Sensaciones, ideas y fantasías

lunes, 31 de marzo de 2008

HA SALIDO EL CATOBLEPAS

Amigos y amigas, acaba de colgarse en la red el número 73 de El Catoblepas, revista crítica del presente.
A todos aquellos interesados en las ideas argumentadas y auténticas (en el sentido de que no son derivadas de ningún discurso ni doctrina adocenada o dominante), les recomiendo vivamente la lectura de estas páginas. En ellas encontrará de todo, desde reflexiones sobre el cine hasta una debatible (pero interesante) visión sobre lo que está pasando en el Tíbet.
Pero por encima de todo, lo que recomiendo, pues es lo primero que yo leo cuando entro en la revista, es la sección Rasguños, escrita por el profesor Gustavo Bueno.
El de este número de marzo se titula "La Ley Electoral, ¿un déficit de la democracia española de 1978?"
El título parece referirse a un aspecto técnico de relativo interés, aunque se ha convertido en polémico como consecuencia de las dispares o disparatadas atribuciones de escaños en relación con los votos obtenidos por depende qué formación política. Sin embargo, el desarrollo de don Gustavo, además de hacer referencia a los aspectos técnicos, ilumina de un modo casi deslumbrante un panorama que la mayoría de los votantes españoles ha construido deliberada y voluntariamente, y que a algunos nos parece inquietante.
Son en particular estremecedores los dos últimos párrafos del ensayo de don Gustavo, en el que aventura el triste futuro que nos espera a los españoles demócratas, en especial a los que viven en Cataluña y en las Vascongadas. Me permito reproducir el primero de los dos párrafos por si sirve de anzuelo y estimula la lectura a quien lo lea aquí.

Si, por ejemplo, el partido victorioso, en coalición con partidos nacionalistas, logra avanzar pasos significativos en el proyecto del mantenimiento de la unidad de España entendida como unidad propia de un estado federal, compuesto de 17, 12 o 7 Estados; si estos pasos nos llevan a una situación tal en la que algunos de los Estados federados, como puedan serlo Cataluña o el País Vasco, deciden, en virtud de su derecho de autodeterminación, confederarse con Francia o con Inglaterra y consumar la fractura real de la unidad de España, no podrá decirse que ellos habrán atentado contra la democracia, puesto que tan demócratas serán los futuros Estado vasco confederado con Irlanda, como lo será el Estado catalán confederado con Francia. Atentarán no contra la democracia, sino contra España y contra la democracia española (como también atentarían contra la aristocracia española). Y si la situación se consolida, ella se hará irreversible durante décadas o siglos.

sábado, 29 de marzo de 2008

Beatus ille





En Burjassot huele a azahar por todas partes. Los huertos de naranjas de la contornada de Valencia acaban de florecer, y la fragancia dulce de la primavera penetra al anochecer incluso hasta los rincones más céntricos de la capital. Es el primer día del año en que se percibe este fenómeno inefable y exclusivo de campos fértiles como estos del Mediterráneo.

Felizmente, coincide este romper sensual de la primavera con una escursión al Cabriel en compañía de unos amigos y sus hijos.

Alejandro, Daniel y Antonio, el mayor de los cuales no pasa de los seis años, se han lanzado como bestezuelas por los caminos escoltados de cañaverales, transformando las cañas en instrumentos de guerra, o de pesca, explorando con inquietud de abejorros huertos y rincones, casetas vacías y ribazos. Nos hemos despedido de la noria de Casas del Río, colgando las piernas en la corriente del Cabriel, retenida en una represa, y dejando que la frescura del agua nos penetrara hasta la coronilla desde los pies, sumergidos como anclas.

Hacía tiempo que no salía al campo con niños. Como no eran míos, he podido observar con despreocupación sus diabluras, sus fantasías, sus trucos y mentiras. Las horas han transcurrido con feliz indiferencia de beatitud aldeana, que es algo más que una expresión literaria..
Para más información sobre la espléndidas rutas de los parques naturales valencianos, pinchar aquí.
También hay una excursión en barco por el Cabriel, desde la presa de Confrentes, y posibilidad de alquilar canoas.

jueves, 27 de marzo de 2008

Insomnio

Bombardier, que es un insomne crónico, me envía esta poesía, que ha encontrado en una página anónima. Como me gusta, la publico.

Ni papá ni mamá están ya aquí
para acompañar mis noches febriles,
dormitando en una mecedora
al borde de mi cama infantil.

Se han consumido los dos
ante mis ojos aterrorizados de niño,
y me he quedado solo en la habitación a oscuras,
bordando con el hilo áspero del insomnio
en el bastidor inmenso de las horas más negras.

Y ahora, resulta que me van a hacer abuelo,
y tengo que aprender a serlo
sin haber conseguido ser adulto.

Todo igual, despues de medio siglo

La frescura del minimalismo
Regresa Bombardier de Madrid y me agradece la matraca que le di para que visitara la capital y sus atracciones culturales. Para el forastero, una ciudad desconocida (o poco frecuentada) es una feria. Visitarla equivale a meterse en ella y tomarse una manzanilla aquí, una cañita allá, acompañadas siempre de tapas, que en Madrid forman parte del servicio.
Las tapas culturales de la capital de España son tan variadas como las de París o Berlín, pero con sabor ibérico que, como el auténtico jamón, sólo se produce al sur de los Pirineos.
Bombardier ha dedicado su atención a dos exposiciones concebidas para instruir. Una, dedicada a Modigliani. La otra, al arte minimalista, que tuvo una variante más conocida por Op-Art, arte óptico.
"La exposición sobre minimalismo en la Fundación Juan March", subraya Bombardier, "me ha fascinado, porque ha sido un antídoto a cierto prejuicio estético mío. El arte minimalista es uno de los que menos interés han despertado en mí. Me dejaba tan indiferente que ni siquiera estimulaba mi imaginación crítica."
"Y después de ver la exposición de la Fundación March, te ha cautivado..."
"No. Sigue sin atraerme. Pero gracias a esa exposición he llegado a comprenderlo y he encontrado su valor estético. Sea lo que sea eso del valor estético."
La exposición tiene por título MAXImini. Tendencias de máxima minimalización en el arte contemporáneo, abierta en la FJM hasta el 25 de mayo.
"¿Tan buena es la exposición?", le pregunto.
"Excelente. Aunque, a decir verdad, no sé si será buena o mala. No conozco ese movimiento artístico, y no puedo juzgar el trabajo de los organizadores con conocimiento de causa. Pero la selección de obras, el orden de la muestra, y el folleto-catálogo que regalan a la entrada tienen un valor instructivo altísimo. Uno sale con la sensación de haber aprendido algo interesante e importante."
"¿Fue importante el Op-Art? Yo lo tenía por un estilo menor, formalista, propio del pragmatismo norteamericano, sin posibilidades de evolución."
"Algo de fundamento hay en esos prejuicios. Pero si visitas la exposición observarás en ella una dimensión intercontinental que, al menos en el organigrama del folleto-catálogo, parece impresionante. La exposición es en realidad una colección de arte recopilada por una serie de académicos a sueldo de la empresa pionera del automovilismo Daimler de Sttutgart."
"El complejo del arte."
"Exacto. La creación sin las grandes empresas multinacionales como sustento, patrocinio y refugio de artistas sería hoy algo diferente. Me gusta pensar que sería mejor, pero eso es un enigma insoluble... A lo que iba. Esta exposición de MAXIminim asegura que el minismalismo está presente en el arte moderno desde la aparicición de las vanguardias hasta hace nada. Dura un siglo, y a lo largo de esos cien años atraviesa los anillos estelares del abstracto originario (según los organizadores, el inventor del minismalismo fue Adolf Hölzel, un académico de Stuttgart converso tempranamente al abstracto, aunque a mí me suena un poco a concesión localista y empresarial), el dadá y el cubismo. Y luego deriva en una serie de círculos artísticos en Zurich, Washington DC, Sydney, Londres, Düsseldorf y también París, claro."
Bombardier asegura que lo que más le ha llamado la atención de la exposición ha sido el Movimiento Zero, un grupo de rebeldes muy educados (en todos los sentidos) que se formó en Düsseldorf. Un estupendo documental de la televisión alemana, realizado en 1960, lo explica muy bien en uno de los monitores instalados en MAXImini.Se titula Kunst Maler ohne Farbe und Pinsel, Pintores artistas sin color ni pinceles, de un tal Gerd Winkler. Bombardier califica a ese documental de "fresco y fragante".
"Y lo más curioso es que esa frescura no es sólo original, se ha multiplicado con el tiempo. El documental describe las técnicas creativas de los artista del grupo Zero, que nacio en la RFA a finales de los años cincuenta, y tuvo una réplica en Holanda (grupo Nul) y versiones y tendencias en otras ciudades europeas, entre las que se encuentra, invitablemente, París. Ante la cámara actúan una serie de jóvenes dinamiteros de la estética tradicional entonces, que era fundamentalmente vanguardista. Unas actuaciones desenfadadas e ingenuas. Estos jóvenes me recordaban a la precedente generación de existencialistas, con la visible diferencia de que los pintores estaban rasurados, vestían con aseo y compostura y no fumaban en pipa, sino cigarrillos. Además, no hacían ostentación de promiscuidad, sino de lo contrario, de sus familias, porque en varias secuencias los protagonistas de la creación son los hijos de los propios pintores. Aparece una especie de performance callejero en Düsseldorf, en el que un grupo de atildados artistas reparte panfletos a una multitud muy civilizada, proclamando la vigencia de su arte anticonvencional, anticromático y antirreflexivo. Y en otra secuencia, un grupo de chicos y chicas sonrientes exhiben unas pancartas con afirmaciones antiartísticas de fragancia dadá. Y la escena más fresca es la de una pareja, él, pintor, ella, cómplice de la acción ilegal de su marido o compañero, porque vigila la aparición de la policía, mientras su chico arranca cartelones pegados en las paredes de una calle parisina, para utilizarlos como material de trabajo en su estudio."
"Sí. Eso parece muy fresco."
"Y lo es, en sí mismo. Pero más todavía desde nuestra sofisticada perspectiva actual, en la que predomina la osadía agresiva y vulgar, el montaje publicitario diseñado en Nueva York y la pedantería intelectual. Comparado con todo esto de hoy, aquellas actividades de hace más de medio siglo eran de una ingenuidad conmovedora. Y eso que en su época eran de un radicalismo sospechoso, en un escenario de guerra fría inquietante."
Los alquimistas bohemios
"Bueno, ¿y qué me dices de la exposición sobre Modigliani?"
"También estupenda. En ella he visto la desolación psicológica de la vanguardia original. Las vidas de perro y las muertes románticas de aquellos individuos singulares que, al lado de los artistas emergentes de hoy, eran alquimistas bohemios, porque trasnformaron la escoria en oro, aunque casi ninguno lo pudo aprovechar. El pobre Modigliani murio tísico en plena juventud. Y su mujer se suicidó una semana después, embarazada de su segundo hijo. La exposición merece la pena en todos los sentidos, en especial en el didáctico. Aunque yo creo que la mayoría de los visitantes, personas mayores que hace una década no habrían osado entrar en un salón de pintura, tenían una actitud de veneración ante aquellos paisajes, aquellos desnudos, aquellos retratos. Es como las iglesias de hace siglos, donde las personas acudían en busca de consuelo espiritual y a instruirse en las vidas de los santos, pintados en paisajes, retratados y algunos de ellos y ellas decentemente desnudos. Es cierto eso de que la religión de los paganos del siglo XX es el arte."
"Vuelve a serlo."
"¡Ah, sí! ¿Por qué?"
"Porque el clasicismo griego y romano se refería a la religión de los paganos de entonces."
"Vaya. Tienes razón. No había caído en eso. Será que regresamos al paganismo."
"O al clasicismo."

