Sensaciones, ideas y fantasías

jueves, 2 de octubre de 2008

No hay cultura elitista, sólo cháchara o inteligencia.


Mi vecina de escalera asegura con pesadumbre que no puede encender la televisión para no deprimirse.
Su marido y su hijo están en paro, y dice que no soporta ni las informaciones ni las tertulias en las que se habla de la crisis como una serie de golpe demoledores y sin visos de remedio.
Esta señora, que nos llama de usted a pesar de tener nuestra edad (medio siglo cumplidito), probablemente no haya leído muchos libros en su vida, porque no lo habrá necesitado. Como mucho, imagino, melodramas. Pertenece a esa masa inconmensurable de la clase media trabajadora sin más aspiraciones que vivir con desahogo. No es una intelectual. Los intelectuales, como debe de pensar que somos mi mujer y yo, le producimos respeto, temor o a lo mejor cierto rechazo, porque nos debe ver flotar en un universo que, siendo el suyo, no comparte en absoluto.
Ella nos ve como seres diferentes, porque los que creemos ser intelectuales queremos y luchamos por ser diferentes. Poseemos una biblioteca más o menos variada, padecemos de grafomanía, escribimos diarios o impresiones, tenemos blogs, nos consume la vanidad de ser originales, le damos vueltas al tarro sobre temas que la mayoría de la población considera superfluos (porque quizá lo sean). Eso es ser intelectual.
Ayer ejercí de intelectual.
Participé como ponente en la primera de una serie de conferencias organizadas por la asociación valenciana DONESenART. Se trata del III Festival Octubre Dones, dedicado este año a Manuela Ballester y otras creadoras olvidadas o minusvaloradas en razón de su matrimonio o de ser hijas o madres de artistas varones de renombre.
Al final de estas líneas está la nota de prensa que yo mismo he redactado, no para autopromocionarme (que también), sino para que los medios se den por enterados de unas actividades que la verdad son de una calidad notable, y perdóneseme la vanidad en lo que a mí me toca.
En la nota de prensa no digo lo fundamental: que en la sala de conferencias cedida por Bancaixa, cómoda, dotada de las últimas tecnologías de vanguardia, etc., no había más que siete asistentes, todos amigos o conocidos, menos una muchacha que nadie sabía cómo se había enterado de la conferencia.
Valencia y su entorno debe de tener un millón de habitantes. Al menos treinta o cuarenta mil de ellos deber ser “intelectuales”, como el que escribe este blog y aquellos que son tan amables de leerlo. Quizá sean más, pero tiro por lo bajo. La cantidad de actos culturales diarios en la ciudad y los pueblos (en realidad pequeñas ciudades) que la rodean debe de pasar de la docena. Todos ellos de interés semejante. Interés minoritario, selectivo, porque no todos los intelectuales tienen los mismos gustos ni las mismas pasiones.
Ayer sólo siete personas escucharon dos intervenciones interesantes, enriquecedoras para los que no conozcan el tema, y entretenidas (vuelvo a pedir disculpas por la inmodestia). ¿Qué significado podemos darla a esto?
Es muy posible que las otras actividades realizadas ayer por la tarde y poco publicitadas no tuvieran mayor éxito de público.
¿Es un problema de publicidad? Sí. Pero no es el mayor.
¿Es un problema de desinterés del público potencial? No. Por lo que se ha dicho antes de la variedad de gustos.
¿Es un problema de dominio de la zafiedad y el escándalo en las actividades intelectuales, que si no se aproximan al espectáculo se diluyen en el mar mediático? Es posible, pero tampoco creo que sea la clave.
¿Entonces?
Entonces sucede que la sociedad tiene una serie de instituciones que producen cultura, sobre todo la universidad y sus egresados, profesores de instituto o funcionarios o sencillos empleados que en sus horas libres se dedican a reunir material cultural o a enriquecerse leyendo o visitando museos y exposiciones. Estas personas producen interesantes ideas y desean transmitirlas.
Los actos culturales públicos, a mi parecer, tienen más sentido en lugares donde no suelen realizarse. En pueblos y en pequeñas ciudades. Mucha pasión debe sentir una persona por un tema, que viva, pongamos por caso en Manises, para acudir a una conferencia sobre el asunto en la Universidad Politécnica.
Yo pienso que hay que llevar la cultura a los barrios, a los pueblos, y que esas instituciones que hoy prestan sus locales y llenan de prestigio a los organizadores (un prestigio artificial, imaginario), y que en otras generaciones eran combatidas como enemigos acérrimos de la cultura y la ilustración popular, deberían abrir instalaciones más modestas allí donde la cultura no está presente. La cultura basada en el estudio, la investigación y la reflexión. Porque la cultura no está ausente de ningún sitio, por bárbaro que parezca. No hay cultura elitista, sólo cháchara o inteligencia.
Finalizo con los detalles del acto. Gracias por leer estas líneas.


