Calle Oliver
Sensaciones, ideas y fantasías
miércoles, 20 de mayo de 2009
De Calle Oliver a Oliverrock
Estimados amigos.
Si tenéis interés en seguir leyendo mis ocurrencias, os recomiendo que entréis en mi blog
www.oliverrock.wordpress.com .
Me resulta imposible trabajar en este. De hecho, si logro colocar este texto será por pura casualidad o por merced de la suerte o de las brujas. He hecho innumerables intentos de colgar nuevas entradas aquí y me ha resultado imposible. Así que abernuncio, que diría Sancho.
Me paso a Word Press.
Gracias y disculpad.
domingo, 10 de mayo de 2009
Revelaciones
No tengo ni idea de quién es Hanna Montana. Sólo he oído hablar de ella en los suplementos de los diarios y también en las secciones de espectáculos. Descubro ahora que es Miley Cyrus: Miley Cyrus. Hanna Montana. De niña prodigio a fenómeno global. ¡Qué gilipopez!
Por alguna razón que no me causa pesar debo estar al margen de la globalización.
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Jesús Pardo publica en RBA la tercera parte de sus tremebundas memorias, Borrón y cuenta vieja. Leí la primera, Autorretrato sin retoques. Y tanto. Se pinta en ese libro como un borracho perdulario, cruel con su primera mujer (hoy, igual le habían metido en un calabozo). No disimula ni oculta ninguno de sus defectos.
Jesús Pardo fue periodista de agencia, corresponsal en Londres y en otros lugares. Allá donde estuvo llevó una vida disoluta y se juntó con tipos como él. Su sinceridad brutal es lo mejor de su literatura. También ha escrito novelas, buenas, por cierto. En su primer libro de memorias describe a sus amigos, casi todos hombres cultos, con la misma falta de piedad que habla de él mismo.
No pienso perderme Borrón y cuenta vieja. Vean ustedes lo que dice de sus colegas, por ejemplo, yo: “Mire, en griego moderno, periodista se dice polígrafo efímero. ¿No le parece cojonudo? Yo he sido polígrafo efímero muchos años, pero siempre quise ser polígrafo permanente.”
¡Cómo cambian los tiempos! Jesús Pardo siempre ha dicho palabrotas. Pero que ABC las reproduzca es todo un síntoma. ¡A dónde vamos allegar!
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Esta semana que entra participaré en algunos eventos. El primero es el que señala la fotografía de arriba (ya sé que Josep no lleva acento, es cosa de los duendes de la imprenta). En Calpe, presento mi biografía de Renau con una conferencia sobre su vida, dirigida a la población local, en la que hay casi tantos extrajeros como españoles. Será un audiovisual con Power point en dos idiomas, español y alemán.
Después de sucesivas aproximaciones a la figura de Renau, esta vez le enfoco con la luz de Fausto. Renau pactó con el Diablo, con Dios y con todo bicho viviente. Como Jesús Pardo (no le conozco, pero lo deduzco) debió ser un tipo imposible de vivir con (anglicismo intolerable, pero útil). Pero su personalidad tumuluosa, grande, corrediza, sólida y transparente seducía a quien pasaba a su lado y se quedaba un rato con él. A algunos hizo un daño perpetuo, por ejemplo sus hijos (de su mujer, Manolita, mejor no hablar), a otros, les fastidió mientras ellos se dejaron, por ejemplo, Marta Hofmann.
El plato fuerte de mi conferencia en Calpe es la exposición de carteles propiedad de Manuel Ferrando, empresario talentoso y coleccionista de mérito. Un par de carteles son inéditos, no están catalogados, y casi ni se sabía que existieran. Merece la pena ver esas reproducciones de los trabajos renaudianos, que él menospreciaba, dicen. Sin embargo revelan la quintaesencia de su talento. Seguro que Renau no quería saber nada de ellos porque hacían publicidad de películas capitalistas. Pero de los carteles de Chapaief, de Éxtasis y de otras películas “de autor” perfumadas de marxismo, estaba tan satisfecho, el hombre.
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El otro evento en el que participo en la sombra es la exhibición de una escultura monunmental de Víktor Ferrando en la Casa de la Beneficencia de Valencia. Se trata de El Guerrero de Lucentum, una versión ferrandina de Alejandro de Macedonia. Compuesta de desechos ferroviarios y de otras procedencias de diversos oficios hoy desaparecidos, se expone como ejemplo en una muestra sobre reciclaje etnológico titulada Encreuaments, por aquello del cruce de distintas naturalezas de la naturaleza histórica o de la historia de la naturaleza, no lo sé muy bien.