jueves, 20 de marzo de 2008

LA CIUDAD QUEMADA


Me recomienda Bombardier que lea La ciudad que fue Barcelona, años 70, un libro de Federico Jiménez Losantos.
“Le he escuchado durante meses, y lo he dejado porque me altera los nervios. Ese hombre es un agitador”, arguyo.
“Pues si puedes aguantar su retórica un poquito más, aprenderás muchas cosas con su libro. Está escrito en los mismos términos en los que habla, con fluidez y contundencia.”
“¿Así que me aportará información e ideas?”, le pregunto amostazado.
“Completará el cuadro que conoces. Lo que tú y yo vivimos en Madrid, él lo pasó en Barcelona.”
“Yo frecuenté Barcelona en el año 1973. Iba muchos fines de semana desde Lérida, donde trabajaba”, le recuerdo a Bombardier. “La ciudad me fascinaba. Y algunas gentes, también. Menos los comunistas, que, sin embargo, deberían ser mis camaradas habituales. Recuerdo haber acudido a una cita, montada por el Partido desde Madrid, a un café de las Ramblas, para entrar en contacto con el PSUC, y contribuir allí a mi militancia. Me recibió un tipo muy circunspecto. Noté en seguida una gran desconfianza. Pensé que no se fiaba, que temía que yo fuera un infiltrado o algo así. Pasados los años, me di cuenta de que lo que le desagradaba de mí es que ni fuera catalán ni hablara su lengua. No era de los suyos.”
“Exactamente es la misma experiencia de Jiménez Losantos.”
“Pero no sé si aguantaré su discurso. Estoy saturado de él. Tiene una certeza tan grande en sus convicciones y sus opiniones, que impone miedo. Para él el liberalismo es una doctrina inflexible, en lugar de una manera de hacer las cosas o de verlas. Desconfío de los liberales ricos. Son tan poco de fiar como los progres que viven en una urbanización de lujo. No conozco a ningún liberal asalariado.”
“La mayoría de los asalariados no son ni liberales ni socialistas ni nada. No les interesan las disquisiciones ideológicas. Y no me digas que tú tienes trato y relación con asalariados, porque no me lo creo. Tu medio natural son las personas letradas, como tú y como yo, los intelectuales.”
“Oye, que yo no soy un intelectual. Le reservo el título a Jiménez Losantos y a los creadores de opinión vocacionales como él, sea cual sea su ideología.”
“Si lees La ciudad que fue Barcelona, años 70, conocerás mejor a Federico Jiménez Losantos y también a ti mismo.”
“¿Cómo puede ser eso?”, replico.
“Porque todos los intelectuales somos semejantes.”
“Menos mal que no has dicho iguales.”
Bombardier se encoge de hombros.
“Necesitamos fundamentar nuestras convicciones. Un intelectual sin principios no es un intelectual. Puede ser un pillo ingenioso, un erudito hueco, un cínico.”
“O un político.”
“Exactamente. Ser hoy político y tener convicciones es tan poco frecuente como los eclipses de sol. Un político es un individuo que tiene todos los derechos, pero ninguna obligación. Los ingleses le llaman a eso accountability, es una de las bases de su sistema democrático. El político debe responder de sus compromisos y de sus actos. Si no lo hace, se tiene que ir. Aquí es casi lo contrario, cuanto más inconsecuente, falso o arrogante sea un político, más se mantiene.”
“Así que Jiménez Losantos no es un político, sino un intelectual. Pues da la impresión de ser un agitador profesional.”
“Porque lo es. Pero por convencimiento. Y no se casa con nadie, si has podido observar. En su libro se ve por qué es como es. Se formó intelectualmente en la caldera en ebullición de la Transición, con todos los ingredientes hirviendo al mismo tiempo e intentando imponer sus sabores y potencias al caldo resultante.”
“Como nosotros.”
“Como nosotros. Pero en Barcelona, ese caldo no era natural. El sabor más fuerte se lo daban las pastillas de glutamato nacionalista. Eso es lo que describe con pelos y señales Losantos. A través de su experiencia personal.”
“Desde luego, a alguien a quien los nacionalistas fraccionarios han dejado cojo, no se le puede pedir objetividad hacia sus agresores.”
“Te equivocas. Losantos la tiene. Aporta materiales, textos propios y ajenos. Y sobre todo, descubre al lector la gran jugada de los nacionalistas, haciendo creer a los izquierdosos e izquierdistas no nacionalistas que la esencia de la razón progre la poseían ellos.”
“Pero debe ser un rollo, leer tanto material indigesto.”
“Te lo puedes saltar, o leer a trancos. Como ya te lo sabes… Lo interesante del libro son las maniobras que describe minuciosamente Losantos. En ese sentido es un libro inapreciable. Y difícilmente rebatible con argumentos sólidos. Lo más que se puede decir contra sus reflexiones es que no son nacionalistas o que son antinacionalistas. Pero eso, que yo sepa, es algo tan lícito como lo contrario.”
“No sé qué hacer... Empezaré a leerlo.”
“Enseguida verás que Losantos siempre ha sido una persona con opiniones propias, que no se dejaba influir mucho tiempo por un molde impuesto.”
“Eso ya se nota. Pero él tiene el suyo. El liberalismo militante.”
“Te lo he dicho. Es un intelectual. Necesita creer en algo.”
“Está bien. Leeré La ciudad que fue Barcelona, años 70 para ver lo que encuentro en ella de mí mismo.”
“Será una estación más en nuestro viaje terapéutico hacia lo desconocido”, sentencia Bombardier.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Guerra incruenta

Sant Jordi, Beethoven y Mozart






El auténtico espíritu de las Fallas.
Unas cañitas antes de la paella




Conocí a algunos yugoslavos refugiados durante la primera fase de la violenta descomposición de aquel país, de esto hace más de diez años. A los asistentes sociales que les ayudaban les había sorprendido la reacción de aquellas personas ante las mascletás de las fiestas valencianas. Les producían un pánico incontenible, y a los niños les volvía histéricos. La razón era la huella que había dejado en ellos la guerra de la que habían escapado. No identificaban las explosiones con algo lúdico, sino con algo terrible y peligroso.
Por fortuna, yo no he estado en ninguna guerra. Lo más parecido que he vivido son unas maniobras de artillería en las que participé durante mi servicio militar. Pero como no había ningún riesgo en ellas, me resultaron lo más parecido a las Fallas.
Pues bien, esta tarde, día de San José, entre las dos y las tres de la tarde, desde mi terraza en lo más alto de Burjassot, con toda la huerta y la ciudad de Valencia extendiéndose hasta el mar, un marciano habría deducido que había estallado una guerra indiscriminada en todos los barrios a la vez. Disparos de fusil, cañonazos, ráfagas de ametralladora, explosiones antiaéreas... Pero ni una sola víctima... gracias a Dios.

martes, 18 de marzo de 2008

No hay mejor "instalación" que una falla

Un detalle de la falla de Convento Jerusalén/Matemático Marzal (el cruce de las dos calles), en el barrio de la estación. Se ha quedado por enésima vez en segundo lugar. El primer premio se lo ha llevado la falla de Nou Campanar, promovida por un constructor cargado de millones, que, dicen, se ha gastado más de uno (de euros) en el tinglado de este año.
He aquí uno de los excesos más hirientes de las fallas. El que tiene más dinero, puede hacer mejores monumentos y mejores fiestas. Por eso hay una división de fallas en categorías por orden económico. Pero si al cabo de los años una falla monopoliza los grandes premios, la fiesta se desnaturaliza, y desdibuja los aspectos positivos de este carnaval popular.
Las fallas han sido y son un medio de cohesión social. En los casales falleros se integran muchas pesonas que buscan y encuentran relaciones personales y familiares.
Además, las fallas son un vehículo de mofa social, muy útil en tiempos como los presentes, en los que toda la ironía se limita a las telecomedias o a las actuaciones personales de cómicos que recitan un guión escrito por otro. En las fallas, el artista fallero intenta reflejar aquello que la comisión le indica.
Por último, las fallas cumplen una función de desahogo, como he dicho en la entrada anterior.
Y, aparte de todo esto, las fallas son un espectáculo maravilloso. Transforman la ciudad en un verdadero museo de instalaciones que todo el mundo comprende y goza. La llenan de miles de personas disfrazadas de trajes suntuosos (a veces, demasiado suntuosos), de desfiles, de bandas de música. Todo esto hace de ellas una de las fiestas más vistosas de España para la población ajena a ellas y para el turista.
Esto de las instalaciones me hace pensar en la pedantería de los artistas que viven de ellas, de los comisarios que las promueven y de los críticos que las ponderan. Me refiero a las instalaciones del complejo del arte institucionalizado, que luego acaban en las puertas de los museos o en los propias salas de estos, si son lo suficientemente grandes.
Ninguna instalación artística supera a una falla, por humilde que sea. Pero los intereses creados y la estupidez intelectual han montado un tinglado en torno a estas fórmulas de creación artística, que las fallas ponen cada año en evidencia.