Las mujeres artistas están infra-representadas en los museos

“Es materialmente imposible que el cincuenta por ciento de la población haya producido una parte infinitesimal de las creaciones artísticas de la humanidad”, aseguró el profesor Vicent Ibiza ayer, en la primera conferencia del III Festival Octubre Dones (2008).
Vicent Ibiza, profesor de Historia del Arte, es autor de una voluminosa y exhaustiva investigación sobre la presencia femenina en los museos y otras instituciones relacionadas con la creación plástica. En su exposición de ayer afirmó que los almacenes de los museos contienen un número significativo de obras de mujeres que pocas veces o nunca han llegado a exponerse en público.
También explicó que desde la Edad Media, cuando el arte gótico se convierte en un vehículo de expresión de la religión y la ideología en Occidente, numerosas mujeres, esposas e hijas de artistas trabajaron junto a los varones, incluso creando obra propia que luego firmaban ellos. Mostró diversos testimonios documentados en el Renacimiento español y en el Barroco italiano.
Este fenómeno empezó a desvelarse en el siglo XX, cuando hijas de notables pintores, como por ejemplo Sorolla, se convirtieron en artistas, que han pasado desapercibidas. El profesor Ibiza destacó el decisivo papel ejercido por mujeres artistas en la vanguardia española, muchas más de las que suelen darse a conocer en los manuales y en los catálogos.

Manuela Ballester, artista ensombrecida

La segunda intervención de esta primera actividad del III Festival Octubre Dones (2008) corrió a cargo del periodista Fernando Bellón, autor de una monumental biografía de Josep Renau, que saldrá publicada a finales de otoño.
Bellón destacó la calidad artística de Manuela Ballester, como retratista, dibujante y grabadora, que quedó oscurecida por la fama de su marido, y sobre todo por las obligaciones domésticas y familiares de Manuela. Lo cual no impidió que colaborara con Renau en sus creaciones artísticas, en los murales realizados en su exilio mejicano, y también en el trabajo de cartelista y publicista que realizó el valenciano para mantener la economía familiar a lo largo de su vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuánta razón llevas, Fernando.

Hay que llevar la cultura a los lugares modestos y sacarla un poco de los circuitos urbanos establecidos (aulas culturales, centros de exposiciones y congresos...)

La cultura, si es verdadera, llega a todas las personas, por sencillas y poco leídas que sean. Además, son estas personas las que más la agradecen, y posiblemente las que más la disfrutan. Precisamente porque acuden a ella libres de prejuicios y vanidades. Recuerdo que, siendo más joven, un grupo de amigos hacíamos una obrita de teatro del absurdo (no recuerdo el autor, sólo que era del Este) bajo la dirección del profesor de Lengua y Literatura. La llevamos a varios sitios, pero donde el público más se rió fue precisamente en un barrio marginal de la parte alta de Lorca. En principio, no era un humor al alcance de cualquiera. Sin embargo esta gente desprejuiciada y sencilla entendía perfectamente esta obra supuestamente intelectual.

Dices que a la charla acudieron siete personas. No sé lo que está pasando, o lo que ha pasado siempre con la cultura. Te cuento lo que me ha pasado a mí hoy. Salgo del despacho, sobre las ocho de la tarde, y me dirijo a casa. A mitad de camino me encuentro al poeta Eloy Sanchez Rosillo en la puerta de un edificio público. Lo veo entrar. Unos metros más adelante me cruzo con una señora que me pregunta por el archivo municipal. No sé dónde está, señora, pero acabo de ver a Eloy Sanchez Rosillo entrando a ese edificio que hay al fondo de la calle. Ah, pues ahí voy, ¿pero es que lo conoces? Eloy es, probablemente, el mejor poeta murciano de la actualidad, pero la mujer se ha extrañado con razón porque fuera de los círculos literarios (profesores de instituto, escritores aficionados..) no creo que haya en Cartagena más de 20 personas que lo conozcan.

Yo creo que la cultura es de minorías, Fernando. Y tampoco me parece mal, qué quieres que te diga.

Anónimo dijo...

La cultura de la tertulia de café... esa es la que noto a faltar hoy en día. ¿Serà per diners?

aquiles m. dijo...

Coincido con tu análisis.
Es doloroso pensarlo, solamente.
Debo reconocer además, que hay algo que molesta y aleja, como describes a tu vecina, y es la afectación del intelectual.
Es más sencillo aprehender las bajezas de los medios masivos, que tomarse el "trabajo de pensar".
Agota al borrico.
Prefiere la mesa servida de la degradación...

Susana S dijo...

La difícil tarea del intelectual y del artista, buscar un auditorio interesado. Sucede lo mismo del otro lado del Atlántico, pero el esfuerzo vale por una mirada atenta, una pregunta auténticamente curiosa, no es fácil el camino pero con paso firme se llega porque se llega, y claro a las mujeres nos cuesta más trabajo pues.

Saludos con cariño

Iceberg nocturno dijo...

No creo que la cultura sea elitista, prque entonces tendría que borrar la consciencia cultural, el saber fino, el del pueblo. ¿Quién y qué es un intelectual?
Mi vecina del tercero, con marido mileurista, e hijo, cuyo oficio ha sido coser para multinacionales de la moda, a destajo, me sorprendió hace días ojeando un libro sobre pintura renacentista. Me espetó que le encanta el arte y le presté el libro.
Tendemos a dar por sabido lo que conoce el otro.
Me gusta leerte Bellón.
Luci Garcés