Víktor Ferrando sí es un fenómeno de la naturaleza. Sin duda habrá otros como él en el mundo. Pero a este, que vive en España y tiene la fortuna de tener un padre con fortuna y fe en él, lo tenemos más a mano. De algún lugar misterioso salen sus esculturas. Las fotografías no hacen justicia a su trabajo. Por eso lo mejor es verlas personalmente. Emiten ondas de energía inclasificable.
domingo, 3 de mayo de 2009
May Day
lunes, 23 de marzo de 2009
La cabeza y las manos de Manolo Fuster
En enero y febrero expuso sus dibujos a pluma en Valencia. Dibujar a pluma y a colores es hoy una rareza. La tecnología, sobre todo, la digital, parece haberse propuesto machacar el mérito artesano. (Sé que no es así, pero suena muy rotundo, muy periodístico)
Los dibujos de Manolo Fuster me impresionaron. A casi todo el mundo impresiona el trabajo de precisión de Manolo Fuster. A primera vista te engaña su apariencia, parecen obras fotográficas. Pero sabes que no lo son. El hiperrealismo, para ser bueno, tiene que contener algo que la fotografía, por si sola, no es capaz de recoger, y que únicamente se da si se trabaja la instantánea, es decir, si deja de ser reproducción mecánica.
Los dibujos a pluma de Manolo Fuster son de una calidad poco común, evidencian talento.
Le dije que reflejaría estas buenas sensaciones en esta bitácora. Y por razones evidentes para quien haya seguido las últimas entradas, no pude cumplir mi promesa.
Ha llegado la hora de hacerlo.
Manolo ha expuesto en marzo en Madrid una serie de litografías que reproducen su obra a pluma sobre papel. El día 28 de este mes lleva su obra al Hotel Chamarel de Denia, donde estará todo el mes de abril.
Yo le he visitado en su estudio, y su técnica me ha pasmado.
Primero, me cuenta, se fija en un tema. Los más recientes tienen que ver con Cuba, donde pasa medio año en su casa de La Habana. Luego, hace fotografías del asunto seleccionado. Con ellas realiza una composición final a lápiz, que finalmente repasa con las plumas mojadas en tinteros de colores.
Pongamos que el tema es un habanero echado indolentemente sobre una moto con sidecar. O quizá un patio interior decaído de la capital cubana. O algo tan anodino como la pared de un zaguán atiborrado de contadores de la luz atrapados en una red de cables.
Manolo se documenta: observa, estudia, hace preguntas a los transeúntes y a los vecinos, saca conclusiones. Yo me lo imagino como un monje budista o zen, plantado ante su objeto de meditación, mirándolo atentamente, retratando en su cabeza el mayor número de detalles, calando en su esencia invisible pero perceptible, mientras el tiempo discurre por todas partes menos por la conciencia de Manolo.
Luego de haber meditado bien su tema, hace fotografías del habanero en la moto y su contorno, del patio desvencijado, del zaguán rebosante de contadores. Vuelve a sumirse en el estudio pausado de esa colección de instantáneas. Poco a poco va forjándose en su interior una imagen. Está basada en lo que ha visto y captado con sus ojos y su cámara, pero también en lo que intuye su sensibilidad. Va introduciendo en el tema original variaciones que le enriquecen, le definen y le delatan.
Así, Manolo Fuster se convierte en un gran delator de la realidad oculta tras la realidad visible. La va desvelando, y cuando la tiene cogida, ¡zas!, la representa en el papel con un lápiz.
Todo esto ha podido llevarle semanas. La ejecución en tinta de varios colores le cuesta un mes de trabajo constante, monacal.
Porque al Manolo Fuster monje budista – zen y al M.F. debelador, sigue el M.F.monje cartujano.
Su estudio de Meliana es lo más parecido a una celda franciscana, con el mundano añadido de libros de arte, artilugios de pintura y una radio con reproductor CD para escuchar música clásica mientras trabaja. La pulcritud del ámbito y el orden casi metafísico facilitan su elevada obligación estética.
Dibujar, raspar, plumilla y guillete en ristre, con una caja rellena de tinteros de colores. Así, ocho horas al día, con una interrupción para el almuerzo. De lunes a sábado, a veces incluidas las fiestas de guardar. Hasta que se da por satisfecho y dice, vale.
La belleza y el equilibrio de su obra trasluce a veces la tragedia, a veces la fantasía, a veces la esperanza.
La pulcritud y la precisión son las dos cualidades combinadas que saltan a la vista en los trabajos de M.F. Pero debajo de ellos y de su resultado aparente hay treinta años de profesión como publicitario, una formación técnica y académica rigurosa y una sensibilidad contrastada por los avatares de la vida.