lunes, 17 de marzo de 2008

Fallas y excesos

Las Fallas son una fiesta del exceso.
Según una hipótesis sin fundamento histórico, en principio era el exceso de madera de los carpinteros, que reunían la leña en montones colocados en las encrucijadas ciudadanas y le pegaban fuego con motivo de la festividad de su patrono San José.
Hay explicaciones para todos los gustos. Desde las ideológicas marxistas, que atribuyen a la lucha de clases la furia incendiaria de las Fallas, hasta las religiosas que las relacionan con el equinoccio de primavera, el florecimiento de las cosechas y todo eso. Yo no tengo ni idea. Esto último me extraña, porque las Fallas son una fiesta urbana, no agrícola.
Lo que sí tengo claro es que son una fiesta de exceso lícito, como los carnavales, las lupercales y otras por el estilo de pueblos antiguos.
La paradoja es que el exceso de las Fallas es muy reciente, por tanto no tiene ninguna tradición con estudios antropológicos. Es mi propia opinión.
Los excesos de las Fallas actuales son:
1.- La posibilidad ilimitada de hacer ruido en manos de particulares, que tiran petardos horrísonos en cualquier sitio y a cualquier hora, y montan discomóviles hasta las tanas de la madrugada. Si se les llama la atención contestan: “Estamos en Fallas.” Se acabó el razonamiento
2.- La apropiación indiscriminada, irrevocable e indiscutible del espacio público por supuestos falleros que organizan en ese terreno requisado sus juergas. “Oiga, que tengo que pasar por aquí si no quiero dar un rodeo”. “Estamos en Fallas.”
3.- El despilfarro en la construcción de monumentos espléndidos que destruirá el fuego.
4.- La construcción de monumentos con materiales cuya combustión produce gases tóxicos o perjudiciales. Si se utilizara sólo la madera y un tipo de pintura “ecológica”, si es que existe, los monumentos no alcanzarían ni la espectacularidad ni la perfección de los actuales, o serían infinitamente más caros, porque para levantar una construcción de quince o veinte metros de altura con materiales de peso se necesita un estudio arquitectónico o algo parecido.
5.- El despilfarro en las iluminaciones, que consumen millones de vatios, porque las encienden antes de que se haga de noche y las apagan cuando está fuera el sol.
6.- El despilfarro en saraos, cabalgatas, desfiles, ofrendas, etc.
Todos estos excesos podrían regularse. De hecho, las autoridades locales intentan poner un poco de sentido común o de límites, pero no parecen tener mucho éxito. El primero es el que a mi parecer se convierte en la vía de escape de los trastornos psicópatas o cuasipsicópatas. Es un desahogo necesario, que sufrimos los que nos desahogamos de otra manera menos escandalosa, pero que nos evita vivir en una sociedad de salvajes descontrolados. Al imbécil que se pasa cinco días soltando espantosos masclets por las calles de su pueblo o de la ciudad se le calman sus instintos agresivos. A los cuatro gatos (porque son exactamente cuatro gatos) que a las cuatro de la mañana se bambolean ebrios en una carpa vacía, pero estremecida por bafles de potencia extraordinaria con las canciones más soeces, pasadas las Fallas se quedan tan exhaustos que ya no cometen tropelías hasta al cabo de un tiempo.
En cierto modo, es un fenómeno parecido al de los conductores que circulan con la música a toda potencia. Son pobres personas que necesitan ese desahogo. Si no pudieran hacerlo, acaso sacudirían la badana a su infeliz pareja. Aunque, nunca se sabe, puede que su salvajismo no se quede en el desahogo acústico y necesiten más. Dios nos libre de cruzarnos con uno de ellos.

domingo, 16 de marzo de 2008

Una purga moral contra el desasosiego

Me propone Bombardier hacer un viaje profundo. Me fascinan de este hombre sus salidas (o entradas) imprevisibles.
“Yo no tengo vacaciones hasta el verano”, le digo. “Y no creo que pueda acompañarte ni siquiera entonces. Tengo compromisos familiares… Además, he perdido el gusto del viaje por el viaje, que tenía en mi juventud.”
“No es un viaje convencional. Tendremos que movernos poco.”
“¿Un viaje interior?”, le pregunto un poco alarmado, pensando en gurus hindúes, en sanadores derviches, en monjes independentistas tibetanos refugiados en el pletórico territorio de nuestra desasosegada e histérica sociedad europea.
“Un viaje por la intrascendencia, por lo prosaico, por la rutina de la vida humana.”
“Lo que encontremos no será conmovedor. Dejará indiferente al creador que llevamos dentro y no estimulará nuestra ambición artística”, replico.
“De eso propongo que huyamos, de la ambición artística. Un viaje en busca de la vida corriente.”
“Corto viaje.”
“Eso es lo que crees. La vida corriente está tan apartada de nosotros como las galaxias enanas del espacio exterior. Nadie acepta que su vida sea corriente. Unos se afanan en ampliar su negocio, otros en ascender de posición social, en ganar más dinero, en hacerse famoso sin arriesgar más que la vergüenza, en sustituir su vulgar pareja por otra de fábula, en que le regalen un chalet en Jauja, en conseguir por la cara un coche de impacto (paradoja suicida), en detener el tiempo. Y todo ello, acompañado de algo tan efímero como la felicidad. Todo el mundo quiere ser joven, rico y feliz.”
“¿Qué hay de malo en querer ser feliz.”
“Nada, salvo que la felicidad se confunde con la plenitud imposible e insostenible.”
Bombardier emite un suspiro de fatiga. Me quedo mudo, ante la sospecha de que se haya vuelto ecologista.
“Estoy cansado de la vida que llevo. De ser un autómata sin sentimientos verdaderos. Harto de que se me imponga tanto la alegría como el pavor. Me dicen que debo estar siempre contento, y no paran de ilustrarme con catástrofes, amenazas, crímenes, guerras inminentes. Me abruma el arte de estos tiempos. Llevo fatal la estética de la fealdad y del dolor, porque son un falso remedio para los males de los miserables del mundo, a quienes los artistas utilizan como escudo moral de esas miserias suyas propias con las que conviven en sus casas de lujo, en sus galerías internacionales, en sus instalaciones urbanas subsidiadas a precio de oro.”
Aliviado, veo que se trata de una acometida depresiva.
“Quizá necesites prozac.”
“¿De qué me serviría? El prozac es toda esa fantasía que acabo de citar, en píldoras. Lo que necesito, y te ofrezco a que lo busques conmigo, es el territorio de la intrascendencia. Alejarnos de la necesidad de ser feliz.”
“Un viaje en busca de nosotros mismos…”, aventuro
“Algo así.”
“Un viaje hacia la jardín de Voltaire…”
Bombardier se ríe, prueba de que su mal no es irreversible.
“La verdad es que escapar del vértigo de la competitividad, esa cosa tan cara para las asociaciones de empresarios y que no significa nada bueno, desprenderse de la costra de deseo impuesto que nos asfixia como una armadura estrecha… cada día resulta más difícil.”
“Pero, ¿escapar, dónde, Bombardier? ¿Qué refugio encontraremos?”
“Ninguno. No es un refugio, es un campo abierto, donde te puede caer un rayo, donde te mojas y pasas frío y calor. Es el mundo real, del que el mercado nos impulsa a huir. Se trata de regresar a él.”
“Oye, ¿tú no te estarás volviendo hippy? Nunca lo has sido. A ver si es que te faltó ese recorrido, y lo echas de menos.”
“No hace falta salir del sistema para librarse de su influencia. Quizá bastaría con apagar la televisión y no encender la radio durante un tiempo. Si dejamos de envenenarnos a diario, algo de salud recuperaremos, ¿no? No sé… Pero lo primero de todo sería desnudarse y observar a los demás desnudos de los adornos y oropeles que solemos usar como disfraz.”
“Bueno”, digo finalmente resuelto a hacerle caso. “Pues pongámonos a buscar. ¿Por dónde empezamos? ¿Qué dirección tomamos?”
“No tengo ni idea, amigo. Confiemos en que algo o alguien nos ofrezca una pista.”
“Confiemos.”

miércoles, 12 de marzo de 2008

¡Estamos en Fallas!





He aquí unas fotos de esta mañana en Valencia.
La primera es la Plaza del Ayuntamiento, nada más acabar la mascletá de mediodía. Al fonde se ve el monumento que aparece en la segunda foto. (La estatua que se perfila en el centro, entre las nubes de humo, es Vinatea, el noble medieval de Morella que defendió sus derechos frente al poder absoluto.) Parece que este año va de los cuentos de Aladino o algo así.
La tercera foto es un detalle del monumento de la Plaza del Pilar, que este año es muy clásico y muy dulzón, a lo que parece.

