Sensaciones, ideas y fantasías

domingo, 10 de agosto de 2008

Sonntagsmorgen in Nürnberg







Conozco Alemania desde hace 40 años, y desde lejos he seguido sus transfiguraciones. No he dejado de visitarla desde entonces, con diferente frecuencia, pero nunca con tan poca asiduidad como para dejarme sorprender por los cambios. Y sin embargo, cada vez que recalo en estas tierras milagrosas, me siento tan fascinado por ellas como la primera vez.
Cómo es posible esto si Alemania es una de las viejas naciones europeas más fieles a sí misma? Mucho más que Italia, bastante más que Francia y algo más de Gran Bretana. Tan sólo los países nórdicos deben perseverar intuitivamente en su identidad más que Alemania.
Me refiero a lo que se ve, pero también a lo que se siente, a lo que se percibe a través de vaya usted a saber qué terminales nerviosas, quizá más síquicas que físicas. Pero la psicologia de un individuo cambia con el paso de los anos. Y yo reacciono a los estímulos alemanes exactamente igual, siempre: me admiro, me conmuevo, me enamoro. Una única y poderosa novedad: cuando yo tenia 18 anos y conocí Alemania me figuré viviendo en ella, aunque sabía que no era más que un sueño, ni siquiera una aspiración; hoy, sin habérmelo propuesto, una parte de mí se ha instalado en Alemania. Se llama Jannik y es mi nieto. El destino (que no es más que una fantasía) me ha gastado una estupenda broma.
Hoy domingo, como ayer sábado, he colocado a Jannik en el carrito y me he largado a pasear con él por el barrio de Thon, para que sus padres duerman un ratito más. Pasado manana cumplirá seis semanas y todavía da un poco de lata por las noches.
Dos pasatiempos me entretienen en estos paseos matutinos por calles que se parecen más a caminitos de jardines envueltos en un aura de silencio que a calzadas urbanas, si borramos del retrato los vehículos aparcados. Uno es observar con fascinación los gruñidos, los gestos y las muecas de Jannik. En dos minutos puede pasar de la desesperación a la beatitud, a través de una escala de expresiones que abarcan la sonrisa, la ironía (puede tener un bebé este sentimiento?), la rabia, la sorpresa, la decepción, la risa franca (por qué?, qué clase de estímulos interiores, de ensuenos, enviaran mensajes a sus músculos faciales?). Jannik también hace gimnasia sin cesar, salvo cuando esta profundamente dormido, que es algo súbito, transitorio. Estira y encoge los brazos, las piernas, aprieta los intestinos para expulsar los aires, se revuelve de un lado a otro como si le picaran hormigas, bosteza y finalmente arranca a gemir o a llorar como está haciendo ahora mismo, mientras termino este párrafo.
Qué pasa, Jannik, bonito, Delikatessen? (Todo el mundo dice que está para comérselo, y dice bien. Qué significado tendrá este sentimiento? Es el canibalismo la suprema manifestación del amor? Sea. Pero que todo se quede en meras invocaciones.)
Empuja y se retuerce. Si pudiera hablar me diría, que estoy estreñido, abuelo, y necesito hacer caca. O, qué no ves que estoy muerto de hambre? Haz el favor de llamar a mi Mutti para que me enchufe la teta.
El segundo pasatiempo en estos paseos es observar el paisaje, en realidad una sucesión de callejuelas y pasadizos entre hotelitos (y hotelazos), jardines adornados con todo tipo de flores, macetas y maceteros, aditamentos, porches, cenadores, arbolitos decorativos, árboles de siete u ocho metros de envergadura. Son abetos, olmos, tilos, acacias, alerces. Lo digo un poco al azar. Nunca he podido retener en la memoria más allá de seis o siete tipos de árbol. Los árboles de los jardines alemanes pueden llegar a ser majestuosos. Algo que contradice el aire burgués, incluso pequeño burgués, de estos jardincitos doblemente contradictorios. Porque uno puede pensar que aquí habitan médicos, ingenieros, aviadores, profesores de universidad aficionados a plantar calabayas y enanitos. Pero no, a veces, en la valla de uno de estos hotelitos hay un cartel que identifica a su dueño: un fontanero, un jardinero (esto se ve, el hotel tiene al lado un vivero con invernadero de cristal), un solador... Son trabajadores posiblemente autónomos, que han reunido una fortunita a lo largo de su vida y la han convertido en vivienda de cuento.
Esta es la expresión definitoria: de cuento. Estos escenrios son de cuento. El verano alemán es de cuento. Las personas con las que te cruzas en los caminitos húmedos donde el sol se filtra amablemente a través de enredaderas, de hiedra o de arbolitos cargados de manzanas, todo eso es de cuento.
Existe una realidad de cuento? Que realidad es esa? La infantil, la de los Jannik del planeta, sobre todo la de los Jannik a quienes no les falta ni un pañal en Europa.

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