Manolo dejó hace años la publicidad y dedicó su vocación a la creación y recreación de su propio mundo. Algo que ha conseguido cumplidamente.
El navegante que lo desee puede acceder a la página de Manolo Fuster, pinchando sobre su nombre.
Ha coincidido esta evocación retrasada mía de Manolo Fuster con mi asistencia a una charla en el Ateneo de Madrid sobre la creación artística. Un catedrático, cuyo nombre no recuerdo, exponía con mucho método y gran lujo de power point, una teoría que se resume en esta distinción del discurso creativo: la estrategia de la nostalgia y la estrategia de la decepción. Explicarlo le llevó más de una hora. Pero puso algunos ejemplos para ilustrar su pensamiento. He aquí uno. Dijo que en cierta visita reciente que hizo al Prado en compañía de un dramaturgo, estaban disfrutando de la maravilla del Barroco español, cuando su recorrido se vio interrumpido por una exposición temporal dedicada a la pintura inglesa de la época victoriana. Aseguró que el brusco cambio les provocó casi un shock, y que enseguida cayeron en la cuenta de que se debía al “comercialismo” de la pintura inglesa expuesta.
El Barroco no era, según él, una pintura comercial. Siendo él catedrático, no puedo dudar de su competencia, así que debo interpretar que para él los encargos de eclesiásticos y nobles que dan lugar a la pintura Barroca eran algo distinto a transacciones comerciales, mientras que las fantasías estéticas de los prerrafaelistas que no eran fáciles de vender, formarían parte del mercado burgués emergente en el Siglo XIX. ¿No?
Traigo esto a colación porque Manolo Fuster es un pintor “comercial”, que vende su obra, porque de algo ha de vivir. Y la vende bien. ¿Le descalifica esto para ser considerado un artista, bien sea de la nostalgia, bien sea de la decepción?
Creo que el pensamiento académico sobre el arte necesita un poco más de contacto con la rica realidad del mercado, y un poco más de distancia de los discursos teóricos, que suelen sonar muy bien y parecer perfectos, pero que no son más que meras construcciones en el aire, o en la mente.
martes, 10 de marzo de 2009
Culturas de la Guerra Fría
Se desprecia por rutina el realismo socialista como propaganda patrocinada por el Estado, mientras que la abstracción posbélica del Oeste representa la libertad individual en una sociedad libre. Sin embargo, en nuestro tiempo postmoderno la pintura de Löffler, en parte por sus extraña composición y su absurda temática, se vuelve infinitamente mucho más atractiva.
El autor de esta afirmación es Hunter Drohojowska-Philp, un crítico de arte residente en Los Ángeles, California. Está colgada en el Magazine de la página Artnet. Y se refiere al cuadro Aufbau der Stalinallee (Construcción de la Stalinallee), de Heinz Löffler, pintado en 1953, cuando en la citada avenida Stalin, hoy avenida Carlos Marx, empezaban a levantarse mamotretos de viviendas que hoy en día empiezan a desmoronarse.
La tela puede verse en la exposición Art of Two Germanys/Cold War Cultures, (Arte de las dos Alemanias/Culturas de la Guerra Fría) sita en el LACMA, Museo de Arte Contemporáneo del Condado de Los Ángeles.
Se trata de una serie de pinturas, esculturas, instalaciones y piezas de video de artistas alemanes de los dos estados que convivieron entre 1949 y 1989, la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana.
Naturalmente, sólo conozco la exposición vía internet. Pero la información que puede obtenerse de ella la hace no sólo atractiva para alguien interesado en la creación artística en los países del socialismo real, sino exquisita para cualquier paladar estético curado de sectarismo.
Está dividida cronológicamente, en décadas, y muestra obras de artistas de una y otra Alemania. De este modo puede verse la evolución de la creación plástica en las dos orillas, no siempre paralelas, de un país dividido por la Guerra Fría. Al parecer se pone énfasis en el distinto punto de vista de los creadores. Los occidentales reaccionan al deterioro medioambiental de la RFA, a la histeria terrorista y antierrorista, se ceban en el pasado nazi. Mientras que los orientales obedecen las consignas del Estado, o trabajan fuera del circuito oficial con obras que jamás se expusieron. Es significativo que algunos de los artistas hoy reconocidos por el mercado, por ejemplo Gehrard Richter o Georg Baselitz, huyeron en su juventud de la parte oriental del país dividido.
Según he podido ver en las páginas web del LACMA, en la exposición debe haber paneles en los que se sintetiza la actualidad mundial y alemana año por año, desde 1945, cuando todavía no existían ni la RFA ni la RDA.