Jeremiadas transelectorales

Felicito a Bombardier por el éxito de su maquiavélica estrategia electoral, y se defiende.
“No te burles de mí.”
Intento convencerle de que la burla es inapreciable, y queda anulada por el resultado: exactamente el que él consideraba (con ironía, pero con intención) el deseable para que el Brujo de la Z cavara su propia tumba.
“El futuro es más enigmático que nunca, después de las elecciones”, sentencia.
“¿Cuál es tu pronóstico? ¿No vale el que hiciste para el caso de victoria de los progres?”
“Es que no han ganado los progres. Ha ganado el Brujo de la Z. Y ahora le puede dar por hacer lo contrario de lo que emprendió. Sería una jugada maestra. Realizar el programa de los defensores de la unidad de España, machacar a Eta, enderezar la economía. Quitarse el disfraz de brujo y convertirse en un hombre de Estado.”
“Es posible. Aunque dudo que sea probable.”
“Sí. Pero ese hombre ha demostrado ser un tipo sin principios. Si llega al convencimiento de que le conviene asumir el programa de la oposición, la oposición podría diluirse. Conseguiría por las buenas, dosificando un ingenio que no le falta, lo que no logró a lo bruto en la pasada legislatura, desarbolar a la oposición de derecha.”
“Confieso mi perplejidad”, le digo. “Estas elecciones son para volver loco a los analistas. Y todos somos analistas, igual que todos somos entrenadores de fútbol o de baloncesto o de atletismo. Gana la izquierda divagante, pero la derecha no pierde. Las dos se consolidan. Retroceden los nacionalistas fraccionarios, pero siguen siendo la clave para la gobernación. “
“Y Rosa Díez se convierte en una náufraga, que es lo único que podía ser. Esa mujer me cae bien, de hecho le di mi voto. Pero no sé qué imaginaba yo que pudiera hacer de bueno en ese mar lleno de arrecifes del parlamento… ¿Y qué me dices del Buey Gallego? Tozudo, ¿no?”
Tomo aire y me dispongo a largar mi razonamiento, que he madurado durante estos últimos días.
“Verás, durante una época me tomé la vida política igual que la Liga de fútbol. Pero no tardé en comprender que el fútbol, además de un sucedáneo de la liturgia religiosa, no son más que millones al horno, que corren de un bolsillo a otro, haciendo paradas en los de individuos con el único mérito de ser hábiles con la pelota. Mientras que la política es el poder de decisión que se toman unos individuos iguales a nosotros. Sin embargo, en este caso el dinero es nuestro (el que nos sustrae el Estado) y las decisiones nos afectan. No nos lo podemos tomar a la ligera. El problema es cómo nos lo podemos tomar para no caer en una de estas posturas: la apatía producto del desengaño, el nihilismo producto de la cólera, o la depresión producto de la desesperación.”
Bombardier aprovecha que tomo aire para hacer una intervención lacónica.
“La cuarta postura es la indiferencia producto del hastío. La practican la mayoría de los ciudadanos.”
“Tienes razón. Y a la larga es la más peligrosa, porque un periodo de inestabilidad política o económica, como el que parece sobrevenir en todo Occidente, puede acabar como el rosario de la aurora. Vuelta a los conflictos sociales. Los nacionalistas fraccionarios intentarán separarse. Los que se queden sin trabajo, si además se quedan sin subsidio, empezarán a movilizarse. Los militares echarán mano de la Constitución para intentar intervenir. Los que posean algo, lo defenderán con uñas y dientes. Surgirán demagogos debajo de las piedras, intentando convencer a los que no posean nada o muy poco de que se subleven contra un sistema que habrá dejado de ser de mercado pletórico. Las personas del mundo atrasado no podrán emigrar ni sus dirigentes tendrán dinero fresco procedente de las cajas fuertes europeas y norteamericanas, y los demagogos de sus países les querrán convencer de que deben arrasar el mundo de los ricos.”
“Pero todo eso es una película de catástrofes, hombre. Todavía no me has respondido qué te parece la posición del Buey Gallego.”
Vuelvo a tomar aire, y continúo.
“Ahí me dirigía. Fíjate la reacción que ha tenido él y su corte de intrigantes. Primero, convocar un congreso. Luego, anunciar que se presenta para sucederse a sí mismo. Esto es una insensatez. El mercado de la política acabará destruyéndola. Puede que ese hombre no sea un tigre de Bengala, pero ha demostrado tener capacidad sobrada para dirigir una organización que amenazaba con naufragar, y que ha sido torpedeada varias veces a lo largo de estos cuatro años. ¿Qué necesidad tiene de convocar un congreso para confirmarle? Porque si es necesario un plebiscito, que no lo disfrace de acto supuestamente democrático. Los políticos están escenificando una tragicomedia ante el público, de momento, impertérrito pero también desconcertado, de los ciudadanos. Lo malo es que los políticos acaban creyendo que no son más que intérpretes (según el marxismo clásico, lo son de los plutócratas), personas sin responsabilidad, sin la obligación de rendir cuentas. Se limitan a representar su papel ante nuestras narices. Eso es lo que me parece peligroso. Mientras a la gente que está en el patio de butacas le hagan gracia sus payasadas, bien. Pero en cuanto el patio de butacas empiece a vaciarse porque la gente esté muy ocupada y preocupada con sus problemas sin resolver… Pues eso.”
“Me parece que la realidad va por otro camino al que tú describes, Jeremías.”
Bombardier me observa con leve socarronería, por no ofenderme.
“Puede que los políticos sean unos ambiciosos, unos egoístas y unos asnos. Pero el aparato que ellos creen dirigir tiene una velocidad inerte muy ajena a sus promesas, a sus discursos y a sus grescas. Como muy bien has dicho, la mayoría de los políticos son intérpretes, no autores. Los autores están en la sombra, son los burócratas, millones de ellos. Los engranajes del sistema. Y hoy en día, por lo general, los burócratas están bastante bien preparados. Gracias a ellos, el sistema sigue rodando en la dirección marcada por una combinación internacional de burócratas y plutócratas. Desengáñate. Todavía no ha llegado el tiempo de las catástrofes y de las revoluciones globales. Hay tanto peligro de un desgobierno universal como de que se deshielen los polos. Jeremiadas.”

domingo, 9 de marzo de 2008

El fin del Cosmos

Harto de propaganda política, asqueado de la hipocresía de los gobernantes y de los aspirantes, y cabreado con la aplicación de remedios cosméticos por parte de lo smedios de comunicación, me he dedicado durante dos días a traducir un estupendo artículo de Scientific American. Lo cuelgo a continuación. Su lectura relaja y edifica, porque nos sitúa en una perspectiva cósmica muy necesaria en estos momentos de trepidante y revulsiva actualidad.


¿El final de la cosmología?
Un universo acelerado borra las huellas de su propio origen.
Por Lawrence M. Krauss y Robert J. Scherrer
Scientific American Magazine. 25 de Febrero de 2008

Hace cien años, un artículo de Scientific American sobre la historia y la estructura a gran escala del universo habría sido completamente erróneo. En 1908, los científicos creían que nuestra galaxia constituía el universo completo. Lo consideraban un universo tipo isla, un aislado macizo de estrellas rodeadas por un vacío infinito. Hoy sabemos que nuestra galaxia es una de las más de 400 billones existentes en el universo observable. En 1908 el consenso científico era que el universo era estático y eterno. El inicio del universo en una fogosa gran explosión (big bang) ni siquiera era una sospecha. La síntesis de elementos en los primeros instantes de la gran explosión, y dentro de los núcleos de las estrellas, era algo ininteligible. La expansión del espacio y su posible curvatura como reacción a la materia ni siquiera era un sueño. El reconocimiento del hecho de que todo el espacio está bañado en radiación, creando una imagen fantasmal del brillo gélido inmediatamente posterior a la creación, tuvo que esperar el desarrollo de tecnologías modernas diseñadas no para explorar la eternidad sino para que los humanos pudiéramos telefonear a casa.
Resulta difícil encontrar un área intelectual que haya cambiado más en un siglo que la cosmología, y el cambio ha transformado nuestra forma de ver el mundo. Pero, en el futuro, ¿deberá la ciencia reflejar siempre más conocimiento empírico del que existía en el pasado? Nuestro trabajo reciente sugiere que en escalas de tiempo cósmicas la respuesta es no. Podemos estar viviendo en la única época de la historia del universo en la que los científicos puedan alcanzar un conocimiento preciso de la verdadera naturaleza del universo.
Nuestro estudio lo motivó un descubrimiento dramático hace casi una década. Dos grupos diferentes de astrónomos siguieron el rastro de la expansión del universo a lo largo de los últimos cinco billones de años, y encontraron que parecía estar acelerándose. La fuente de esta antigravedad cósmica se atribuye a cierta forma nueva de “energía oscura” asociada con el espacio vacío. Algunos investigadores teóricos, incluido uno de nosotros (Krauss), había anticipado este nuevo resultado, basándose en mediciones indirectas, pero en física lo que cuenta son las mediciones directas. La aceleración del universo implica que el espacio vacío contiene casi el triple de energía que todas las estructuras cósmicas que observamos hoy: galaxias, grupos y supergrupos de galaxias. Irónicamente, Albert Einstein postuló en un principio que tal forma de energía era la que mantenía el universo estático. La llamó la constante cosmológica (véase “Antigravedad Cosmológica”, por Lawrence M. Krauss; Scientific American, enero 1999).
La energía oscura tendrá un enorme impacto en el futuro del universo. Con Glen Starkman, cosmólogo de la Case Western Reserve university, Krauss exploró las implicaciones que tendría para la vida un universo con una constante cosmológica. Los resultados no eran buenos. Tal universo se convertía en un lugar muy poco hospitalario. La constante cosmológica produce un “horizonte de sucesos” fijo, una superficie imaginaria más allá de la cual no llega a nosotros ni materia ni radiación. El universo viene a parecerse a un agujero negro invertido, como un calcetín al revés, con la materia y la radiación atrapada fuera del horizonte en lugar de dentro de él. Este descubrimiento significa que el universo observable contiene sólo una cantidad finita de información, de manera que el procesamiento de la información (y de la vida) no puede durar eternamente (véase “El Destino de la Vida en el Universo”, de Lawrence M. Krauss y Glenn D. Starkman, en Scientific American de noviembre de 1999).
Mucho antes de que este límite de información se convierta en un problema, toda la materia en expansión del universo estará fuera de este horizonte de sucesos. Este proceso fue estudiado por Abraham Loeb y Kentaro Nagamine, ambos entonces en la universidad de Harward, que encontraron que nuestro llamado Grupo Local de Galaxias (la Vía Láctea, Andrómeda y una multitud de galaxias enanas) se concentrará en un único y enorme supergrupo de estrellas. Las otras galaxias desaparecerán en el olvido más allá de ese horizonte. Este proceso se producirá en 100 billones de años, lo que puede parecer mucho, pero es muy poco comparado con la eternidad.

