Termino de leer The Glass Books of the Dream Eaters, novela de aventuras e intriga fabulosas (en todos los sentidos) de Gordon Dahlquist. Según su propio autor es “literatura de género”; o sea, no es Literatura con Mayúscula; no está concebido por su autor como tal. Y sin embargo su escritura es excelente y se trata de un trabajo elaboradísimo; quizá le haya costado años concebirlo, escribirlo y revisarlo.
The Glass Books desarrolla el combate de tres protagonistas dispares y sin la capacidad necesaria contra los responsables de una tenebrosa y alquímica conspiración internacional, en una Europa vagamente victoriana, y en un escenario ficticio.
Disparidades. Miss Temple: una muchacha hija de un rico colono del Caribe. Cardinal Chang, un matón a sueldo. El Doctor Svenson, oficial de marina de un supuesto ducado germánico.
Ninguno de ellos se habría involucrado, ni solo ni en comandita, en las titánicas tareas de desvelar y destruir una conspiración internacional, y mucho menos con unos componentes de magia negra y mecánica de tornillos, tubos de goma, rarefacción de lodo tóxico y villanos implacables.
Es la condición básica de la aventura: el héroe lo es contra todo pronóstico, y forzado por unos acontecimientos ajenos por completo a él… Pero en cuyo torrente permanece por voluntad propia, una vez que ha descubierto el turbio propósito de los malvados… con la imposible esperanza de convertirse, por una vez en su insípida o indecorosa vida (en el caso de Chang) en un héroe. El héroe que jamás ha deseado convertirse en héroe, pero que una vez puesto en la tesitura lucha contra viento y marea para llegar a serlo; aunque sabe que tiene escasas o nulas probabilidades, algo que es un estímulo más. No saben que son héroes de novela, y que al final llegarán a conseguir su sueño, que su vulnerabilidad está en manos de un experto profesional, que les hará sufrir lo indecible, física y psicológicamente, pero que se cuidará con minuciosidad de no dejarlos completamente desasistidos… por la cuenta que le tiene como autor. Dahlquist responde a este reto literario con una energía, una tenacidad y un oficio extraordinarios.
La construcción de la novela es simple y eficaz. Tiene diez capítulos. En cada uno de ellos seguimos la historia a través de los ojos y la conciencia de uno de los héroes. Puesto que son tres y hay tres tramos, la multiplicación nos da nueve. El capítulo décimo es el desenlace, y el narrador amplía su visión. El total suma 753 páginas de apretado texto.
Nada más empezar la acción se transforma en una vorágine de persecuciones, peleas, tropiezos, apresamientos, escapadas, todo sorprendente e improbable (más bien imposible en términos reales, que no son los de la literatura, y menos todavía los de la literatura de género), pero tan bien engranado que el lector avanza a través del laberinto de peripecias con la pasión de un minero optimista.
Dahlquist se manifiesta escritor minucioso. Detalla las descripciones hasta extremos fotográficos. Quizá esté relatando la película que se ha debido de construir antes en su cabeza. Las indumentarias, las joyas, las armas, las expresiones, los movimientos de los personajes cuando pelean o cuando escapan en un globo por encima del mar helado. Sus sensaciones, sus perplejidades, sus inseguridades.
Dahlquist reserva un par de elementos de intriga para desvelarlos al final del libro. Como lector confieso que no los he acabado de entender, pero no me ha importado lo más mínimo; lo que me interesaba era la sucesión perfectamente encadenada de peripecias (ya digo, inverosímiles, pero muy creíblemente forjadas), en un crescendo magistral de sorpresas.
La atmósfera, el escenario es británico y decimonónico, igual que la redacción. Dahlquist debe de haberse hartado de leer a Dickens, a Wilkie Collins, y también los folletones y folletines de autores anglosajones hoy desconocidos para el gran público. Si fuera francés habría que pensar en Dumas, en Sue o en Verne. El lenguaje es rico, cuidadoso. Esto lo subrayo con admiración, porque cuando estoy escribiendo un relato, no hago gran esfuerzo en ciertos detalles que al final deslucen el resultado final. Dahlquist es una máquina humana en este cometido de no desdeñar lo que al escritor le parece aburrido y tiende a resolver de un plumazo.
La novela es una combinación genial de aventuras, intriga, erotismo y humor. Un humor sutilísimo, porque si el autor se pasa un pelín en su ironía, desmorona la endeble construcción que ha inventado y que mantiene en el aire sobre prácticamente nada que la sostenga.
Traduzco un comentario que he encontrado en Internet sobre la novela, porque me parece definitorio. “Este libro es como un cruce entre Wilkie Collins y Flash Gordon. Es casi imposible de dejar. Un autor que consigue que no se pare de leer, está dotado de un gran oficio y Dahlquist lo es.”
Para los interesados en el libro y en el autor, recomiendo una visita a esta página que contiene una entrevista y una declaración: http://www.meettheauthor.com/bookbites/1360.html
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