Una conclusión curiosa que he leído en alguna de las páginas visitadas es que, todavía hoy, veinte años después de la caída del Muro, los alemanes orientales y los occidentales no se sienten compatriotas del todo, incluso los nacidos después de 1989.
Pero la cita del principio es lo que más me ha llamado la atención. La Guerra Fría impregnó tanto las conciencias de sus contemporáneos, por ejemplo, mi generación, que somos aún incapaces de observar con desapego lo que aquellas sociedades produjeron en el área de la cultura y el arte. Nos obsesionamos mirando las muescas indelebles de la metralla ideológica, e ignoramos el valor propio de la obra.
Aunque poco a poco vamos equilibrando la mirada. El alud de producciones artísticas desde 1990 ha sido tan gigantesco, que desorienta nuestra capacidad de juicio. La ventaja de este atontamiento es que uno puede observar las cosas anteriores a la década del colapso del Comunismo con una mirada que salta por encima del prisma ideológico de la Guerra Fría. Así, cuadros condenados por la crítica occidental como propaganda, hoy aparecen como ingeniosas o incluso fenomenales aportaciones al ecléctico panorama de la creación presente.
Al fin y al cabo, es lo que ha sucedido con la nueva figuración destilada de la llamada Escuela de Leipzig, que ha influenciado a toda una generación de pintores alemanes como Neo Rausch, Tim Eitel, Matthias Weischer, Martin Kobe, Tilo Baumgärtel, Peter Busch, Chritoph Ruckhäberle y David Schnell, entre otros.
La buena noticia para aquellos europeos interesados en estas muestras pictóricas es que Art of Two Germanys/Cold War Cultures viene al viejo continente. Entre mayo y septiembre, se expondrá en el Germanisches Nationalmuseum de Núremberg, y a continuación irá a Berlín, al Gesmanisches Deutsches Historisches Museun, donde podrá verse de octubre a enero del 2010.
jueves, 5 de marzo de 2009
Dos presentaciones ilustradas
El de 2006 es un libro titulado Juan Andrés: entre España y Europa, escrito por Carlos Damián Fuentes Fos, historiador valenciano.
Dedicó al resumen de su obra unos minutos que resultaron esclarecedores.
Ni yo ni la mayoría de los asistentes a la presentación teníamos ni idea de quién fue Juan Andrés Morell, nacido en el pueblecito de Planes, en el interior montañoso de Alicante, en 1740 y muerto en Roma en 1817.
Juan Andrés fue jesuita, y le tocó vivir la expulsión de la orden que ejecutó la corona española en 1767, al igual que antes la portuguesa y la francesa. Miles de jesuitas se reunieron en Italia, hasta que se les permitió regresar, aunque muchos no lo hicieron nunca, como Juan Andrés, que escribió muchas de sus obras en italiano.
Explicaba el historiador Carlos Damián Fuentes que la expulsión de los jesuitas tuvo un origen estrictamente político. El caso es que privó a las sociedades desde las que partían de un nutrido grupo de hombres doctos y preparados para la formación de nuevos hombres doctos. Lo cual no quiere decir que no quedaran personas valiosas. De este exilio intelectual se habla hoy poco, porque afecta a un estamento, el eclesial, que desde la Ilustración precisamente, ha sido menospreciado por los nuevos intelectuales liberales y luego simplemente de izquierdas, sea eso lo que sea.
Los jesuitas sólo interesan como arietes de la teología de la liberación, y se ignora su pasado lleno de méritos científicos, literarios, teológicos o pedagógicos.
Juan Andrés, nos contaba su biógrafo, fue un hombre de grandes conocimientos, que mantuvo correspondencia con personas como él en media Europa. Estaba al tanto de las teorías y las prácticas de la Ilustración, de la que él era hijo, vivió (a distancia) la Revolución Francesa, a la que opuso argumentos cabales, y se ocupó de la defensa de la causa española frente a los primeros ataques de lo que luego fue “la leyenda negra”. El más inicuo fue el expresado por Nicolas Masson de Morvilliers, que afirmó que los españoles eran los más ignorantes y perezosos de Europa, aborrecedores de las ciencias, artes y agricultura. “Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace diez, ¿qué ha hecho España por Europa?”, se preguntaba el sectario Masson.
En este libro biográfico sobre el jesuita ilustrado Juan Andrés aparece toda una nómina de intelectuales españoles de valía internacional y diversos conocimientos, que niegan la insidia de Masson. El mismo Juan Andrés fue un notable matemático. Cavanilles, paisano suyo, fue un reconocido botánico. Gregorio Mayans i Císcar, también valenciano, es una de las joyas de la Ilustración española. Igual que Jovellanos, los Condes de Aranda y de Floridablanca, y una larga nómina de marinos y militares que recorrieron el mundo haciendo observaciones e investigaciones.