Columnas que se derrumban

¿A qué conclusión llegarán los astrónomos del futuro que vivan en este supergrupo de estrellas, sobre la historia del universo? Para pensar en ello nos remitiremos a las columnas que sostienen nuestra actual idea de la gran explosión.
La primera es la teoría general de la relatividad de Einstein. Durante cerca de 300 años la teoría de la gravitación universal de Newton sirvió de base para toda la astronomía. La teoría de Newton sirve perfectamente para la predicción de movimientos de objetos en escalas que van de la terrestre a la galáctica, pero es absolutamente inservible para las infinitamente grandes masas de materia. La teoría general de la relatividad supera esta limitación. Poco después de que Einstein publicara su teoría en 1916, el físico holandés Willem de Sitter resolvió la ecuación de la relatividad general para un universo simplificado, incorporando la constante cosmológica de Einstein. El trabajo de de Sitter parecía reproducir la idea del universo dominante en la época: una galaxia en forma de isla dentro de un vacío enorme y estático.
Los cosmólogos pronto se dieron cuenta de que la estabilidad era una interpretación errónea. De hecho, el universo de de Sitter se encuentra en una expansión eterna. Tal y como dejó claro más tarde el físico belga Geroge Lemaitre, la ecuación de Einstein predice que un universo infinito, homogéneo y estático es imposible. El universo o se expande o se contrae. La teoría de la gran expansión, tal y como se la llamó más tarde, nació de este descubrimiento.
La siguiente columna llegó en 1920, cuando los astrónomos detectaron la expansión del universo. La primera persona que proporcionó evidencia observada de la expansión fue el astrónomo americano Vesto Slipher, que usó el espectro de las estrellas para medir la velocidad de las galaxias aledañas. Las ondas de luz de una estrella que se mueve en dirección a la Tierra se comprimen, acortando la longitud de onda y dando una luz más azul. Las ondas de luz de un objeto que se aleja de nosotros se estiran, ampliando la longitud de onda y dando una luz más roja. Gracias a la medición del estiramiento o compresión de la ondas de luz de galaxias lejanas, Slipher pudo determinar si se movían hacia nosotros o al contrario, y también su velocidad. (En aquellos años, los astrónomos todavía no estaban seguros de si las manchas borrosas de luz que llamamos “galaxias” eran realmente cuerpos independientes de estrellas o simples nubes de gases dentro de nuestra galaxia.) Slipher descubrió que casi todas estas galaxias se alejaban. Parecía que nos encontrábamos en el centro de una expansión desbocada.
La persona a la que se atribuye en términos generales el descubrimiento de la expansión del universo no es Slipher, sino el astrónomo americano Edwin Hubble. (¿Cuál fue la última vez que ha oído usted hablar del Slipher Space Telescope?) Hubble determinó no sólo las velocidades de las galaxias más próximas, sino también su distancia. Sus mediciones condujeron a dos conclusiones que justifican su fama. Primero, Hubble mostró que las galaxias estaban tan lejos que eran realmente colecciones independientes de estrellas, exactamente como nuestra propia galaxia. Segundo, descubrió una relación simple entre la distancia a las galaxias y sus velocidades. La velocidad era directamente proporcional a su distancia de nosotros: una galaxia al doble de distancia de otra se movía al doble de velocidad. Esta relación entre la distancia y la velocidad es lo que ocurre cuando el universo se expande. Las mediciones de Hubble se han hecho más precisas desde entonces, en especial recientemente gracias a al observación de las distantes supernovas, lo que condujo al descubrimiento de la energía oscura.
La tercera columna es el débil brillo de las microondas cósmicas de fondo, descubierto por casualidad en 1965 por los físicos de los laboratorios Bell, Anzo Penzias y Robert Wilson, mientras localizaban fuentes de interferencias de radio. Esta radiación enseguida se reconoció como un vestigio de los primeros instantes de la expansión del universo. Indica que el universo era caliente y denso en su inicio, y que desde entonces se ha enfriado y dispersado.
La última columna de estas observaciones de la gran explosión es que ese universo caliente y denso del principio era el lugar perfecto para la fusión nuclear. Cuando la temperatura del universo era de uno a diez billones de grados Kelvin, los núcleos más ligeros podían transformarse en núcleos más pesados, un proceso conocido por la nucleosíntesis de la gran explosión. Este proceso sólo puede suceder durante unos minutos, mientras el universo se expande y se enfría, de modo que la fusión se limita a los elementos más ligeros. La mayoría del helio existente en el universo se produjo entonces, así como el deuterio y el hidrógeno. La abundancia de helio y deuterio que ha podido medirse coincide con las predicciones de la nucleosítesis de la gran explosión, y ofrece más evidencias a la teoría, así como estimaciones más precisas de la abundancia de protones y neutrones en el universo.

Cielos oscuros

¿Qué verán los científicos del futuro cuando escudriñen los cielos dentro de cien billones de años? Sin telescopios, verán prácticamente lo mismo que vemos hoy: las estrellas de nuestra galaxia. Las estrellas mayores y más brillantes habrán casi agotado su combustible nuclear, pero muchas de las estrellas más pequeñas seguirán brillando en el cielo nocturno. La gran diferencia se advertirá cuando estos futuros científicos construyan telescopios capaces de detectar galaxias desde fuera de la nuestra. ¡No verán ninguna! Las galaxias más próximas se habrán fundido con la Vía Láctea para formar una galaxia enorme, y esencialmente todas las otras galaxias habrán desaparecido desde hará tiempo, porque habrán escapado del horizonte de sucesos.
La desaparición de las galaxias distantes no es inmediata, sino gradual. El desplazamiento del espectro hacia longitudes de onda mayores en estas galaxias se hace infinitamente mayor a medida que se aproximan al horizonte. Krasuss y Starkman calcularon que este desplazamiento excederá los 5000 para todas las galaxias en 100 billones de años, elevándose a un inconmensurable 1053 al cabo de 10 trillones de años, momento en el cual incluso los rayos cósmicos de mayor energía se habrán desplazado tanto hacia el rojo, que su longitud de onda será mayor que el tamaño del horizonte. Estos objetos serán de verdad completamente invisibles para nosotros.
En definitiva, el descubrimiento crucial de Hubble de la expansión del universo será irreproducible. Toda la materia en expansión del universo habrá desaparecido visualmente más allá del horizonte, y todo lo que quede será parte de un grupo de estrella unidos gravitacionalmente. Para esos futuros astrónomos, el universo observable ser parecerá mucho a universo-isla de 1908: una enorme colección de estrellas, única, estática, eterna, rodeada de espacio vacío.
Nuestra propia experiencia demuestra que, incluso teniendo datos, el modelo cosmológico correcto no es tan evidente. Por ejemplo, desde los años 40 a mediados de los 60, con el edificio de la cosmología construido a base de la observación descansando sólo en los descubrimientos de Hubble de la expansión del universo, algunos astrofísicos resucitaron la idea de un universo eterno: el universo consistente y fijo en el cual la materia se crea a medida que el universo se expande, de modo que el universo como un todo no cambia con el tiempo. La idea se manifestó como un callejón sin salida intelectual, pero demuestra el tipo de nociones erróneas que pueden desarrollarse en ausencia de datos adecuados recogidos de la observación.
¿En qué otro lugar pueden buscar evidencias de la gran explosión los astrónomos del futuro? ¿Podría el fondo de microondas cósmicas permitirles probar las dinámicas del universo? He aquí que no. A medida que el universo se expande, las longitudes de onda de la radiación de fondo se estiran, y la radiación se hace más difusa. Cuando el universo cumpla 100 billones de años, los picos de las longitudes de onda de la radiación de microondas estará en la escala de los metros, correspondiendo a ondas de radio en lugar de a microondas. La intensidad de la radiación estará adulterada por un factor de un trillón, y puede que nunca se vea.
Incluso todavía más allá en el futuro, el fondo cósmico no se podrá observar. El espacio entre las estrellas en nuestra galaxia está repleto de un gas iónico de electrones. Las frecuencias de radio bajas no pueden penetrar en ese gas, o son absorbidas o son reflejadas. Un efecto similar a éste es la razón por la que las emisoras de radio de onda media se sintonizan por la noche lejos de las ciudades de origen; las ondas de radio se reflejan en la ionosfera y vuelven al suelo. Podemos imaginar el medio interestelar como una gigantesca ionosfera que llena la galaxia. Las frecuencias de radio inferiores a un kilohercio (una longitud de onda superior a los 300 metros) no pueden penetrar en nuestra galaxia. La radioastronomía inferior a un kilohercio es imposible en nuestra galaxia. Cuando el universo tenga veinticinco veces la edad actual, el fondo de microondas se estirará por encima de esta longitud y será indetectable para los residentes en la galaxia. Incluso antes, las sutiles pautas de esta radiación de fondo, que tanta información útil nos han proporcionado a los cosmólogos de hoy, estará demasiado cambiada como para ser digna de estudio.

Chamusquinas

¿Podrán los cosmólogos del futuro remoto llegar a un mejor conocimiento de la gran explosión gracias a las observaciones de la abundancia de elementos químicos? Una vez más, la respuesta es que, probablemente, no. El problema es que nuestra posibilidad de hacer sondeos en la nucleosíntesis de la gran explosión depende del hecho de que la abundancia de helio y deuterio no ha evolucionado mucho desde que se produjo hace 14 billones de años. El helio que se produjo en el joven universo, por ejemplo, compone el 24 por ciento de la materia total. Aunque las estrellas producen helio a lo largo de sus reacciones de fusión, sólo han incrementado esta abundancia en un porcentaje muy bajo. Los astrónomos Fred Adams y Gregory Laughlin de la universidad de Michigan en Ann Arbor han sugerido que esta fracción puede incrementarse como mucho el 60 por ciento después de muchas generaciones de estrellas. Un observador del futuro remoto encontrará el helio primitivo encenagado en el helio producido en las generaciones posteriores de estrellas.
Actualmente, el sondeo más limpio de la nucleosíntesis de la gran explosión es la abundancia de deuterio. Nuestras mejores mediciones del deuterio primitivo proceden de observaciones de nubes de hidrógeno iluminados al contraluz por quásares, rayos muy distantes y brillantes, cuya energía procede de los agujeros negros. En el futuro lejano del universo, sin embargo, tanto estas nubes de hidrógeno como los quásares estarán más allá del horizonte de sucesos, y los habremos perdido de vista para siempre. Sólo puede observarse el deuterio galáctico. Pero las estrellas destruyen el deuterio, y muy poco sobrevivirá. Incluso si los astrónomos del futuro observan el deuterio, pueden no atribuirlo a la gran expansión. Las reacciones nucleares que desencadenan rayos cósmicos de gran energía, que hoy han sido estudiadas como la posible fuente de al menos algo del deuterio observable, pueden parecer más plausibles.
Aunque la abundancia de observaciones de elementos lumínicos no producirá ninguna evidencia directa de una gran explosión salvaje, tampoco hará distinguirá ningún aspecto de la futura cosmología de la ilusoria cosmología de hace un siglo. Los astrónomos y los físicos que desarrollen un esquema de conocimiento de física nuclear concluirán con razón que las estrellas queman energía nuclear. Si llegan a la conclusión (incorrecta) de que todo el helio que observan se produjo en las primitivas generaciones de estrellas, podrán poner un límite superior a la edad del universo. Estos científicos, inferirán correctamente que su universo galáctico no es eterno, sino que tiene una edad finita. Y sin embargo, el origen de la materia al alcance de su observación seguirá siendo un profundo misterio.
¿Y qué pasa con la idea con la que empezamos este artículo, esto es, que la teoría de la relatividad de Einstein predice un universo en expansión y por lo tanto una gran explosión originaria? Los habitantes del futuro remoto del universo podrían descubrir la teoría de la relatividad general a base de medidas precisas de la gravedad de su propio sistema solar. El uso de esta teoría para deducir una gran explosión descansa sin embargo en observaciones de la estructura a gran escala del universo. La teoría de Einstein predice una expansión del universo sólo si el universo es homogéneo. El universo que nuestros descendientes observarán será cualquier cosa menos homogéneo. Consistirá en una isla de estrellas situada en un vasto vacío. Se parecerá de hecho al universo-isla de de Sitter. El futuro definitivo del universo observable es derrumbarse en un agujero negro, lo mismo que ocurrirá con nuestra galaxia en un futuro remoto.

