paletos.”
“Es mentira. Los paletos son la reserva espiritual de cualquier sociedad. Si no fuera por los paletos, careceríamos de futuro. Te aseguro que ha sido maravilloso compartir un fin de semana con esas partidas de guerrilleros. Un consuelo para el sofoco cultural de la ciudad.”
“Pues me alegro por ti.”
“Gracias.”

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