Pero el mayor mérito de Juan Andrés, dice su biógrafo, fue la redacción de la primera historia universal de la literatura: Dell’origine, progressi e stato attuale d’ogni letteratura, entendiéndose por literatura también toda la ciencia escrita. Este trabajo enciclopédico y monumental, pues contaba con varios tomos, se tradujo a las principales lenguas europeas y se reeditó en numerosas ocasiones.
En definitiva, el historiador Carlos Damián Fuentes se ha sumado a la nómina de desmentidores de la extendida idea entre el progresismo español de que nuestro pasado es una sucesión de miserias, de persecuciones ideológicas, de bajezas y de oposición a la inteligencia.
Nostalgia de Futuro
Así se titula una exposición inaugurada ayer, día 4, en homenaje a Renau. Estará expuesta hasta el 5 de abril en el Centro del Carmen, un espacio museístico de la ciudad de Valencia.
Incluye fotografías hechas por Renau y otras que le hicieron a él diversos fotógrafos en la Valencia de la Transición, portadas de las revistas Estudios (época republicana9 y Eulenspiegel (editada en Berlín Oriental) con fotomontajes del valenciano universal, y luego una gran colección de trabajos gráficos, carteles y pinturas encargadas a decenas de artistas españoles e iberoamericanos.
Merece la pena una visita a esta muestra. La imaginación de los artistas de hoy se ha puesto a disposición del objetivo de rendir homenaje a un artista muerto, que inspiró a algunos de los que hoy exponen en el Carmen reunidos bajo su advocación. Hay de todo, también bobadas, pero en general se ven cosas valiosas, “de calado”, que suele decirse en estos casos.
A mí lo que más me ha atraído han sido las fotos en las que se ve a Renau. Hay una pequeña colección de montajes realizados por Ana Torralva que son magníficas. Con Ana Torralva coincidí yo en un diario valenciano hace casi treinta años. Era una estupenda fotógrafa.
El mérito de la exposición hay que otorgárselo a Manolo García, su comisario. Ha pasado dos años requiriendo obras a los artistas comparecientes (sé que alguno se ha negado a participar por motivos de animadversión personal, algo nada raro entre intelectuales), seleccionando las fotografías en los archivos de la Fundación Renau, y buscando cuartos para el enmarcado de las piezas, un local para la exposición y todos esos enojosos trámites que un comisario debe solucionar. Afortunadamente, García tiene una larga experiencia. Además es el investigador del arte que más tiempo ha dedicado a Renau, a quien conoció y trató en los últimos siete años de su vida. El otro comisario que comparte con García los méritos de esta Nostalgia de Futuro es Amando Llopis.
jueves, 26 de febrero de 2009
Chismorreos en el armario alemán
Un manto de nieve cubre Berlín. Desde el aire se ve su inmensidad, extendiéndose por Turingia, Sajonia, Brandenburgo y Pomerania. La nieve oculta las fronteras, y a vista de pájaro el mundo de los terrícolas, sus pueblecitos, sus bosques, los canales, las vías del ferrocarril, parece la ilustración de un cuento de antaño.
La ciudad de Berlín ha recibido el impacto inocuo de una bomba de nieve. Esa es la sensación. Ha estallado en Alexanderplatz, y la onda expansiva llega más allá de los límites de la ciudad, donde se confunde con otras bombas de nieve que han caído en las ciudades circundantes de Potsdam, Oranienburg, Bernau o Königswusterhausen.
Un palmo de nieve cubre Berlín.
Frente a la catedral barroca, al otro lado de la calle de Karl Liebknecht, un solar blanco. Es el hueco del Palast der Republik, arrancado hasta sus cimientos, en venganza por la atrocidad cometida cuarenta años antes, cuando derrumbaron el Castillo de los reyes de Prusia. Der DDR hat es nie gegeben, dice una inscripción. Según mi hija puede significar, La RDA nunca existió. Los tesoros que contenía el viejo palacio, cuando existía la RDA, se dispersaron por la república de los trabajadores alemanes. Algunos fueron a parar al Castillo de Köpenick: armarios, chimeneas, servicios de vino de plata, vajillas, que forman parte de una colección de Artes Aplicadas.
Marx y Engels son dos náufragos en este océano nevado. Los ojos del barbudo de Tréveris están cubiertos de blanco. La luz del futuro (el suyo) le ciega. Da la impresión de que alguien le ha tirado dos albóndigas de nieve con gran puntería. Si es producto de la casualidad meteorológica, podríamos pensar que el clima gasta bromas.