Solos en el mundo

¿Les queda alguna posibilidad a nuestros descendientes de percibir un universo en expansión? Un efecto revelador de la aceleración permanecerá dentro de nuestro horizonte de observación, al menos de acuerdo con nuestra comprensión de la relatividad general. Igual que el horizonte de sucesos de un agujero negro emite radiación, también lo hace nuestro horizonte cosmológico de sucesos. Pero la temperatura asociada con esta radiación es inmensurablemente pequeña, entre los 10 y los 30 grados kelvin. Incluso si los astrónomos son capaces de detectarla, probablemente la atribuyan a otra fuente de ruido mucho más local.
Los observadores ambiciosos del futuro también enviarán sondas que salgan de la supergalaxia, y podrán servir como puntos de referencia para detectar una posible expansión cósmica. Pero que se les ocurra hacer algo así parece improbable, aunque en cualquier caso la sonda tardará billones de años como poco en alcanzar el punto en el que la expansión perceptible afecte a su velocidad, y la sonda necesitará una recarga de energía comparable a la de una estrella para comunicarse con sus constructores a tan gran distancia. Que las agencias suministradoras de fondo del futuro apoyen semejante disparo a ciegas es improbable, al menos si nos guiamos por nuestra propia experiencia.
Así que los observadores del futuro probablemente predigan que el universo finalizará con una localizada gran contracción, antes que la expansión eterna que la constante cosmológica produce. En lugar de terminar con un crujido, su limitado universo terminará con una explosión.
Inexorablemente nos dirigimos a una conclusión bien extraña. La ventana durante la cual los observadores inteligentes pueden deducir la verdadera naturaleza de nuestro universo en expansión acaso sea en verdad muy corta. Algunas civilizaciones podrán mantener archivos históricos muy antiguos, y este mismo artículo quizá aparezca en uno de ellos, sólo si logra sobrevivir a billones de años de guerras, supernovas, agujeros negros y otros incontables peligros. Que lo crean es otra cuestión. Las civilizaciones que carezcan de estos grandes archivos podrían estar condenadas a permanecer ignorantes para siempre de la gran explosión.
¿Por qué es tan especial el universo presente? Muchos investigadores han intentado argumentar que la existencia de vida da lugar a un efecto selectivo que puede explicar las coincidencias asociadas con el tiempo actual (véase “El Principio Antrópico”, de George Gale; Scientifica American, diciembre de 1981). Sacamos diferentes lecciones de nuestro trabajo.
En primer lugar, ésta probablemente no sea la primera época en que la información sobre el universo se pierda por una expansión acelerada. Si sobreviniera una inflación en el universo próximo, entonces la rápida expansión durante esta era se llevaría por delante casi todos los detalles de la materia y la energía preexistente, y los situaría más allá de nuestro universo observable. Desde luego, una de las motivaciones originales de los modelos inflacionarios fue librar el universo de objetos cosmológicos molestos como los monopolios magnéticos que pueden haber existido profusamente en otros tiempos.
Más importante todavía: aunque desde luego somos afortunados de vivir en un tiempo en el que las columnas que nos permiten observar la gran explosión son detectables, fácilmente podemos enfrentarnos a otros aspectos fundamentales del universo que hoy no son observables. ¿Qué es lo que hemos perdido? Antes de sentirnos autosatisfechos, sintámonos humildes. Quizá algún día descubramos que nuestro delicado y aparentemente completo conocimiento del universo de hoy es gravemente defectuoso.

viernes, 7 de marzo de 2008

¡¡¡ETA ASESINA!!!

¡Hijos de mala madre! ¡Cabrones! ¡Cobardes!
Véase la inteligente táctica militar de este ejército de canallas. Buscan a un ex concejal que se ha olvidado de la política, le siguen, comprueban que no tiene nadie que le proteja, se acercan a él y le descerrajan dos tiros.
¡Hijos de mala madre! ¡Cabrones! ¡Cobardes!
Isaías Carrasco, malditos sean por siempre tus asesinos. Isaías Carrasco, ójala tus matadores mueran pronto y de forma dolorosa, que les lluevan clavos, que les saquen los ojos cuervos como ellos, que sean rotos sus piernas y sus brazos por la ira popular.
¡Hijos de mala madre! ¡Cabrones! ¡Cobardes!
He escuchado en una radio a un político vasco decir lo siguiente. “¿Ojala acabe pronto esta sinrazón!”
¡Imbécil! ¡Cómo va a acabar la sinrazón ella solita! Los que ordenan los crímenes, los que aprietan los gatillos sólo dejarán de hacerlo cuando se les borre del mapa, machacados, suprimidos, o cuando consigan lo que pretenden.
¡ETA asesina!Caiga sobre ella y todos los que la defienden y protegen la más brutal de las represiones. Y no digo nada de quienes pretenden negociar con ella porque todavía me quedan unas migajas de prudencia.
¡Hijos de mala madre! ¡Cabrones! ¡Cobardes!

Mi voto


Tumba de Rosa Luxemburgo en el "Ruhestätte der einstigen Sozialisten", lugar de reposo de los primeros socialistas, en el cementerio de Friedrichsfelde, Lichtenberg, Berlín .

Bombardier me quería llevar a una tertulia de caballeros. Una reunión donde los participantes no utilizan sus convicciones como un garrote en la polémica. Un lugar donde los argumentos de los contertulios más débiles no son motivo de rechifla. Un rincón donde se va primero a escuchar y luego a hablar. Un sitio donde se charla en voz baja y se bebe con mesura, donde la regla es la ponderación, y es excepción la estridencia. Un ámbito para el decoro, el juicio, el sentido común.
Una tertulia que sólo existe en la imaginación y en el buen deseo.
Sin poder distraernos en ninguna reunión de conversación amena, hemos hablado a rachas sobre el valor de nuestro voto en las inminentes elecciones generales.
Bombardier siente una gran inclinación hacia el materialismo filosófico del profesor Gustavo Bueno, y con frecuencia me hace resúmenes de ese arduo sistema de pensamiento, si bien encomiable.
La democracia realmente existente, me dice, nos permite a los ciudadanos sólo una cosa: depositar nuestra elección política, de entre las legalmente posibles, en una urna. Ahí empieza y acaba todo. No hay más democracia. No hay gobierno del pueblo. No hay otra participación posible. La “sociedad civil” es una entelequia. No hay otra intervención del ciudadano en el mundo político que echar una papeleta en una urna cada cuatro años.
¿Qué haremos el domingo, nueve de marzo? Participar o abstenernos. Si participamos, sólo podemos hacerlo, en buena lógica racional, con la esperanza de que los que deseamos que nos gobiernen lo harán mejor (o menos mal) que el resto de las opciones. Otra idea es absurda. Todas las promesas de beneficios y prebendas al por mayor (sobre todo las que emite sin la menor vergüenza el actual partido gobernante) de los aspirantes son humo. Hace falta ser un ignorante supino y un ingenuo incorregible para tomarlas en serio.
Si la democracia realmente existente es lo más parecido a una plutocracia, ¿tiene sentido votar?
Bombardier sostiene que sí, aunque es incapaz de razonarlo con consistencia. Es sin duda, una debilidad suya, de cuando militaba en partidos de la izquierda definida y se jugaba de verdad el tipo. Exactamente al contrario que hoy, cuando se puede ser progre, rico, guapo, joven, solidario, antisistema, multisexual, etc. y reventar los actos de los “fachas” y hasta machacarlos porque se lo merecen, pues son los enemigos de la Humanidad, y tal y tal. Todo ello impunemente.
La política no es un territorio reservado a los políticos, dice Bombardier. Igual que el arte o la filosofía o la poesía no son cotos para especialistas o para gentes con título oficial. No todo el mundo puede construir un puente, ni repara un vehículo a motor, ni hacerse una casa. Pero casi todo el mundo es capaz de convertirse en dirigente político, como la evidencia nos demuestra.
¿Qué diferencia a los dirigentes políticos de los arquitectos o de los ingenieros mecánicos o de los científicos?
Siempre han tenido más mérito y más valor los técnicos y los cinetíficos experimentales que los humanistas. Pero los segundos dominaban la palabra y esto les dotaba para dirigir a las masas. Luego dominaron la imagen, y finalmente esa poderosa combinación de ambos que son los medios audiovisuales electrónicos modernos.
“Aunque, en último extremo”, añade Bombardier con ese acento satánico de la izquierda de toda la vida (la de antes, claro), “quienes cortan el bacalao hoy y como ayer son los poseedores reales de la riqueza: los aristócratas, los terratenientes, los grandes industriales, los financieros sin fronteras… A quienes han servido los humanistas y los técnicos hasta que el bolchevismo acabó con la propiedad privada.”
“Pero la propiedad privada ha terminado acabando con el bolchevismo”, le digo a Bombardier.
“Esa es una evidencia que la izquierda ignora con terquedad. Pero no importa. El mercado pletórico ha transformado todo en mercancía. El arte, las ideas… todo. Las ideas más valiosas son las que alcanzan la lista de superventas, como si fueran novelas o libros.”
“Pero, ¿a quién demonios debemos votar el domingo?”, le pregunto con desesperación.
“Al que según tu recto saber y entender atribuyas mayor capacidad para la gobernar con juicio y para todos los gobernados, en el momento presente de España.”
“Entonces me abstengo.”
“No es ese mi consejo. Puedes votar nulo. Puedes votar en blanco. Pero votar. Es la única oportunidad que te deja el sistema para expresarte.”
“Si las ideas son mercancías, ¿es mi voto equivalente a dinero?”, le pregunto pensando en ponerle en un compromiso.
“En cierta forma, amigo”, me dice Bombardier. “El recuento de votos es como la recaudación de calderilla. El que más junte, se encuentra con una pequeña fortuna. Y la administra como le place o sabe, si es que sabe.”
“Pero, ¡cómo puedes hablar con esa indiferencia! España se va al garete.”
“Los progres lo niegan.”
“¡Los progres me tocan las narices!”
“Todavía tienes unas cuantas opciones cohesivas de España.”
Bombardier puede llegar a exasperarme con su imperturbabilidad, porque él sostiene que la neutralidad no existe.
“Pero, ¿tú a quién vas a votar?”, le suelto a bocajarro.
“Estoy pensando en una jugada que resultaría mefistofélica si se le ocurriera a muchos ciudadanos. Es dar todo el poder a los asnos que lo han tenido a medias durante los últimos cuatro años. Una mayoría absoluta votada con las peores intenciones. A ver qué haría el brujo de las zetas con los nacionalismos fraccionarios y con la desestabilización del mercado pletórico que se avecina. Seguro que su fracaso sería tan estrepitoso que hasta el más tonto de sus partidarios desearía su ruina. Pero esto no es más que una fantasía. La realidad es imprevisible.”
“Sí”, confirmo yo como un mono de repetición, “la realidad es imprevisible.”