Desde el balcón del Ángel de la Victoria, en mitad de la calle del 17 de Junio, que atraviesa el Tiergarten, se observa un panorama borroso. Cubre el horizonte otro manto, el de la niebla, las nubes bajas en las que se perfilan muy a lo lejos los edificios geométricos de la plaza neocapitalista de Potsdam, las casas nuevas del viejo barrio obrero de Moabit, el distrito burgués de Charlottenburg, el mitad y mitad de Schöneberg y la pequeña Turquía de Kreutzberg.
Una corona urbana más allá de los árboles desplumados por el invierno que llenan el Jardín de las Fieras.
A la plaza donde emerge la Columna de la Victoria, que hizo célebre Wim Wenders, le llaman Grosser Stern, la Gran Estrella, porque desde allí parten una serie de avenidas y de paseos que sólo desde lo alto se perciben como una estrella, o como los radios de una rueda que ahora ha perdido su llanta entre la niebla.
Uno de los radios empalma con la avenida Bajo los Tilos, separada de la calle del 17 de Junio por la Puerta de Brandenburgo. Nunca había visto yo el escenario urbano de Berlín tapado por la nieve.
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Cada vez que voy allí, encuentro un motivo más para amar esa ciudad. En la etapa de mi madurez, es el cuerpo y el alma femeninos que me han seducido sin remedio. Enamorarse de una ciudad otorga licencias especiales de (meta)adulterio, de promiscuidad legítima, porque poseer una ciudad es recorrerla, y eso no es incompatible con la fidelidad debida a la esposa.
Pues sí, he ido a Berlín a presentar mi biografía de Renau, invitado por el Instituto Cervantes. Mención especial a su eficacia y a su generosidad, al menos los hombres y mujeres del Cervantes de Berlín. Gracias a ellos, la presencia de España en la capital alemana es una evidencia constante y ubicua.
Hasta hace poco no me sentía muy bien ante un auditorio. Sin embargo, las presentaciones de Valencia, Madrid y Alcoy, además de colmar mi ego, me dieron cierta seguridad. Una seguridad que naufragó en la sala de actos del Cervantes, en Rosenstrasse. De pronto descubrí que me enfrentaba a un público que conocía a Renau mucho mejor que yo. El profesor Michael Nungesser, que ejercía de anfitrión, disparó su primera pregunta sobre el “optimismo ingenuo” de Renau, un concepto que yo saco a relucir en la biografía. De pronto, me quedé en blanco. Como un español deja de serlo si reconoce sus flaquezas en público (de esto, las mejores lecciones nos las dan los políticos celtíberos), me salí por la tangente y me enrollé como una persiana. Luego recuperé la compostura, y a partir de entonces todo discurrió bien, pero imagino lo que debieron pensar los asistentes al escuchar la traducción de mi circunloquio. Si todas las traducciones improvisadas son deficientes porque no reflejan los matices, cuando toca traducir un balbuceo intelectual, el resultado debe ser de ópera bufa.
El coloquio derivó en una polémica confusa y difusa: las causas del naufragio de la experiencia bolchevique. En el Cervantes había artistas que fueron alumnos de Renau, y personas de diversas profesiones que le trataron y fueron sus amigos. Casi todos del Este, de la RDA. De pronto, las intervenciones del público entraron en el asunto de los defectos y virtudes de aquel país que nunca existió y del capitalismo. Podría haber seguido por este cauce desmadrado hasta la madrugada. Pero el vigilante del Cervantes terminaba su turno a las nueve y media. A pesar de todo, salimos a las diez. Unos pocos nos fuimos al restaurante “español” de al lado (las comillas son una ironía culinaria, porque las “tapas” que servían debían ser copia de las de Ferrán Adrià, cuya cocina no he probado por razones crematísticas ni tengo ganas de probar por razones de paladar), donde la polémica continuó. Algunos antiguos ciudadanos de la RDA tienen en sus armarios una colección de esqueletos ideológicos, psicológicos y profesionales. De vez en cuando, abren inesperadamente esos armarios y los esqueletos se dan un paseo por los alrededores dando saltitos.