jueves, 6 de marzo de 2008

El verdadero arte pobre o el escarnio de las instalaciones


Esta instalación podía verse hasta hace un año en un rincón de la Huerta valenciana, en el término de Burjassot. La Ronda Nord, que facilita la circulación, se la ha llevado indirectamente por delante. ¿Por qué no acudió el IVAM a rescatarla? Los méritos de este monumento de ferralla, evidentes en la fotografía, eran superiores a los de cuantas soplapolleces se han exhibido entre sus muros y fuera de ellos, en el rellano de la fachada de la noble institución.
El autor de esta obra de arte, sin que se le pueda recortar un ápice al concepto según el sentido presente de la creación artística, era un hombre sin nombre de unos setenta años, aunque quizá tuviera menos, porque llevaba mucha vida y mucha contrariedad a sus espaldas. Tengo la impresión de que vivía en la choza ilustrada. Se le podía ver por Valencia en una bicicleta cuyo eje motor había desequilibrado él mismo para llamar la atención. Iba dando botes por la ciudad, vestido de un modo estrafalario. Estaba loco, se dira. Y es probable que, desgraciadamente para él, sea cierto, que el hombre sufriera. Pero su dolor lo convertía en escarnio y en ingenio. Escarnio a los comisarios de la órbita sideral del arte contemporaneo. Ingenio para quienes le veíamos pedalear cansinamente, conmovidos por su galanura e indiferencia. ¿Qué habrá sido de él?

Un concierto a capella, un cóctel y unos impostores

Ayer se presentó Bombardier de improviso en mi casa a la hora del café, y después de servirse un cortado, me tomó del brazo y me llevó a la ciudad.
“Vamos a escuchar buena música. Y además, es gratis. Paga el contribuyente.”
La Universidad de Valencia tiene un vicerrectorado de cultura que programa todo tipo de actividades, con frecuencia dignas de atención, y siempre gratuitas. En este caso se trataba dels Concerts d’Hivern 08. El coro de cámara Lluis Vich Vocalis interpretaba composiciones de Tomás Luis de Victoria, y un sortilegio de canciones anónimas y de autor de los siglos XV, XVI y XVII.
La experiencia fue memorable, conmovedora. No estoy acostumbrado a ir a conciertos, y este me produjo un estado de arrobo próximo al llanto manso de los limpios de corazón, bien que el mío está lleno de manchas.
El escenario era la Capilla de la Sapiencia, que en mi ignorancia tomé por un templo masónico, cuando en realidad era la capilla de la Universidad, construida ya en el Barroco, y presidida por una virgen, ejecutada por Nicolás Falcó en 1516, llamada de la Sabiduría.
Escuchaba las voces de aquel grupo de hombres maduros trajeados y con la insignia de su escolanía en la solapa, imaginándolos en sus trabajos. El uno, encargado de supermercado, el otro, funcionario, uno más, director de una sucursal bancaria, o arquitecto, o profesor de instituto, o experto informático a sueldo de la Ford. Yo qué sé. Recreaba en mi fantasía su vida atareada, sus avatares familiares, sus expectativas políticas ante las próximas elecciones…
Y toda aquella algarabía y confusión vital se borraba en el instante en que se reunían en el local destinado a los ensayos de aquella maravilla que emitían ahora sus gargantas.
“De ese material está hecha la belleza”, le comentaba en voz bajita a Bombardier. “Rutina, concupiscencia, fantasía y frustración.”
“Calla, que estás piripi”, me respondía llevándose un dedo a los labios.
Y en realidad, algo piripi estaba.
Como llegamos con tiempo al concierto, nos encontramos en el sobrio claustro de la Universidad con una fiesta en la que decidimos participar. ¡Cuántas no habrá presenciado Luis Vives desde su pedestal! La generosidad de la Universidad de Valencia con sus invitados es, niéguelo con razones quien se oponga, proverbial. Exposición que se inaugura, seminario, congreso o mesa redonda, banquete que te crió. Banquete para los invitados selectos. Para el común, unas copas de vino y unos canapés.
El vernissage de ayer estaba relacionado con la cristalografía. No es una broma. Te podías pasear a los pies de Luis Vives como si fueras él mismo en los palacios nobles de Brujas o en la corte preshakesperiana de Enrique VIII: algunos hablaban inglés, otros se entendían en alemán, en francés, en italiano, en flamenco. Y en español, claro. Y en valenciano. O en catalán. Tengamos la fiesta en paz.
Así que Bombardier y yo nos acercamos al mostrador de las bebidas y tomamos unas copas de excelente vino blanco, como si fuéramos dos expertos cristalógrafos, cocas diminutas de diferentes sabores, empanadillas y pastas dulces.
Os aseguro que escuchar un concierto a capella después de haber trasegado un poco de caldo de buena viña es una aproximación al Paraíso. No hay droga sintética ni hongo alucinógeno que se le iguale.
Era la coronación de una tarde desigual.
La habíamos empezado en el Ivam. Uno de los objetivos de un museo de arte moderno que se precie es el escándalo. Si no provocas escándalos no estás en la órbita de los grandes centros. Dos escándalos ofrece el IVAM en estos días. Uno es The Real Thing, una exhibición supuestamente representativa del arte chino de hoy. Como las cosas, the thing, están cambiando tan rápidamente en China, la realidad, the real, es transitoria y efímera. Esta perogrullada se la han inventado unos mamones (en el sentido real, maman de los pechos de la leche pública o privada que les dan) de la Tate Gallery de Liverpool y se la han vendido al Ivam no sé con qué argumentos.
La segunda majadería la ha realizado Bigas Lunas. Renuncio a explicar lo que el visitante puede ver en aquel templo de la Estupidez, porque no quiero dedicar mi tiempo y mis meninges a semejante zarandaja. El curioso no valenciano puede obtener información (es un decir) de lo expuesto en la página web del Ivam. No dejo de pasmarme por este tipo de acontecimientos culturales. Que un liante le venda un caballo viejo a alguien, sólo es achacable a la estupidez del que lo compra. No me consta que el equipo directivo del Ivam esté compuesto de bobos. Todo lo contrario. ¿Cómo se les ocurre entonces gastar una millonada en levantar en un podio a la sinvergonzonería más descarada?
Alguna explicación habrá. ¿La conoceremos algún día o se sucederán en las poltronas hombres y mujeres a quienes el tiempo juzgará como responsables del páramo artístico que fecundan los museos? Porque eso es lo que hacen muchas instituciones culturales, fecundar los páramos del gusto y del intelecto. O sea, onanismo.
Menos mal que, al final, mientras la luna salía sobre Valencia, los cristalógrafos del mundo nos invitaron a una copa, y el coro de cámara Lluis Vich Vocalis nos limpió de toda pesadilla.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Perplejidades en torno a Erró

Dice un folleto de una exposición de Erró:
Erró, pintor islandés (1932) residente en París, es uno de los principales protagonistas de la figuración narrativa francesa que apareció en 1964 como reacción al informalismo imperante.
El uso de las tintas planas y una iconografía interesada por los temas sociales distingue a Erró y a otros pintores coetáneos tanto del pop inglés como del norteamericano.
Erró es un maestro narrador, empapado de las sagas de sus ancestros vikingos, solo que sus historias arrancan del collage que utiliza como procedimiento de composición para sus pinturas.
Pintor del exceso, devorador de imágenes procedentes de periódicos, revistas, folletos publicitarios, libros infantiles…, y que manipula mediante el choque de dos de ellas completamente heterogéneas o mediante la acumulación por estratos y duras y rígidas compartimentaciones, que retratan un mundo desigual, barroco y carente de sentido que el espectador es invitado a descifrar con placer e inteligencia.
Dice Erró:
El pintor ya no es el intérprete de un estado del mundo o del pensamiento. Es una especie de cronista de los hechos cotidianos… En última instancia, puede ser un vidente.

Las telas de este pintor son grandes, algunas de más de tres metros de ancho y probablemente más de dos de alto.
¿Cuál es la aportación de Erró al arte?
A mi entender, sólo la combinación llamativa (impactante, provocadora) de los elementos mencionados en el folleto. Es una combinación ordenada, equilibrada e imaginativa. La diferencia entre el pop clásico y Erró es el barroquismo del islandés.
Por barroquismo entiendo movimiento, aglomeración, mezcla. Pero fuera de su “valor” decorativo no encuentro yo ninguna virtud estética a estos trabajos, que están realizados con un rigor profesional (académico, artesanal) muy preciso. No sé por qué se exponen en un museo como si se tratara de obras de mérito, equivalentes a Rembrandt o a Velázquez.
Busco un marco de referencia objetivo para situar a Erró en el océano del arte contemporáneo y no encuentro ninguno, como no sea el pop llevado a su extremo más demencial.
La “gracia” de Warhol fue sacar de su contexto las imágenes de la publicidad y transformarlas en cuadros. A parte de lo que él quisiera “decirnos” con ello y de lo que quisieron “entender” los pedantes de su época, el pop no es otra cosa que un juego de niños hecho por mayores, lo que le da un tono burlón. Erró va más allá de la burla y del sarcasmo, para entrar en el terreno del mal gusto como instrumento artístico.
En cuanto a la pretensión de ser un reportero de nuestro mundo es o desmesurada o rechazable de plano. Es como si consideráramos que la información que proporcionan los panfletos (da igual si son de okupas, de neonazis o de ecologistas radicales) fuera la más parecida a la realidad.
Y desde luego, no es en absoluto un vidente.
Cuando Heartfield, Hausmann, Grotz o Renau tomaron una selección intencionada de las imágenes de un mundo que ellos consideraban execrable y las manipularon, retocaron, combinaron y recrearon, lo hacían con un propósito inequívocamente político. Muchos creadores plásticos de aquel estilo eran militantes izquierdistas. Tal hecho, el explícito compromiso político, da un valor a sus trabajos, a parte del estético.
A mí, los trabajos de Erró no me parecen políticos ni encuentro en ellos un especial valor estético, fuera del decorativo (el mal gusto decorativo). Son tan efímeros como los panfletos y carteles de los grupos radicales y alternativos, algunos de ellos de una calidad plástica o literaria muy encomiable.
Parece como si Erró se hubiera dedicado a recortar los mejores dibujos de este tipo de revistas y carteles, tal y como hacían los fotomontadores, que vaciaban las revistas ilustradas de su época de anuncios y fotografías publicitarias o de actualidad. Una vez amasada una colección de calidad, ha puesto en marcha su imaginación, su formación, su experiencia artesanal, su gusto (o su mal gusto, hoy quieren valer por igual uno y otro), y ha realizado esas telas gigantescas que repugnan, interesan o hacen gracia, pero que ni conmueven ni aportan un ápice al deseo de emociones estéticas que tiene hoy, como siempre, el ser humano.

martes, 4 de marzo de 2008

¿El final de una pesadilla cultural?

¿Quién es Thomas Krens?
Confieso que me acabado de enterar. Pero en Internet las noticias se documentan muy deprisa.
Ha dirigido durante veinte años la Fundación Guggenheim, y la semana pasada anunció su dimisión. Ya no decidirá más lo que se exhiba en los museos que la institución tiene en Nueva York, Berlín, Venecia, Las Vegas y Bilbao.
Para algunos, será una merma en el itinerario renovador del arte moderno. Para otros, el fin de una pesadilla.
He traducido algunos comentarios colgados en el magazine de Artnet.
Helos aquí.
Un hombre internacional de misterio
Por Charlie Finch

Como Jay Gatsby or charles Foster Kane, Thomas Krens, que lleva veinte años reinando en la Fundación Guggenheim y su variedad de satélites, era una figura de ficción adicta a los grandes gestos que le mantenían a corta distancia del público al que servía. Más que ningún otro Krens ha manufacturado el mundo del arte global, cuyo botín continua enriqueciendo a la plutocracia contemporánea del arte.
Esta pequeña elite se pegaba por tocar el dobladillo dorado de su pantalón, mientras el transformista Krens concedía bendiciones a la vez que saqueaba sus bolsillos de dinero y de prestigio. Muchas de las convenciones extremas que hoy aparecen tan normales en el arte de hoy fueron invenciones de Tomas Krens: la conexión de la moda resumida en su controvertida exposición de Armani como arte elevado; la fetichización de los llamados arquitectos estrella (starchitecsts) iniciada con la fantasmagoría de Frank Gehry en el Guggenheim de Bilbao; el poder de los sueños de las máquinas, realizado en la caravana de motocicletas de Nueva york a las Vegas, ida y vuelta.
Thomas Krens creó las reglas de la lucha entre los ricos del mundo del arte por adquirir estatus y prestigio, creando todo tipo de consejos y sistemas de subvenciones a los que ellos mismos contribuían. Gastando liberalmente este dinero, mantenía la presión sobre sus contribuyentes hasta que, como Peter Lewis y Ronald Perelman, se arruinaban por el peso de sus exigencias. La solución de Krens fue apuntar todavía más alto, a los palacios de los Emiratos Árabes, un movimiento de gran previsión, porque este capital dirige los bancos internacionales que han sufrido la crisis de las
hipotecas.
Como comisario, el territorio de Krens evocaba el carnaval y el circo. Ya fuera exhibiendo gemas españolas pintadas, muñecos de guerra aztecas,vestidos o bicicletas, la visión de Krens incluía los senos de cocina, el bidet dorado y todo lo que queda entre medias. Este dominio comisarial modeló las ferias de arte, las casas de subastas y las megagalerías, transformándolo todo en arte, que era a la vez contemporáneo e intercambiable en un incremento constante de valor.

El artículo de Finch no tiene desperdicio.
Y si uno quiere más, le aconsejo el firmado por Jerry Saltz, “Our long cultural nightmare will son be over”.
Me temo que de final nada, la pesadilla ha traspasado los límites de la fantasía y el sueño y se ha hecho tan realidad como los delirios de algunos de nuestros gobernantes.

lunes, 3 de marzo de 2008

Madrid Impre$$$ionante

El abrazo interminable
Madrid es un disco duro de millones de gigas, y la calle de Alcalá es su interface protodigital más larga y brillante. Una lustrosa piel de asfalto cubre chips, adoquines, circuitos integrados, túneles y alcantarillas.
La calle de Alcalá extiende su hermosura entre la Puerta del Sol y Ventas, e incluso más allá, abierta a la exploración del turista, y del viajero.
De todo ese recorrido, el tramo más elocuente está entre la Plaza de la Independencia o Puerta de Alcalá, y la del Sol.
Sitúese el viajero en el arranque de Velázquez, y eche a andar hacia el oeste. A un lado, el Retiro, protegido del tráfago por una verja de forjado antiguo, emitiendo fresca humedad, anunciando la primavera. Al otro, la iglesia de San Manuel y San Benito, evocando el orden bizantino, y una fachada de casas decimonónicas, cuajadas de balcones galdosianos. Y casi en la esquina de la plaza de al Independencia, la oficina de turismo y embajada de Andorra, una ironía, una broma o una anticipación ominosa de lo que nos espera.
Hasta hace poco, en el número 4 de la plaza, se hallaba la librería catalana Blanquerna, un negocio con alma de legación. Ahora se ha mudado más allá de Cibeles, y en su lugar han abierto un espacio que se llama “Ramsés. Life & Food.”
Una gran confusión se apropia de nosotros al pasar por delante. En la puerta vemos a un hombre metido en un traje cortado a medida. Su porte es el de un accionista mayoritario seguro de su cartera. Conversa con un colega a través del móvil. Puede que sea catalán, puede que no. Sin embargo, de pronto descubrimos que es el portero. En el interior, de diseño rigurosamente post-post, a través de las cristaleras descafeinadas, observamos a un par de hombres jóvenes con el mismo atuendo que el portero, pero aún más a medida: verdaderos ejecutivos, seres inalcanzables, estratosféricos. Uno de ellos tiene el perfil cortado a hachazos del presidente de la república Francesa. Es clavado a Sarkozi. Pero no es Sarkozí, ¿verdad?
La curiosidad nos impulsa a entrar en el local. Pero algo nos retiene. Primero, que no llevamos corbata y nos mirarían como a bichos. Luego que, una vez dentro, un vulgar café nos puede costar un transplante de hígado. No lo sabemos. Preferimos no averiguarlo.
Ramsés. $$$$$$$$$. Life & Food. $$$$$$$$$$
¡Qué regalía!
Damos la vuelta entera a la plaza, y desde la puerta del Retiro que se abre a la avenida de México, nos quedamos mirando a la de Alcalá, pasmados, sobrecogidos. De pronto tenemos la impresión de estar observando una performance arquitectónica. Los edificios trazan un círculo incompleto, porque le falta el trozo del Real Jardín. En mitad, los solemnes arcos de piedra, los florones, las heridas de metralla. Como si fueran dos extremidades, vemos el abrazo interminable, o dicho con más propiedad, inacabado, de las que otrora fueran viviendas al monumento que mucho antes cerraba y abría el paso a la urbe.
Impre$$$ionante
Bajamos después hacia Cibeles. Saboreando la excelencia de la ciudad cosmopolita, con un borboteo de turistas tirando fotos a discreción. La tarde es tibia. El sol se derrama como champán de una copa rebosante colgada del cielo. Sobre él se perfilan las atalayas postales del nuevo ayuntamiento de Madrid. Ansorena, lonja de arte, transformada en café. La Equitativa, permanente, irreductible, en los tejados de enfrente. El Café de Correos, fenecido, y a continuación el palacio de Linares.
Y en medio de la plaza, la Cibeles se ducha en su bañera de leones inofensivos, eshibiéndose al tráfago de transeúntes y automóviles.
Giramos hacia el sur, camino de Atocha. El paseo de Recoletos se resiente de la huelga de autobuses. En sus jardines descansan visitantes y mendigos. Vistos de lejos, parecen ir o venir del mismo país remoto.
Pasamos el museo Tita Cervera, la plaza de Neptuno, la de la Lealtad, dejamos atrás el Museo del Prado asediado por colas de turistas. Y llegamos al destino de nuestro paseo inerte: Caixa Forum Madrid, recién inaugurada. Han cogido (literalmente) un viejo edifico de ladrillo, feo como él solo, y lo han levantado sobre una pirámide invertida de cemento. El resultado es colosal, incluso bello.
Impre$$$ionante. Impre$$$ionante.
Y además se han inventado un jardín vertical, porque la burguesía catalana lo puede hacer todo (¡serà per diners!): desequilibrar el orden histórico, invertir las coordenadas y las abscisas, inventarse una nación, construir en el aire.
Las cosas como son, el edifico de CaixaForum Madrid es una maravilla. Impre$$$ionante por fuera, y más todavía por dentro. En una vieja industria de dos plantas han metido una escalera que tiene lo menos cinco pisos, del sótano a la terraza. La gente se vuelve loca haciendo fotos. La gente, no, la multitud. Una muchedumbre entra, se pasea por las fabulosas entrañas del edificio y sale haciéndose cruces del ingenio y la potencia catalanas. Al fin y al cabo es gratis. (¡Serà per diners!)
En dos salones inmensos se exhibe una selección de la Colección La Caixa de Arte Contemporáneo.
¿Qué vemos allí? Cuadros inmensos, bellos, conmovedores: Richard Long, Anselm Kiefer, Ferran García Sevilla. E instalaciones descomunales de escombros desempolvados.
¡A lo grande, a lo grande! Que se note lo que poseemos. Y eso que sólo enseñamos la punta del iceberg. Oculto en segurísimas cajas de caudales en el subsuelo patrio permanece nuestrrrrro tesoooorrro, se escucha el susurro de Golum.
Pero los cuadrazos y los cachos de mármol puestos en círculos concéntricos, y los instrumentos de aire chafados y colgados como fotografías recortadas no están solos. Cartelitos explicativos les acompañan.
Es excepcional ver junto a obras de arte modernas unas glosas. ¿Son necesarias? ¿Es necesario explicar el arte? La verdad es que no viene mal conocer algunos detalles sobre la obra expuesta, cuándo se hizo, en qué circunstancias, quién la pagaba, qué pretendía reflejar el poeta…
Pero lo que encontramos en las glosas de CaixaForum no son explicaciones, son sonoridades vacías. Si dijeran lo contrario, valdrían igual. Flatulencias.
La cosa no tiene por qué extrañar. Porque, ¿qué demonios se puede decir de un montón de periódicos entre pantallas de cristal, formando un camino impracticable que cruza una choza hecha de lajas de mármol y un andamiaje de hierro, para que la ocurrencia no se venga abajo? Pues enrollarse como una persiana y esperar que la gente no lo lea mucho.
Impre$$$ionante. Impre$$$ionante.