Una observación se abrió paso en mi cabeza al escuchar y ver sus intrincadas deliberaciones. Lo que peor les sentó fue dejar de ser niños o adolescentes. En la RDA los ciudadanos no tenían que preocuparse de nada. El Papá Estado proveía de todo (o de casi todo). Los artistas plásticos, los intelectuales y los actores eran de los mejor pagados, y llevaban una vida muelle. Además, podían salir al extranjero, donde a todas luces se vivía con mayor comodidad material, pero donde los creadores se tenían que ganar la vida por su cuenta, compitiendo en un mercado saturado. Los creadores niños mimados de la RDA sufrían una contradicción: no podían hacer lo que querían, lo que les pedía el cuerpo, rebelarse en lugar de refunfuñar contra su padre mandón, pero vivían muy bien a su costa. Al venirse abajo el Socialismo Real, se convirtieron en juguetes del mercado. Su principal lamento es: esos viejos bolcheviques nos impidieron reformar el Sistema Socialista, hacerlo más humano, y abrir un agujero en el horizonte impenetrable del comunismo. ¿Habría sucedido así? La respuesta es esa polémica metafísica emergente del armario, que en alemán se dice Schrank, una palabra contundente. Chismorreos en el armario, Geklatschen in den Schrank. Una buena amiga alemana me corrige la expresión. Sería Schrankgeflüster
Obligada era la visita a la exposición Ich habe nicht gewartet. Ich habe gelebt. Der Maler un Fotomonteur Josep Renau, que se exhibe hasta mayo en la sala Pyramide, de la municipalidad de Hellesdorf (Risaer Strasse, 94). El origen de la muestra es el feliz empecinamiento de un viejo ciudadano oriental, Hans Hübsch, admirador de Renau y socialista de los de antes, es decir de los que no tienen esqueletos en el armario, ni siquiera armario. Le han ayudado Marta Hofmann y Peter Gültzow, salidos de un molde que se rompió hace décadas, el de los auténticos socialistas libres de odio y dogmatismo, Teresa Renau, Carmen Bärwaldt y un grupo de personas de características parecidas, cineastas, comisarios (de exposiciones), vecinos del barrio que conocieron al Herr Professor Renau, y tal. El “tal” incluye al Instituto Cervantes de Berlín, al IVAM de Valencia, y por supuesto a la Fundació Josep Renau de Valencia, que ha pagado un catálogo que he tenido el honor de prologar.
Fotomontaje conservado en el Kupferstichkabinet de Berlín
El resultado es un minucioso, bien documentado y mejor expresado recorrido por la vida de Renau: su nacimiento en Valencia, sus andanzas republicanas y sus exilios mexicano y dederónico (RDA = DDR). Un ejemplo de pedagogía museística. Con el añadido de obra original (carteles y fotomontajes que se conservan en Berlín) y de objetos que poseyó el buen Renau en su casita de Kastanienallee: un cuaderno con ejercicios de alemán de 1960, el texto mecanografiado de “Notas al margen de Nueva Cultura”, series de fotografías que utilizó como pruebas para sus murales. Y horas y horas de grabaciones filmadas de alumnos y amigos del artista valenciano, testimonios de un gran interés vital y de un valor documental extraordinario. Todo en alemán, claro.
La responsable de esas grabaciones es Carmen Bärwaldt. Me pidió que hiciera unas declaraciones ante su cámara (que manipulaba un abnegado caballero del grupo de colaboradores desinteresados de la Austellung). Una de sus preguntas consistió en la lectura de unos versos de Bertold Brecht en los que canta las alabanzas del comunismo y machaca los vicios del capitalismo. Me pidió que expresara si yo estaba de acuerdo con esas ideas. Como lo hacía con una carita de inocencia indiscutible, descarté que me estuviera poniendo a prueba, como en un interrogatorio policiaco. Sabiendo que nadie me podría arrestar a la salida de la Pirámide, contesté más o menos de este modo: “Esa pregunta habría que hacérsela a los que dirigieron la RDA a la catástrofe durante cuarenta años.”
En uno de los trayectos hacia el hotel acompañado de Marta Hofmann, pasamos por la Spandauerstrasse, y me llamó la atención un cartel pegado a una marquesina: Volkseigentum. Pregunté a Marta por su significado. Propiedad del pueblo, me dijo.
Más tarde me di cuenta de que se trataba de una exposición. Arte en la RDA. http://www.volkseigentum.eu/ En la exposición “Volkseigentum-Arte en la RDA” se muestran por primera vez en 20 años en Berlín obras de arte adquiridas o encargadas entre 1949 y 1989 por organizaciones de masas de la RDA. Este amplio muestrario exhibido en el centro de Berlín incluye más de 160 pinturas en un espacio de 2.500 metros cuadrados, y evoca el arte que se encontraba en los edificios públicos de la RDA y que formó parte de la vida diaria de la gente.
Aquellos que visiten Berlín para gozar de sus estupendos museos no deben perderse Volkseigentum, que está abierta hasta el 31 de marzo. Además de las 160 pinturas tiene una docena de esculturas. Recorrerla es condición suficiente y necesaria para hacerse una idea de lo que fue la creación plástica en la RDA. Muchos de los artistas eran jóvenes en el momento de realizar aquellos trabajos, los niños mimados del Régimen.
El tono de la exposición es alto. En otras palabras, los pintores de la Alemania Oriental estaban muy bien preparados, y plasmaban con inteligencia y seguridad los encargos que les hacían las organizaciones de masas (sindicatos, organizaciones juveniles, oficinas administrativas, gobierno, etc.). El hecho de que el protagonismo de los cuadros (prácticamente todos figurativos) sea de obreros, soldados y campesinos no empaña la calidad de los trabajos. La distancia temporal que separa su creación de estos tiempos, permite observarlos con desapasionamiento, y no parecen tan estereotipados como suele atribuirse al realismo socialista. Para empezar no pertenecen a ese estilo. Luego, hay algunos que enraízan en el expresionismo alemán más puro, en el surrealismo y hasta en el Pop art. Alguien alegará: arte rancio, sin originalidad. ¿Es más espontáneo, más fresco, más original el arte que entre 1949 y 1989 se ha realizado en Occidente? La respuesta afirmativa me parece difícil de sostener.
Hay una pequeña colección de siete cuadros, dentro de Volkseigentum, titulada Revolution, Zyklus zur Geschichte der Sowjietunion. (Revolución, Ciclo sobre la Historia de la Unión Soviética.) El autor es Norbert Wagenbret, nacido en 1954. Son de un atrevimiento crítico desusado. Eso sí, están fechados en 1990, meses antes de la evaporación de la RDA. Cabe preguntarse si alguna institución se habría atrevido a aceptar semejantes ironías una década antes. La respuesta sería, casi seguro, no.
Aquellos interesados en la RDA (entre los que me cuento), deben visitar la página web de esta exposición. Tiene una versión en inglés, y cantidad de información y de fotografías.
En pocas palabras, la exposición fue una iniciativa de Daniel Helbig y Guido Sand, gerentes de Ostel, una residencia para jóvenes concebida según el estilo austero de la RDA. La comisaria es Simone Tippach-Schneider. Ha realizado la exposición en una antigua tienda de muebles de la época socialista, un espacio amplio y desangelado. Pero esta última flaqueza ha sido aprovechada para dar esa impresión indescriptible que tenía todo lo público en la RDA, austeridad hasta extremos espartanos. Filas de sillas metálicas con asiento y respaldo de tela basta marrón se han colocado unidas unas a otras, de modo que no puedan separarse (esto es un logro magnífico de la comisaria, un símbolo de gran expresividad, porque en la RDA el individuo debía someterse a las ataduras del colectivo). Y en las paredes, los cuadros colgados sin ninguna concesión a lo que no sea la propia estética de la obra, casi desafiando el feo escenario que los alberga.
Muchos de los cuadros pertenecen al Archivo de Arte de Beeskow, una ciudad situada al suroeste de Berlín, a unos 80 kilómetros. Llegaron allí rescatados de los almacenes a los que fueron relegados como consecuencia de la absorción de la RDA por la RFA. No conozco bien el asunto, pero parece que tanto los conversos ex - socialistas como los reciclados funcionarios al espíritu occidental o directamente occidentales, ignoraron obras y realizaciones de la RDA por el simple hecho de tener este sello de marca. Supongo que la cosa será más compleja, pero los tiros van por ahí. Tengo la impresión de que los políticos de la RFA se comportan con la RDA del modo opuesto al del gobierno Zapatero con la llamada Memoria Histórica, no quieren saber nada de ella, el pasado oriental es un fantasma. Quizá por eso están empezando a surgir grupos de personas e instituciones que intentan rescatar lo que de bueno produjo aquella república hoy volátil. Es, también, una actitud opuesta a los que están obsesionados en España por recrear lo peor de nuestro pasado (de parte de él, claro).
La Memoria Histórica y el Pasado tienen poco que ver. La primera es un Schrank lleno de Flüsterstimmen , un armario lleno de chismorreos. El segundo es algo que ha de observarse con la mayor objetividad que cada uno pueda reunir, y difundir del modo más aséptico posible entre las nuevas generaciones.
Un último dato. Existe un museo de la DDR en Berlín (que no he visitado) http://www.ddr-museum.de/ . Pero hay otro en una localidad llamada Tutow, que tiene toda la pinta de ser más interesante. Para salir de dudas, habrá que ir a ambos. La dirección del segundo es http://www.ddr-museum-tutow-mv.de/ . Tutow es un pueblecito situado al norte de Berlín, cerca de la bahía Pomerania del mar Báltico.